Tu
viaje se ha extendido más de lo esperado y ya no puedo más con tu ausencia. Te
extraño tanto. La mañana está lluviosa, húmeda, se siente frialdad… he salido
para hacer unas compras, mis pasos son lentos e inciertos, me detengo a comprar
un café (que finalmente no tomo porque está malísimo), contesto algún que otro
saludo y sigo caminando sin percatarme que no voy a mi rumbo previsto voy directamente
a casa.
Entro,
todo está en penumbra, hay olor a humedad, la casa lleva días cerrada. Abro
algunas ventanas. Estoy cansada, vago por las habitaciones unos instantes, me
dirijo a la cocina y pongo a colar café. ¡Cuánto te extraño, por Dios! Los días
se me hacen más largos de lo normal. Cuando no estas nada tiene sentido. Tengo
ganas de que vuelvan a encontrarse nuestras miradas, abrazarte, sentir tus
labios, ganas de sentirme feliz y en ese momento intentar detener el tiempo para
sentirme eterna a tu lado. Tengo tantas ganas de ti y de todo tu mundo que es
mi universo. Te echo tanto de menos, constantemente te pienso, te sueño, te
deseo. Echo de menos tus besos, tu piel, echo de menos hasta cuando dices mi
nombre.
Bebo
mi café en silencio. Me dirijo al cuarto y me tiendo en la cama a fumar un
cigarrillo mientras abrazo tu almohada. Pensamientos calientes asaltan mi mente
y humedecen mi entrepierna. Cuando te pienso enardezco, al igual que enardezco
cuando siento pasear tu lengua al filo de mi encaje, cuando aprietas mis nalgas
preso del deseo, cuando tu aliento recorre mi espina dorsal... sí, me superan las
ansias de ser poseída por ti, el deseo de que profanes mi sexo, de que tus
manos sean las que marquen la posición de mis pechos, de que el norte de tu
verga apunte hacia mi ombligo. ¡Dios!; opto por darme una ducha relajante que
seguramente ayudará a apaciguar mi hambre de ti.
Siento
correr el agua sobre mi piel, tibia, arrastrando los restos de jabón y te
imagino junto a mí, acariciándome, le doy al grifo del agua fría y termino de bañarme.
Salgo de la ducha, me seco y me perfumo, como si te esperara aunque ya sé que
hoy tampoco vendrás. Decido preparar algo de comida y dejarlo en el
refrigerador para si llegas en la madrugada. Ni siquiera me visto, solamente tengo
puestas mis bragas y para no quedarme desnuda me pongo una camiseta. Preparo un
trago, pongo un poquito de música porque tanto silencio es peor.
Estoy
entretenida en la cocina en mis quehaceres mientras bebo y tarareo la canción,
por eso no oigo la puerta. Siento unas llaves caer sobre la mesa y pasos
acercándose, el corazón me da un vuelco y vuelvo ligeramente mi cabeza para ver
como te acercas con una sonrisa dibujada en el rostro. Me vuelvo completamente,
te miro a los ojos, sonrío y muerdo tu labio inferior antes de besarte
apasionadamente dejando que nuestras lenguas se reconozcan; me aprietas contra
ti en un abrazo que me deja sin aire y murmuras: “¡Cómo te he extrañado!”.
Tienes
una barba incipiente y cara de cansado, pero ojos de deseo, me dedicas una
pícara mirada a la que yo respondo con un “Me sorprendiste, ya no te esperaba
hoy, ponte cómodo”. Me das otro beso y te vas hacia el baño, siento la ducha, es
un baño rápido porque al instante regresas junto a mí, sólo llevas puesto un boxer.
Me abrazas por la espalda y susurras mientras besas mi cuello: “Estoy
hambriento, prepárame algo”. Te acercas a la botella que dejé sobre la meseta y
preparas dos tragos, me ofreces uno y me vuelves a besar.
Te
preparo algo ligero, me siento frente a ti y descalzo mis pies para ponerlos
entre tus piernas, mientras comes charlamos de cómo te ha ido y de lo que he
hecho yo en tu ausencia. Ambos estamos tratando de portarnos como adultos
civilizados, no como animales sedientos. Mis pies acarician tu entrepierna
mientras hablamos y comes sin dejar de mirarme. Estiras la mano a tu portafolio
y sacas unos bombones que me has traído. Acercas uno a mi boca, acaricio tus
dedos con mi lengua y acto seguido apreso el bombón entre mis labios para darle
un mordisco. Ya he notado la dureza de tu sexo bajo mis pies. Me levanto y me
acerco a ti por la parte de atrás de la silla, con mis manos sobre tus hombros beso
tu cuello aspirando tu aroma. “Termina de comer”, murmuro. Ahora vuelvo.
Voy
al cuarto, corro las cortinas y me dispongo a volver a la mesa. Al levantar la
vista te veo apoyado en la puerta, mirándome descaradamente, con esa arrebatadora
sonrisa que tanto me gusta. Te acercas y me abrazas, besándome y mordisqueándome
el cuello, cosa que me pierde y lo sabes. Ya estoy desarmada, tu lengua irrumpe
en mi boca explorando cada rincón, aumentando la urgencia que tengo de ti.
Sigues
con besos… mi barbilla, mi cuello, hasta llegar a mis pechos… me has ido
haciendo retroceder lentamente hasta llegar al buró donde se encuentra la
computadora. Me sientas en él quedando tú entre mis piernas, no dejas de besarme
y yo libero tu sexo que se muestra orgullosamente erecto. Tus manos no están
quietas deshaciéndose de la camiseta y de mis bragas con urgencia, estoy mojada
desde que me besaste en la cocina y lo notas al acariciar mi sexo, no podemos esperar
más, entras en mí mientras mis piernas abrazan tu cuerpo y tu lengua juega con
la mía en un beso que escandalizaría al más osado. El ritmo de tus embestidas
aumenta y nuestros jadeos se hacen más intensos, hasta que llega el orgasmo.
Seguimos
abrazados unos minutos y cuando nuestros cuerpos se calman, nos besamos y nos
dirigimos al baño. Te metes bajo la ducha y me atraes hacia ti como siempre,
nos enjabonamos mutuamente entre beso y beso. “No tienes idea de cómo te
extrañé”, dices zalamero. “Ya me di cuenta” contesto sonriendo, mientras el
agua resbala por nuestros cuerpos y nuestras manos con ella. Te sientas en el borde
de la bañadera y yo me arrodillo ante ti, me sonríes, inclinas la cabeza hacia
atrás al tiempo que tus manos acarician mi pelo. Te beso en el pecho, cerca del
ombligo y voy marcando un camino de besos hacia abajo, mientras noto como el
guerrero se rehace. Lo introduzco en mi boca para que mi lengua escriba placer
en él, bajando y subiendo lentamente pero firme, hasta notar por tus gemidos y
espasmos que estás a punto.
Me
detengo, te levantas y me pones contra la pared, nuestros cuerpos bailan y se
acarician al unísono, tu sexo roza mi hinchado clítoris y finalmente mi vagina lo
apresa con unas ganas que parece que no pudieran ser satisfechas, y llegamos
así a nuestro segundo orgasmo. Cansados, extasiados, te beso y te miro
esbozando la mejor de mis sonrisas, apoyo mi cabeza en tu hombro, y satisfecha
mi urgencia de ti, me voy relajando con las caricias de tus manos sobre mi
espalda, y susurro en tu oído “Eres mi vicio”, a lo que tu respondes con una
sonora carcajada para luego decir “¡Que diré yo!”.
Ya
secos, nos vamos a la cama que abraza nuestros cansados cuerpos, esperando dormir
un poco y descansar.
Aproximadamente
dos horas después, enredados mis sentidos a las sábanas de tu cama, enredados
tus brazos y manos a mi cuerpo, el descaro de la piel aflora, mis deseos emergen
atrevidos al contacto del roce de tus dedos. Estás pegado a mi espalda y con
cada roce, con cada beso, me dejo llevar. Estás callado, respiras
profundamente, dejando el aliento en mi cuello mientras noto tu sexo duro y
erguido, rozando mis muslos.
Esa
idea me enciende, me volteo y disfruto de tus caricias, tu lengua pícara comienza
su recorrido hacia mi ombligo, despacito, con una lentitud exasperante, mi respiración
se agita, pero sigues con tu lentitud, deseosa de ti entre gemidos susurro “Te deseo”.
“Shhhh, me tienes”. Tus manos no se están quietas y tu lengua corre en sentido
inverso a mis ganas, te acercas nuevamente a mi sexo lubricado, desesperado y
henchido de ganas de ti... pero lentamente vuelves a subir por mi cuerpo, me
estás volviendo loca de deseo.
Esa
lentitud desesperante y excitante… me va faltando el oxígeno y tu boca acude a
la mía, esta vez salvaje, apasionada y atrevida, para después descender a un
ritmo que enardece más, si es que es posible, mis sentidos. Miles de impulsos
eléctricos recorren mi cuerpo al contacto de tu boca, “Quiero que entres en
mí”, “Tranquila amor, el banquete no ha terminado”. Tus dedos vuelven a iniciar
un masaje entre mis piernas, otra vez lento... placentero, rabiosamente
placentero, pido más, quiero todo... me exploras con los dedos, con la lengua,
que después de recorrer mi sexo va hasta la perla de mi deseo, que seguramente
asoma brillante, me vuelve loca lo que me haces.
Jadeo,
gimo, casi grito, “Cabrón, me estás matando”, y estallo nuevamente. No puedo
más, necesito tenerte en mi, lo sabes… loca, deseosa, descarada, sin pudor… te pido
que entres en mí. Tu sexo irrumpe salvajemente... “¡Dios, esto es el puñetero
cielo!”. Quiero morir así, de placer, intensamente amada, deseada... siento tu
calidez en mi interior, derramando tu placer... y escucho un “Te quiero” dulce
susurrado en mi oído.
Derrotado
mi sexo, satisfechas mis ganas, otra vez mojados el uno en las humedades del
otro, nos besamos y nos dirigimos a la ducha de nuevo, esta vez de prisa porque
ya es tarde.
Estoy
feliz y no sólo por la sección de sexo que ha sido intensa, maravillosa, sino
porque estás de regreso, nuevamente junto a mí.
¡¡¡Precioso y sensual!!! Desde luego que alcanzas el cielo!!! vaya texto!!! Impresionante. Es tan hermoso y placentero estar en esta pagina que me da una tranquilidad y una emoción inmensa…felicitaciones, ¡¡¡¡realmente hermoso!!!! Un besazo, linda.
ResponderEliminarSí, Peter, tienes razón es un texto realmente hermoso, lleno de pasión y amor.
ResponderEliminarRosabel, tú conoces mi dilema y ahora estoy en un mal momento. Cada palabra tuya me ha llenado los sentidos porque a mi me pasa lo mismo cuando no tengo a mi mujer conmigo, como ahora. Y quiero abrazarla, sentir su cuerpo cercano, no tener que imaginarla, sólo tenerla entre mis brazos, sintiendo su calidez pegada a la mía, notar como me envuelve su aroma mientras le digo cosas al oído. Quiero mirarla a los ojos para no tener que hablar con palabras, acercarme despacio a sus labios, rozarlos, sentir el placer, besarla con un beso tan intenso que note hasta mi alma. Quiero que vea en mis ojos la felicidad inmensa que provoca, que pueda leer en ellos todo lo que siento. A veces la imagino recordándome, pensando en mí, echándome de menos, acordándose de mis besos, de mis caricias, mis abrazos, deseándome, queriéndome tener entre sus sábanas, deseando que se mezclen suspiros, silencios, miradas y palabras. Imagino que me piensa, que le gustaría venir conmigo a tomar unas cervezas, a conversar de cualquier cosa, a reír, a amarnos.
Cuando eso ocurra, la envolveré en mis brazos, la amaré sin límite ni tiempo, besaré y morderé sus labios, profanaré su tiempo y su cuerpo. Me adueñaré de ella, mis manos aferraré a su espalda y al fin... me llenaré de ella, con loca intención viviré cada centímetro de su piel. Beberé cada sorbo de su cuerpo en medio de la más fiera pasión y me adueñaré de ella durante horas enteras rompiendo a besos y caricias cada pedazo de su piel. Sentirá el calor de mi aliento, mis manos marcando con fuego su cuerpo en un sin fin de ir y venir para llenarme de ella. Suavemente iré recorriendo cada espacio, enloqueciéndola de placer y solo entonces se calmarán mis ansias porque por fin poseeré su alma.
Mira todo lo que te he escrito. Vez que sí te entiendo, y eso que la ausencia en tu caso fue solo un viaje que se extendió demasiado, en el mío es peor porque no sé si regresará. Aunque todos los días le pido a dios que sí.
Cuidate mucho amiga.
Amigo Frank, he vuelto a abrir el sitio para leerme este texto nuevamente porque me ha ENCANTADO y he leido tu comentario. Lamento que las cosas no te vayan bien, yo te entiendo porque eso me ha pasado a mi también y creo que todfos en algun momento de la vida hemos pasado por algo así. Estoy seguro que Rosabel también te entiende porque esta mujer es puro amor.
ResponderEliminarOjala todo se resuelva y ella vuelva a ti, pero recuerda que si la culpa es tuya tienes que recurrir a lo que muchos no hacen por orgullo que es pedir perdón y rogar que ella te perdone y si es de ella pues estate listico a perdonar.
Gracias a los dos, me alegra mucho que les haya gustado.
ResponderEliminarPeter ¿de veras te lo has leido dos veces?. El amor es complejo amigo mío, pero es una bendición de Dios, en eso todos estamos de acuerdo.
Frank, lamento lo que me cuentas pero lo que has escrito es precioso, estoy segura que si tu mujer lo leyera innegablemente se conmovería, porque si me has conmovido a mí que no tengo nada que ver con la historia ¡imagínate a la involucrada! Te felicito y te digo como Peter ojala todo se arregle y que Dios te conceda tu deseo de que vuelva.
Oyeeee eso está precioso, que manera de poder escribir tantos instantes y sensaciones únicas, bendito placer amar !!!!!
ResponderEliminarHola mis amigos Peter y Frank, coincido en que nuestra anfitriona está bien arribita para seguir regalándonos sus textos bellos, cotidianos, polémicos, etc etc etc...
Amigo Frank coincido con Peter que se nota que es un hombre muy inteligente y gran conocedor de los encantos femeninos, así que si te has portado mal, hazle caso a él y todo tiene que ser suavecito suavecito. Un beso a los dos
El texto esta lindo, con un amor intenso y relatado de una forma tierna, amorosa y pasional.
ResponderEliminarA mí el AMOR así con mayúsculas, ese que te vuelve loca me cuesta. Por suerte lo he conocido, aunque no haya durado, al menos tengo la dicha de haber amado intensamente y haberme sentido amada de la misma forma.
Me encantas mujer ¿QUIEN ERES?
ResponderEliminarWaoooooooo! me encantó.
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