martes, 9 de abril de 2013

La solución no es esconder y tirar la llave



Las emociones tienen una gran importancia y utilidad en nuestras vidas, puesto que nos ayudan a responder a lo que nos sucede y a tomar decisiones, mejoran el recuerdo de sucesos importantes y facilitan nuestras relaciones con los demás. No obstante, también pueden hacernos daño cuando suceden en el momento inapropiado o con la intensidad inapropiada.

En estos días sentada en la playa, me puse a contemplar el mar, con su tranquilidad y brisa de la tarde. También pasee de un lado a otro, mirando el cielo, disfrutando mi soledad. Mis pensamientos se desataron y analicé muchas cosas, entre ellas las emociones.

La mayoría de las veces se cómo manejar mis emociones y eso es importante a la hora de armonizar mi vida. Ser consciente de esto no significa que siempre sepa batallar con ellas o que las sepa dominar, porque es un trabajo difícil. Pero he aprendido a clasificarlas y a unas les doy la libertad para que sigan manejando mi vida a su libre albedrío y sin pedirme permiso, y a otras intento atarlas a lo cortico.
En mi hoy, hay quietud, a pesar de los problemas que me circundan me deleito en la paz que me habita, más allá de cada proceso que pueda transitar… Cada día deja su aroma en mí, de esa manera quedo completamente impregnada por la fragancia de cada instante que se erige delante de mis sentidos, conformando mágicamente, mi ser.
Las emociones que dejo a su libre albedrío son esas que producen explosiones de vida en positivo en mi interior. Las que hacen sonreír a mis amigos cuando me afloran, son esas que convierten las cosas bonitas en especiales: la sonrisa de alguien, los lugares que me gustan, una canción, un atardecer, las palabras de alguien… Y no me importa si a veces me dicen que soy exagerada. Simplemente lo vivo así y eso me llena de vida, de alegría, me carga las pilas... en resumen me hace feliz. Por eso me importa un comino cualquier cosa que me digan. Es mi torrente emocional en positivo y es ese al que le permito manifestarse cuando le dé la gana, de manera incontrolada.
En cambio las que pretendo amarrar y controlar a golpe de látigo para que, cuando se disparen no hagan de mi vida un desastre son mis miedos, mis inseguridades, mi fragilidad, todo lo que puede convertir cualquier cosa en algo triste, difícil, desesperanzador... Sin embargo, sentada a la orilla del mar pensando en cosas como estas llegué a la conclusión de que no se trata de guardarlas en un cajón y tirar la llave al fondo del mar porque, finalmente, acaban escapando.
No, esa no es la cuestión, simplemente necesito hacerles frente y manejarlas bien, aprender a controlarlas cuando afloran porque en el fondo no puedo huir de mis miedos, ni de mi vulnerabilidad, ni de la tristeza… porque están ahí. Si me di cuenta que no estaba haciendo las cosas bien cuando de repente todas ellas salieron de su caja y afloraron a la superficie como una olla a presión.
Últimamente he sentido tanto miedo, tanta desesperanza, tanta frustración que durante unos días el dolor y la tristeza se convirtieron en mí día a día y casi terminaron por romperme. Aturdida todavía, tambaleándome, me he dado cuenta de que no tengo más remedio que enfrentarme a mi misma, coger el toro por los cuernos y aceptar que todo eso también está en mí, y que por tanto no lo puedo encerrar ni ignorar, que tengo que enfrentarme a ellos y mirarlos cara a cara en lugar de darme la vuelta y mirar hacia otro lado como si no existieran.
Las emociones están presentes en la vida de todas las personas, prácticamente en todo lo que hacemos. Estamos con un amigo porque nos sentimos a gusto con él y vamos el fin de semana a la playa con ánimo de pasarlo bien. Nos enfadamos cuando las cosas no nos salen bien y nos alegramos y estamos satisfechos cuando tenemos éxito en lo que nos hemos propuesto. 
Todos tenemos miedos unos a volar en avión y otros a ir a la consulta del dentista. Nos sentimos afligidos y doloridos cuando hay un familiar enfermo o muere, o alegres cuando la persona que amamos nos corresponde. Hay días en que trabajamos con entusiasmo y otros en que sólo sentimos pereza o fastidio. Estas y otras situaciones de la vida cotidiana ponen de manifiesto la influencia que las emociones ejercen en nuestras vidas.
Todo está dentro de nosotros, en ese espacio interno tan valioso y trascendental; es ahí donde está la chispa de la vida, donde también se encuentran todas las respuestas… y como todo está en mí, tengo que aprender a ser capaz de convivir con ello, reconciliarme con mis emociones negativas y establecer con ellas un pacto de sana convivencia porque en mi interior está mi fuerza, ahí puedo escuchar el eco de mis afectos, de mis más caros sueños o mis mayores temores. Por eso tengo que buscar y no dejar de escuchar a mí ser interior. En algunas cosas no sé por donde empezar, pero estoy segura de que encontraré la pista.
Y así con tantos pensamientos, en medio de esa paz y tranquilidad que el mar siempre me ofrece, decidí que después de noches sin dormir y llorando desconsoladamente siempre me tengo que regalar la vista de un lindo amanecer. Porque las emociones son inherentes a la propia condición humana y en gran medida determinan la existencia.
Y no hay nada más cierto que el tiempo que pasa no se recupera, los besos que se dan no se repiten ni se devuelven, los abrazos no se conservan en cajas ni en sobres de papel y el amor no se congela en el aire ni en ninguna otra parte, solo tenemos el presente para hacer lo que queremos, esa especie de realidad que ocurre gracias al tiempo, que existe solo por nuestros deseos de estar, solo por nuestras ganas de vivir
Después de tanto pensar y reflexionar conmigo misma mientras paseaba por una playa desierta y me sentaba a contemplar el mar. Me levanto en la mañana y basta con abrir los ojos para regresar a este mundo que no es de ensueño y suspirar, mi vida se siente llena, hay muchas cosas buenas e importantes en ella, muchas cosas que defender y por las cuales seguir luchando sin amedrentarme. El dolor que nos lastima no se cura cerrando los ojos, la felicidad no se encuentra quedándonos parados esperando el alba porque la vida solo se puede vivir mirando hacia adelante.
Y entre otras muchas cosas que me hacen feliz y seguir amando la vida, está el amor. Basta con mencionar su nombre para reír y volar, volar en el mar del amor puro, colorido, del amor que embellece la palabra “Amar”, basta con mirar sus ojos para saber que son perfectos, que la luna, la tierra, las estrellas, el universo, la divinidad y todo lo demás se queda corto comparando la inmensidad de su mirar. Me abriga, me ama, me toca con la mirada y me hace sentir que soy bella, que soy suya, que soy mucho más.
Me siento agradecida con todas las personas que de un modo u otro me han hecho reflexionar y profundizar en mi ser interior.

3 comentarios:

  1. Así mismo es amiga mía, la cosa no está en evadirnos de los problemas que tarde o no tenemos que afrontar, la cosa está en afrontarlos de la mejor manera y con el mejor ánimo.Además si en medio de esos momentos difíciles creemos que podemos contar con alguien que nos quiera y nos escuche las dificultades y las penas son menos, recuerda que la vida no es fácil pero sí vale la pena:-))

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  2. es verdad que las emociones están presentes en todo momento de la vida, en todo lo que hacemos y lo que nos sucede, la manera en que las cosas nos tocan el corazon, las buenas son maravillosas, las otras son difíciles pero no dejan de estar, como dice la amiga Cary cuando alguien nos acompaña, nos quiere y nos escucha se hacen menos pesadas, más fáciles de afrontar. Me alegro mucho de que en tu mar hayas sentido paz, que el te haya dado esa inmensidad de emociones buenas que da contemplar su belleza y su grandeza. Cuidate mucho linda, que la vida sí vale la pena, siempre.

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  3. Hola amiga, llevo tres días sin internet por eso no había visto el post. Me gusto mucho, todo loq ue dices de las emociones es cierto, y las malas es decir los miedos, las tristezas, las inseguridades... hayq ue tratar de hacerles frente porque como bien dices de todas formas están ahí, con nosotrostodo el tiempo, aunque seamos capaces de esconderlos siguen ahí.

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