lunes, 19 de mayo de 2014

El amor a los hijos



“Los hijos son las anclas que atan a la vida a las madres”.
Sófocles
Cuando nace un niño todos están de fiesta, un clima de alegría inunda la familia y la casa se llena de visitas. Ocurrió que el amor de pareja ha tomado cuerpo y se ha hecho persona. Esas personitas crean muchos momentos de alegría y amor en nuestras vidas (también dolores de cabeza y preocupación) pero el resultado es una gran dosis de amor y emotividad. Lo más grandioso que me pudo ocurrir fue haberlos sentido dentro de mí con sus movimientos raros pero hermosos. Cuando nacieron mis hijos fueron los momentos más hermosos que he vivido y escuchar su voz por primera vez… no hay palabras para describir tanta emoción.
Cuando nacen los hijos nuestros días se vuelven muy diferentes. Los mejores momentos parecen ser cuando los retoños por fin están durmiendo apaciblemente. Sin querer, uno empieza a contar las semanas, los años que pasarán para que volvamos a comenzar a recobrar algo de ese precioso "tiempo para uno" que todo ser humano necesita para mantenerse en un estado medianamente cuerdo. Sin mis hijos mi casa estaría limpia y mi billetera llena, pero tendría mi corazón vacío.
Hoy escribo desde mi corazón de madre madura, porque yo ya estoy en una posición desde la cual miro hacia atrás. Tengo dos hijos, ya jóvenes, adorables y que cualquier día emprenden su propio camino, para el cual creo que los he preparado bien. Siempre supe que sería bendecida al tenerlos, desde antes que conociera a su papá ya pensaba en ellos, lo único que imaginaba eran miles de rostros, y al final nacieron los dos, hermosos y grandes. Lo que más gusto me da son las grandes personas que son, con responsabilidad, inteligencia y un gran corazón.
Me gusta estar con ellos, son mis compañeros favoritos. Siempre les daré sin medida todo el amor, cariño, comprensión, apoyo, abrazos y besos que necesiten, y también los que no necesiten. Les he proporcionado las bases para que sean personas buenas y siempre se comporten de manera correcta por la vida, orgullosos de ellos mismos y lleguen a la meta más alta que se propongan; yo estaré ahí para darles la mano en el momento que sientan que les falta fuerza para seguir adelante.
La labor de ser madre es extenuante, para decir lo menos. Sólo entienden lo que quiero decir quienes lo son porque saben lo que se siente cuando usted está tratando de alimentar a un bebé hambriento, consolar al otro que se acaba de caer, escuchar atentamente lo que tu pareja esta tratando de decir, sentir que paró la lavadora, atender lo que estás cocinando… Todo al mismo tiempo, es una locura. Y uno se pregunta muchas veces, ¿cuánto más durará el continuo correr, las noches desveladas y el posponer proyectos y sueños que uno alguna vez tuvo? Pero al final no importa el sacrificio porque son la razón de nuestra existencia.
El amor a los hijos es instintivo y sin condiciones. Es el único amor que dura para siempre y el que se encuentra disponible y atento en todo momento. Si a mis hijos yo pudiera traerles un mundo lleno de felicidad, quitarles las penas y las tristezas y cargar con ellas, lo haría. No hay nada que yo no haría para darles la risa y alejar las lágrimas de sus vidas… Cuando eran bebés, podía sentarlos en mi regazo y consolarlos; ahora puedo recibirlos entre mis brazos y en ellos reconfortarlos y ayudarlos a levantarse.
Soy una persona que se ha cuestionado mucho el tema de la educación, a lo largo de los años muchas veces me he preguntado si lo he estado haciendo bien, creo que sí. En mayor o menor grado porque educar no es llegar e implementar un método probado, ya que ese no existe. Los tiempos han cambiado. Además, cada niño es diferente. Lo que funciona para un niño es nefasto para el otro. Se suma el hecho de que nadie nos enseña a ser padres, es un camino que debemos ir tanteando por nuestra propia cuenta. La autoridad no significa mandar, es un rol como cualquier otro que quiere decir hacerse cargo de la disciplina y responsable de asegurar el cumplimiento de las reglas.
A mis dos preciosos hijos, les debo la felicidad de cada día, el deseo y la fuerza para levantarme cada mañana. Quien no ha tenido hijos no sabe lo dulce y maravilloso que es sentir unas manos suaves y tiernas abrazándote fuerte. Ellos llenan mi vida, de tal forma que no me importa lo malo que me pueda estar pasando, solo por ellos dos soy capaz de seguir adelante y hasta de ponerme una máscara de alegría para que ellos no vean ni un asomo de tristeza en mi rostro.
El amor a los hijos nunca debe manifestarse con sobre protección, porque los convertirá en personas débiles que necesitarán siempre vivir a la sombra de alguien más fuerte. Proteger es brindarle sólo lo que necesitan y no más, porque es inconveniente acostumbrarlos a los excesos. La austeridad y la sencillez hará a los hijos menos exigentes, más capaces de afrontar las adversidades, de entender a los demás y de relacionarse, y más humildes y sensibles.
Sin embargo, en su educación y crianza hay un denominador común que asegura el éxito en cualquier estilo de educación: el amor. Aunque suene como una frase cliché, es una profunda verdad. Hay que dedicarles tiempo, los niños perciben nuestro amor cuando hacemos cosas por ellos. Más allá de cocinarles su comida o lavarles su ropa, son esas cosas pequeñas como hacer actividades juntos, inflarles una pelota, leerles un cuento… aunque tengamos miles de cosas por hacer. Los abrazos, las caricias, los besos son todos gestos de amor que hablan por sí solos. Además, animarlos y demostrarles que creemos en ellos porque todos los niños tienen áreas en las que se sienten inseguros y necesitan de las palabras de aliento de sus padres.
Desde que nacieron, mi vida ha girado en torno a mis hijos, en todo lo mío están ellos. De no ser por ellos, mi vida sería distinta. Gracias a ellos mi vida no es rutinaria, cambia día a día. Ni días estresantes ni días relajados, sino ambos. Pero todos mis sacrificios por ellos bien han valido la pena. Cuando estaba muy cansada y sentía sus pequeñas manos en mi rostro, veía sus dulces e inocentes caritas, contemplaba sus ojos que irradian luz, escuchaba sus risas, sus voces y una palabra “mamita” daba por bien pagado todo el esfuerzo.
Como madre que ya pasó por esos locos años de maternidad extenuante, y de todas las cosas que hice mientras mis hijos fueron pequeños (y créanme, traté de hacer y de lograr muchas cosas, aparte de ser madre), lo que más puedo rescatar hoy en día es el amor continuo que les pude entregar. Mucha de las otras cosas que intenté o soñé hacer, se hicieron humo. Estoy acercándome a la etapa de la cosecha. Solo Dios sabe si será abundante o no. Lo que sí sé es que ninguno de esos momentos de entrega completa a ellos fue en vano.
Amar a un hijo incondicionalmente no es sólo trabajar para darle ropa y alimento, es darnos el tiempo para recordarle con palabras y acciones cuánto lo amamos y lo mucho que creemos en él. Es hacerle conocer con pequeños detalles que siempre estamos lo suficientemente cerca para darles una mano pero lo suficientemente lejos para demostrarles siempre que les tenemos fe.
Hijos míos, les agradezco que sean parte de mi vida, por ustedes lucho día a día, son el motor de mi vida y mi existencia. Deseo que sus corazones siempre estén llenos de luz y alegría por la vida. Gracias a Dios y a la vida por la más inmensa alegría que tengo, que es su amor y su compañía. Ustedes son pedazos de mi alma, partes fundamentales de mi corazón, mis amados por ustedes haré lo imposible, por ustedes, amores de mi vida, todo sacrificio o cansancio valen la pena. Son mi razón de vivir, de mi existir, sin ustedes, mis adorados hijos, la vida no tendría sentido.
Ahora que ya son adultos, de 18 y 23 años, recordamos con gusto todas las travesuras, ocurrencias y demás cosas que hemos vivido juntos, y estoy igual o más contenta que cuando eran niños, porque no les gusta depender de nadie, han demostrado responsabilidad y siguen adelante con sus metas, han superado muchos obstáculos, han cometido errores y los han superado. Gracias por permitirme ser su mamá, aunque en su adolescencia tuvimos nuestros roces, me siento satisfecha, orgullosa de ustedes. Sé que cuando tengan hijos, van a ser buenos padres. Sigan por el camino que les hemos enseñado, tapizado de valores; si consideran que estábamos equivocados en algo, corríjanlo, tendrán su oportunidad. Mi mayor tesoro son ustedes, que Dios los bendiga siempre.
Quisiera estar segura de haberlos enseñado a disfrutar del amor, a confiar en su fuerza, a enfrentar sus miedos, a entusiasmarse con la vida, a pedir ayuda cuando la necesiten, a permitir que los consuelen cuando sufran, a tomar sus propias decisiones, a amar y a cuidar el pequeño niño que hay en ustedes, a superar la adicción de la aprobación de los demás, a ser consciente de sus sentimientos y actuar en consecuencia, a no perseguir el aplauso sino su satisfacción con lo hecho, a dar porque quieren nunca porque crean que es su obligación, a no imponer su criterio ni permitir que les impongan el de otros, a decir que sí sólo cuando quieran y decir que no sin culpa, a vivir en el presente, a tratar y exigir ser tratados con respeto, a planear para el futuro pero no vivir en él, a valorar su intuición, a desarrollar relaciones sanas y de apoyo mutuo, a hacer de la comprensión y el perdón sus prioridades, a aceptarse como son, a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos, a permitirse reír a carcajadas por la calle sin ninguna razón, a no idolatrar a nadie, y a mí, menos que a nadie. 
Ustedes son mi razón para vivir cada día y también de todos mis desvelos… Son la razón de mis alegrías y también de mis miedos… Me asusta saber que no estaré toda la vida para cuidarlos y poder velar sus sueños. Me duele cuando sufren, pero se muy bien que es inevitable, la vida no siempre será fácil… Le pido a DIOS que los aleje de las malas situaciones, los cuide y los proteja siempre. Por favor… perdonen mis gritos y mis regaños. Perdonen no haberles dado todo lo que querían.
Si Dios me llamará en estos momentos (aunque todavía no quiero irme, ni está dentro de mis planes) sentiría pena por no poderlos ver desempeñándose como la mujer y el hombre que son, pero me iría feliz, por el simple hecho de haber compartido mi vida con ustedes, solo les pido que cuando suceda no lloren mi muerte, al contrario celebren mi vida, porque ha sido maravillosa desde el momento en que supe que existían dentro de mi vientre. Los amo y siempre los amaré. Les aseguro que cuando me vaya, voy a buscar la manera de seguirlos cuidando desde allá, y saben que cuando prometo algo, siempre lo cumplo.
Sepan, amores míos, que cada día los abrazo con un pensamiento, una oración y todo mi amor… Si es cierto eso que dicen de que los hijos escogen a los padres, entonces gracias por haber deseado nacer conmigo. Por haber escogido a esta mujer imperfecta que sólo ha sabido y sabrá amarlos por toda la eternidad.

7 comentarios:

  1. que hermosas palabras, aunque como dices no hay palabras para expresar tanta emocion creo que ninguna puede expresar exactamente lo que se siente en el corazon, en todo el cuerpo con tan solo ver o tener a un lado a nuestros hijos. Cada día le doy gracias a Dios por la fortuna de tenerlos y le pido que me ayude a cuidarlos y guiarlos por el camino correcto.Lindo! gracias por compartir

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  2. Simplemente hermoso, cada pensamiento llega al corazón, como padre les digo que quien tenga la oportunidad de disfrutarlos aún, hágalo porque es algo que no se puede repetir.

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  3. te felicito por tan hermosas palabras, yo soy madre de puras princesas ellas tambien son mi motivo de felicidad, mi fuerza cada dia que despierto doy gracias a DIOS por tenerlas en mi vida ...

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  4. El amor satisface en todas sus variantes: el primero, el adulto, el maternal… lo más bonito del amor es experimentarlas todas. Pero el que más duele, sin duda, es el amor que sientes por tus hijos porque si fracasas en su educación o si les pasa algo... No puedo imaginarme nada más horrible. Es el amor que más hace sufrir y al mismo tiempo el que más satisfacciones te da.

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  5. Cuando leo reflexiones como estas siempre me pongo a pensar en el gran amor incondicional de las madres y el egoísmo de los hijos... lindo texto, ojala los hijos siempre valoraran todo lo que hacen sus madres, ese amor inmenso que les dan y esa entrega sin límites siempre dispuestas a sacrificarlo todo por ellos.

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  6. No hay amor más generoso que el amor de una madre, da sin pedir nada a cambio. Hermoso el escrito.

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  7. El amor mas grande y puro es el de una madre por sus hijos, no hay nada comparable con la felicidad que proporciona un hijo, no importa los sacrificios o los trabajos que tenga que pasar una madre por ellos porque son el regalo mas hermoso que dios concibió para la mujer.

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