“Porque de los que son como niños
es el Reino de Dios” (Mc 10,14).
Con
frecuencia olvidamos que dentro de nosotros aún habita aquel niño que un día
fuimos, para quien la vida era simple y divertida. Nuestra niña o niño interior
existe, es nuestra alegría, las ganas de soñar, la ilusión, las cosas que valen
la pena, el amar por el placer de amar, el compartir por diversión sin esperar
nada a cambio, es aquello que realizamos con todo nuestro ser, la expresión de la
creatividad y de la belleza. Y muchas veces, si viéramos la vida como la ve un
niño le sacaríamos el mejor provecho porque ese niño interior de vez en cuando,
nos dejaría ver las cosas de una manera más sencilla.
Detrás
de la camisa o de la blusa, de las canas o de las gafas de sol, de las prisas,
de la mueca de tristeza o de la sonrisa entre irónica y escéptica... permanece
un niño que no acaba de morir, que desea brillar con energías nuevas pero los
adultos la mayoría de las veces no lo escuchamos, lo ignoramos y no nos damos
cuenta que la comunicación diaria con nuestro niño interior, el pequeño o
pequeña que fuimos, contribuye a nuestro bienestar.
No
debemos pretender que somos ajenos a él, eso nos perjudica porque nuestro niño
interior tal vez quiere despertar y volver a reír y a soñar como lo hacia en
otros tiempos. Ese niño que jugaba, compartía, sonreía, y no sabia del dolor,
de las heridas, que día a día gastaba toda su energía sin pensar en el futuro
ya que no conocía esa palabra, ni podía imaginar a qué se refería cuando algún
adulto la pronunciaba.
Es
tan agradable recordar cuando la vida era un poco más sencilla, donde nuestras preocupaciones
eran el poder tomar buenas decisiones a través de decir: “piedra, papel o
tijera” (como hicieron hace unos días mis hijas -18 y 20 años- para ver quien
se bañaba primero, y a mi me dio un ataque de risa al verlas tan grandes haciendo
eso) o corregir algún error diciendo: “no se vale, se repite”, y nos volvíamos
intrépidos con solo decir: “¿a que no te atreves a hacer esto?” o hacer el
negocio de nuestra vida que era “cambiar alguna estampa por otra que nos hacía
falta”.
Cuando
éramos pequeñas queríamos ser mayores, y ahora que somos mayores, nos gustaría
ser niñas nuevamente. Con los años, vamos acumulando experiencias y ganando
serenidad, empatía y un sinfín de virtudes. Entre todas ellas, nos olvidamos de
ver la vida con los ojos de un niño. Es decir, ponernos contentas sin más,
estar siempre creando cosas nuevas y desear con fuerza todo aquello que
queremos. Esas son realmente las reglas de un niño, entonces ¿por qué no
disfrutar de vez en cuando de ese niño que llevamos dentro? Si en esa época
éramos tan felices.
Y
éramos felices porque los niños no tienen que hacer nada para ser perfectos, ya
lo son y se comportan como si lo supieran; se saben en el centro del mundo. No
tienen miedo de pedir lo que quieren y expresan sus emociones libremente. Si está
enojado se enteran hasta los vecinos y si está contento su sonrisa ilumina toda
la casa. Están llenos de amor, y mueren si no lo reciben. Los niños no soportan
la indiferencia ni la soledad, pero cuando crecen aprenden a mentir, a ser
hipócritas, a vivir sin dar ni recibir amor y eso es lo que causa la pérdida de
la felicidad en el adulto.
En
nuestra personalidad está el Niño y el Adulto. Nuestro niño tiene emociones
completas, intensas, de alegría, de felicidad, de tristeza… es el sentir, el vivenciar.
El adulto… hace, piensa, actúa. Es cierto que hay niños que no tienen una
infancia muy fácil por determinadas razones y que ciertas heridas emocionales de
esa etapa nos acompañan toda la vida. Todas esas vivencias, buenas o malas, sin
duda nos ayudaron a madurar y a encontrar nuestros recursos para la vida. Pero
no podemos dejar que las heridas de la infancia limiten nuestro desarrollo y
nos alejen de la felicidad, y eso es lo que ocurre si usamos una máscara para
interactuar en la vida y ocultar la propia identidad por el miedo de ser
avergonzados, de ser lastimados nuevamente.
A
pesar de los malos momentos por los que hayamos pasado ese niño sigue ahí,
dispuesto aún a mojarse bajo la lluvia, a subirse a una cama para saltar y
rebotar a sus anchas, columpiarse lo más alto posible, reírse a carcajadas sin
importarle si llama mucho la atención, patinar cuando ve un piso reluciente y
lustroso, encontrar las soluciones más fáciles a los problemas más complicados…
dispuesto simplemente vivir a plenitud.
El
niño interior es esa parte nuestra juguetona e imaginativa, amorosa y espontánea,
creativa y amante de la aventura, curiosa, perceptiva, y sin embargo humilde y
plena de admiración y gratitud. Y no se limita a permanecer sentado, sin hacer
nada, ya que se halla muy ocupado viviendo la vida y haciendo lo que le
proporciona alegría. El niño es optimista, ingenuo, emotivo, flexible, jugador incansable,
íntegro. Todos fuimos así.
Por
eso si queremos ser realmente felices tenemos que dejar que aflore ese niño que
llevamos dentro, escondido en lo más profundo de nosotros mismos, entre
formalidades y protocolos, entre miradas que nos encadenan y amigos que no
llegan a ayudarnos. Ese niño al que le hemos quitado su espontaneidad y su
sinceridad, y ahora tiene miedo de decir lo que siente, de romper con trajes
fríos y con poses aburridas para dejar que la vida corra nuevamente por sus
venas… está deseoso de vivir y de amar, es un soñador de esperanzas y de cielos,
lleno de cariño para dar y recibir.
Tenemos
que despertar a ese niño que vive en nosotros y que de pronto se quedó dormido
porque sintió que no valía la pena estar despierto, preso de cosas que
desconoce como son los problemas laborales, la falta de dinero, las
injusticias, el engaño, y todo eso que nos cansa y nos disgusta, y que también
a él lo llena de cansancio y lo disgusta porque provocan que lo dejemos de lado,
medio olvidado o dormido. Él necesita estar despierto y volver a reír, porque
si él no ríe nosotros tampoco, si él no es feliz nosotros tampoco.
Si
dejamos que ese niño interior salga, nos daremos cuenta que nos puede ayudar a
ver las cosas de una manera más sencilla e inocente, y lo más importante, ayudarnos
a disfrutar los pequeños placeres de la vida con esos ojos inocentes y llenos
de ilusión. Puede costar al principio, porque precisamente para nosotros los
adultos eso de ver la vida como un juego hace tiempo que es historia pasada. Pero
nuestro niño interior posee gran sabiduría, el sabe lo que verdaderamente produce
deleite. No piensa en términos de límites y no juzga a nadie por sus diferencias.
El ayer no le provoca arrepentimientos, ni tampoco se preocupa de un mañana que
aún no ha llegado.
No
eres más joven ni un anciano por la edad cronológica que tengas, eres tan joven
como el niño que vive en ti, pero si dejas que siga adormecido, si dejas que
ese sueño sea eterno entonces podrás tener la vestimenta y el cuerpo de un
adolescente pero tu espíritu estará envejecido. Muchos de los males y preocupaciones
que tenemos como adultos son debidos a que hemos olvidado la alegría de vivir,
la inocencia y la naturalidad que teníamos cuando éramos niños. Nos hemos
adaptado al mundo de ahí fuera y hemos perdido, en la mayoría de los casos, la
conexión con el niño que éramos, con el placer del estar por estar, vivir por
vivir, e ilusionarnos por cada nuevo descubrimiento que hacíamos cada vez que
aparecía algo diferente ante nuestros ojos.
Pero
nuestro niño interior no ha desaparecido, no ha dejado paso al adulto y se ha
ido sin más, sino que se ha convertido en un componente oculto, y reprimido en
la mayoría de los casos, de nuestra personalidad a la cual no le damos salida.
Para decirlo de forma clara, el niño interior es un ser real que habita en el
fondo de nuestra conciencia, que tiene voz propia y que se mantiene ahí intentando
ser escuchado, y no reprimido.
Si
se ha tenido una infancia difícil es posible que rechaces, ignores y castigues a
ese niño interior que lo único necesita es el amor que le han negado y tu eres
la única persona que puede dárselo. Dile a tu niño interior cuanto lo amas y lo
maravilloso que es, dile todo lo que te gustaba escuchar cuando eras niña o
niño. Busca una foto de cuando eras niño y dile: " te quiero y estoy aquí
para cuidar de ti", recuerda que si tu niño interior es feliz tú también
lo serás. En el niño interior es donde esta el espíritu creativo. Cuando apoyo
esta parte de mi se abre la puerta de mi corazón y mi vida se enriquece.
Si
hoy ríes por cualquier cosa que te sucede, si llegas a casa y te pierdes en
algo que te alegra, si cuando vas por la calle te da risa el sombrero de
alguien que pasa a tu lado, y si al salpicarte los pantalones con barro, te
ríes porque sientes que las manchitas no te quedan bien: la mitad de la batalla
está ganada... Lo despertaste y él espera que así seas todos los días, porque
es el encargado de mostrarte la felicidad en las pequeñas cosas y eso forma
parte del gran misterio de la vida.
Necesitamos
que aflore en cada uno, ese niño interno que llevamos dentro y que, a medida
que vamos creciendo y adaptándonos a las circunstancias de la vida, va quedando
encerrado, ahogado, bajo el peso de una personalidad que se engruesa, se
endurece y se vuelve inflexible. Necesitamos esa libertad de soñar y de actuar,
sin normas, sin reglas, siguiendo únicamente el impulso del espíritu que
albergan los niños, y que a medida que maduramos va quedando limitada,
encerrada, canalizada y sujeta a los permanentes juicios de una conciencia que
ha sido impuesta por la sociedad.
Establece
contacto con tu niño interior y habla con el, es necesario convertir en
afirmaciones positivas cada negación de la niñez y aumentar el autoestima. Deja
emerger ese amor que yace en tu interior y sé de nuevo ese niño. Despiértalo y
encontrarás todas las bondades de esa etapa tan llena de espontaneidad,
felicidad y plenitud de la que nunca deberíamos olvidarnos al llegar a la
adultez.
Cuando
somos adultos, nos dejamos arrastras por la larga lista de cosas urgentes, y no
nos damos tiempo para lo que realmente importa, disfrutar de la vida. Sacar el
niño que llevas dentro no significa ser inmaduro, simplemente significa darte
la oportunidad de apreciar la vida desde una perspectiva más abierta. Canta,
ríe, juega, salta, baila, crea, imagina… permítete ser niño, no hay nada malo
en ello, libéralo, libérate. No dejes que tu niño interior se desvanezca. Un
niño que hoy, quizás, rompa perezas y aparezca, con una sonrisa limpia y un
amor más fresco.
Esto es tan cierto como que el sol nos alumbra, a medida que crecemos vamos perdiendo muchas perspectivas con respecto a la vida, las personas, el amor, las amistades, etc y nos dejamos influenciar por personas o situaciones negativas .Esta en nosotros recuperar ese positivismo que tienen los niños para volver a ser felices.
ResponderEliminarTan cierto, tan verdadero. Leyendo esto me hace sentir tan orgullosa de que la gente me llame niña aun con mis 23 años de edad, me siento orgullosa de reflejar esa inocencia y ese brillar de la mirada de un niño. Me pone tan feliz seguir creyendo en la magia.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo con lo que dices, concuerdo con todo porque en esta sociedad tan apresurada y consumista es muy difícil valorar las cosas pequeñas como son el volar de un ave o un bello atardecer sigo siendo una romántica pero lo que se es que tengo que seguir guardando ese brillo en los ojos que solo lo tiene un niño cuando descubre cosas que nunca había visto antes. Aquí les dejo dos ejemplos que hace un tiempo leí en una revista Selecciones de lo que es pensar como niños:
ResponderEliminar1-"Por las noches, cuando acostaba a mi hijo Santiago, de tres años, se mostraba muy renuente a dormir. Tras perseguirlo por toda la casa y meterlo en su cama, fruncía el ceño muy serio y señalando con el dedito, me decía en tono amenazante:
- Bueno, me voy a dormir, pero mañana voy a despertar, ¿oíste?"
2-"Hace poco tuve dolor de cabeza y mi hijo de tres años, queriendo ser amable, corrió a la alacena por un analgésico. Trató de abrir el frasco pero no pudo; sólo se oyó un chasquido, así que le expliqué que la tapa era a prueba de niños.
-Lo que hay dentro del frasco no es bueno para los niños -le dije-. Tiene una tapa especial que los adultos pueden abrir pero los niños no. Tras una pausa, replicó:
- Pero no entiendo. ¿Cómo sabe el frasco que soy un niño?"
Creo que estos ejemplos lo dicen todo.
tus palabras me hacen recordar que estoy viva,y que tengo un corazon al cual debo escuchar para ser feliz..siendo esto mi unico deber.
ResponderEliminarDefinitivamente creo que vale la pena ir al rescate de nuestro niño interior, dejarlo salir a la superficie y permitir que nos tome de la mano y nos guíe por caminos de sana diversión. Ojala que todos volteáramos a mirar nuestro niño interior. Definitivamente habría más personas felices, menos guerras y un mundo maravilloso. Yo a veces cierro los ojos y voy a su encuentro... y el toma mi mano, me anima a divertirme y empiezo a reír... quizás por eso río mucho y me gusta hacerlo, y me gusta rodearme de gente que ríe con el alma no con los labios, no se si me entienden.
ResponderEliminarCreo que es cierto, si todos de vez en vez dejarasmos salir ese niño interior seriamos mas felices y muchos problemas podriamos resolver mejor.
ResponderEliminarHace unos meses que encontré este blog y me gustó tanto que no dejo de leerlo, pero hace poco un día que tenía tiempo me puse a leer viejos post de este sitio y he encontrado cosas realemnte bellas, algunas me han atrapado totalmentey con otras me he sentido identificada. Te felicito por este sitio, al que ya sin remedio soy adicta.
A los nuevos que van llegando y a quienes como yo hace un tirempito estamos aqui perono llegamos desde sus inicios les recomiendo leer de a poquito los post antiguos, les aseguro que los disfrutaran mucho, hay alegría, pasión, dolor,reflexiones, mucho amor y sobre todo un gran corazon, una gran madre y amiga, una gran mujer de eso no tengo dudas. Les garantizo que no se arrepentirán de ir un poco atrás en el tiempo.
Me ha encantado tu texto y tienes razón si dejamos aflorar nuestro niño interior más veces que lo que lo hacemos seriamos mas felices y con menos, el pasado domingo pude disfrutar de un dia rodeado de mucho amor como una niña mas, haciendo un almuerzo en el campo,tomando el fresco debajo de un frondoso árbol y viendo como mis hijos reian sin preocuparse de nada y yo me sentí como ellos en ese instante yo era una chiquilla disfrutando de la naturaleza y la fresca brisa que hacia sentir el ser mas feliz de la tierra.
ResponderEliminarEs algo maravilloso, como podemos olvidar nuestro niño interior si es quien nos mantiene latente el corazón?
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