Voy a tocar un tema que pese a lo complicado es relevante y motivo de conflicto en muchas ocasiones. No entraré en experiencias personales y eso que ejemplos no me faltan. Simplemente la pregunta es: ¿Por qué las relaciones entre ambas son a veces tan complicadas? Los especialistas afirman que la relación entre madre e hija es la más compleja de las relaciones familiares, más que la de la mamá con su hijo o la del padre con su hija. No existe una explicación científica, se desconocen los motivos de tal hecho. Inclusive, para muchas mujeres es un misterio las manifestaciones de amor con sus hijas, porque a pesar de los contratiempos y las desavenencias el vínculo es muy fuerte.
Amor-odio, aceptación-rechazo, alejamiento-acercamiento, son sentimientos que caracterizan, con mayor o menor intensidad, al vínculo más profundo que existe en la vida de toda mujer, la relación con su madre. Esa unión cambiante y progresiva resulta fundamental para la esencia de cualquier mujer. Las iras, las frustraciones y el auténtico amor que las madres y las hijas compartes dan lugar a emociones muy complejas, variadas y versátiles, que hay que explorar para descubrir las mujeres que somos. Nancy Friday en su espléndido libro Mi madre yo misma, dice: “Cuando dejé de ver a mi madre con los ojos de una niña, descubrí la mujer que me ayudó a alumbrarme a mi misma”.
Cuando somos niñas idolatramos a nuestra madre, en ocasiones la aborrecemos en la pubertad, y muchas veces la creemos nuestra enemiga en la adolescencia y, si todo marchó más o menos bien, la comprendemos y valoramos de adultas, acercándonos más a ella. Si existen relaciones pasionales y complicadas, esa es sin duda la de madre e hija. Entran en juego muchos sentimientos y distintas concepciones de la vida. Llevarse bien no es tan fácil como podríamos esperar, principalmente en la adolescencia que es la edad más intolerante. A veces esas relaciones se tornan tan tormentosas que llegan al rechazo, con gritos y expresiones hirientes, difíciles de olvidar.
No cabe duda que esta relación es de una complejidad interesante. Puede abarcar los dos polos extremos: amor y odio. Cuando una hija es pequeña tiene a su madre como diosa, todo lo que hace su mamá es bueno y siente un apego emocional muy grande. Se establece en estas primeras etapas unos vínculos de intimidad muy fuertes. Pero cuando la niñez se trasforma en pubertad aparece el rechazo y el enfrentamiento. La mamá amiga y referencia en todo, pasa a ser prácticamente la enemiga número uno. La pubertad da paso a la locura hormonal de la adolescencia, que trasforma definitivamente la relación en tortuosa y difícil.
La relación madre-hija se encuentra casi siempre en los límites; es indefinible e inalienable. Como todo vínculo en crecimiento, es mutante: transforma y se transforma. Es necesario darnos la oportunidad de revisarla y, de ser necesario, modificarla o transmutarla en otra cosa. Las peleas son continuas, pero aún así sigue estableciéndose un vínculo de necesidad de la una por la otra. La madre se siente muchas veces dolida por las respuestas o acciones de su hija y la hija se siente incomprendida. El choque emocional está servido: cada una de ellas no entiende como la otra no la comprende. El final de la adolescencia da paso a un acercamiento tímido pero constante en las relaciones entre madre e hija.
Pero el tiempo pasa, se convierten en adultas y les llega el momento de preguntarse: ¿qué sucederá cuando sea madre? Entonces van teniendo más conocimiento de lo que significa ser madre y por tanto entienden más a la suya dándose cuenta de lo injustas que han sido en ocasiones. Cuando el vínculo de amor entre ambas no se ha dañado la relación entre ellas se estrecha aún más al convertirse la hija, es un momento de acercamiento y de reencuentro.
Cuando llega ese momento, es que nos damos cuenta de la complejidad que representa “hacer” personas, criar seres humanos. Recuerdo que cuando me quejaba de la incomprensión maternal por algún error en mi comportamiento, mi madre me decía: “me entenderás cuando tengas tus propios hijos” y ¡claro que la entiendo! por eso le digo lo mismo a mi hija cuando se suscita un conflicto o discrepancia entre nosotras.
La relación madre e hija es un vínculo tan pasional que a veces resulta difícil controlar. Del odio al amor en un solo paso, de la compañera confidente a la enemiga mortal, y de vuelta al reconocimiento. Los avatares de las relaciones entre ambas muchas veces parecen los de una montaña rusa, que en cuestión de minutos puede pasar de un día soleado a la más grande de las tormentas, para luego volver a ver el arco iris. Las mujeres construimos en dicha relación nuestro “yo” y nuestra identidad femenina.
La relación perfecta madre-hija es un mito. ¿Cuántas mujeres se sienten asfixiadas por sus madres? ¿Cuántas madres sienten que sus hijas no las comprenden? Tanto madres como hijas suelen sentirse atrapadas en estas relaciones sin siquiera poder visualizar cómo salir del conflicto. Es más, si existiera el término “divorcio” para madres e hijas, estoy segura que muchas lo harían en determinada etapa de la vida. Existen principios fundamentales para sanar la relación:
El primer paso es entender que tu madre, tan solo es humana, frágil, imperfecta, quizá con una infancia infeliz. No idealices ni desprestigies, tu madre no es Dios, ni tú como hija una santa. Somos personas y lo mejor que podemos hacer es humanizarnos, así que perdónala si se equivoca o hace algo que no te gusta, recuerda que quieres vivir tu vida a tu manera, déjala entonces que ella viva la de ella, simplemente ámala como es.
El segundo paso es reconocer el sufrimiento para no quedarte atrapada en el y en la relación mal sana con tu madre. No tienes que cambiar nada ni a nadie. Sólo dale amor, protección y comprensión al ser que te dio la vida, tú existes porque existe ella. Aprender a vivir tu propia vida.
El tercer paso es aprender a poner límites y no dejarse manipular. No es malo decir que “no”, “hasta aquí” y poner un límite en la convivencia con los seres que más amamos. Los límites son para dar libertad y seguridad, no sólo para ti sino también para tus hijos. A partir de la sanación de las heridas, empieza a amarte a ti misma, y a darte la oportunidad de ser libre, fuerte y crecer espiritualmente con ella.
Dejemos que viva lo que nos diferencia de nuestras madres sin borrar lo que nos hace semejantes a ella. Veamos en nuestras madres a una mujer, con todo lo que ello implica, y enseñemos a nuestras hijas (si las tenemos) a vernos como tales. La relación entre madre e hija puede ser una de las más hermosas que experimentemos en nuestra vida, y es una de las más intensas, profundas y complejas del ser humano.
Pero lo cierto es que hay que tener cuidado con estos conflictos porque ni madres ni hijas salen “intactas” de ellos. Por eso es muy importante y necesario poner límites a las recriminaciones y hay que aprender a perdonarse mutuamente. Sin perdón, desperdiciamos el tiempo de amar. Hace unos años una amiga me dijo: “Yo tenía conflictos con mi madre de todo tipo pero sobre todo por mi culpa porque cuando fui creciendo le exigía que viviera siendo el modelo que yo quería y no logré llevarme bien con ella hasta que la acepté tal y como es, con sus defectos y sus virtudes”.
Mi hija adolescente a veces también me recrimina pero para ser sincera no lo hace demasiado ni me juzga, creo que si me pasara le pondría un punto final a ese conflicto de inmediato, aclarándole hasta dónde llegan sus límites, para evitar daños mayores. Porque al final cuando ella sea una adulta no sólo comprenderá las cosas que ahora le digo sino hará con su vida lo que quiera aunque yo no esté de acuerdo, por eso no puedo permitirle que intente dirigir y juzgar la mía y mucho menos de forma injusta.
Amigas, si tienen una hija adolescente que dice odiarlas cuando pelean y las juzgan con dureza, no crean que están solas, que les ocurre solo a ustedes. Todas las madres del mundo pasamos por lo mismo sobre todo en la adolescencia.
Una cosa importante no olvidemos que no hay ni madres ni hijas perfectas. Y a pesar de todos los conflictos que puedan presentarse nos une un amor tan grande y un vínculo tan fuerte que no se puede romper. Como mismo damos la vida por ellas, ellas la dan por nosotras.
Es verdad q a veces como hijas somos injustas yo lo he sido con mi mamá en algunas ocasiones, hace tiempo que nos entendemos mejor pero ya soy adulta y lo q hemos hecho es escucharnos y respetar cada una el espacio y forma de la otra, eso es lo importante para una buena relación como dices respetar la vida de cada cual, su manera de vivir.
ResponderEliminarTodo lo que dices es verdad, yo fui muy injusta con mi madre cuando era una adolescente, nosotras viviamos solas porque mi padre nos habia abandonado a ambas y yo le reprochaba muchas cosas a ella pero sobre todo le hacia casi una guerra cuando ella queria salir con alguna amiga o amigo, yo queria que solo estuviera y saliera conmigo. Las discusiones llegaron a ser violentas porque por más que me explicaba yo no entendia, era demasiado egoísta cuando de ella se trataba, le decia tantas cosas que la la hacia llorar mucho. Cuando me hice una mujer adulta comprendi el sufrimiento que le habia dado a la perasona que me dio la vida, por gusto, por egoismo, y no se merecia ni un tantito las cosas que yo le decia y entendi que ella necesitaba de esos ratos, los necesitaba mucho y yo no solo se lo impedia sino que la hacia llorar a veces durante horas. Le he pedido perdon muchas veces por todo aquello, pero aunque ella me a perdonado yo nunca podré perdonarme a mi misma por haberla hecho sufrir tanto. Nuestras relaciones mejoraron mucho cuando empece a comprenderla y a dejarla vivir, hoy somos inseparables. Hoy soy madre y espero que mis hijos no me hagan sentir en carne propia todo lo que mi pobre madre sufrio conmigo. Tenemos que dejar vivir a nuestras madres su pedacito de vida a su manera, porque el resto de su tiempo, de su vida esta en funcion de nosotros los hijos. Tienen derecho a sus pequeños ratos como mejor les plascan. Perdoname que me haya estendido demasiado pero al leer lo que escribiste me revolviste los recuerdos y el remordimiento que aún siento por haber sido tan injusta con quien no solo me lo dio todo, sino quien nunca ni en los peores momentos dejo de tgener una palabra y un gesto de puro amor para mi.
ResponderEliminarEs verdad que es un tipo de relación muy complicada, yo fui testigo de todo lo que mi hermana paso con mi sobrina cuando era una adolescente, las peleas entre ellas a veces asustaban. Por suerte ya todo cambio, se respetan y se comprenden, y sobre todo una no invade el terreno de la otra, creo que eso es muy importante.
ResponderEliminarLa dos sois mujeres ¿qué quereis?
ResponderEliminarYo por el estilo, ella me criticaba mucho mi forma de actuar despreocupada, mi manera de ser, mis juergas con los amigos hasta altas horas desobedeciendo sus reglas y yo en venganza le reprochaba y la injuriaba cuando salia con sus amigas o con algún novio, si bebía o si trasnochaba, nada que hiciera me venía bien. Cuando las discusiones se ponían muy feas y fuertes ella también lloraba mucho y me decía que ella vivia dedicada a mi, que lo unico que hacia era trabajar para darme lo mejor y que no se merecia que le dijera todas esas cosas injustas. Cuando me converti en mujer y comence a necesitar ese tiempo con mis amigas, que es muy diferente a la amistad en la adolescencia, para desahogarme, salir, beber, bailar, ese tiempo que todos nos merecemos para desconectar de los problemas fue que comprendí a mi madre y lo injusta y egoísta que yo había sido. A partir de ahí nuestras relaciones volvieron a ser buenas, cariñosas y pasivas, pero lamentablemente no me duró mucho y no puedo sacarme del corazón el sufrimiento que ahora estoy conciente ella debio padecer en esos años por mi culpa.
ResponderEliminaryo fui testigo de las grandes peleas entre mi hermana y i mama aquello parecia una guerra y selastimabna mucho porque cada una por su lado lloraba mucho cada vez que se fajaban. mi hermana ahora tiene dos hijos y se lleban de maravilla, las mujeres son muy complicada sin dudad alguna.
ResponderEliminarque quereis que os diga, es cierto todo es cierto y lo mas lamentable es lo que sufirmos ambas con todos esops conflictos desagradables.
ResponderEliminarMi esposa y mi hija se pelean constantemente y se dicen cosas muy duras, sobre todo mi hija la ataca a vece con demasiada dureza, yo estoy en el medio y no me gusta que se peleen de esa manera porque se hacen daño sobre todo mi esposa llora mucho,ademas nosotros ambos vivimos para nuestros hijos pero siobre todo ella que se dedica a ellos en cuerpo y alma que se los da todo y no escatima en tiempo ni esfuerzo. Yo no se como resolver esto he conversado mucho con nuestra hija pero ella no entiende. en estos momentos a penas se dirigen la palabra y a mi eso me tiene muy disgustado porqwue se lo mucho que se quieren a pesar de todo y he escuchado a mi hija hablar de su madre con otras personas y lo hace con orgullo, ¡entonces porque la ataca aasi de esa manera! no lo entiendo.
ResponderEliminarlo que las dos les falta por observar , es que es el amor , el amor es es el motor, pero el amor es respeto, es acatar normas, es colocar prioridades, es disfrutar de espacios sencillos y cosas sencillas, que es el amor, con uso de la razon que se esta educando y formando a un ser para esta sociedad , para que pueda ser util para ella y otros, para que pueda servir a los demas el dia de mañana.
EliminarGran análisis pleno de objetividad y realismo que encierra una gran lección de convivencia y tolerancia
ResponderEliminarGran mensaje....y no sabes como me cae!! ....es una relacion muy complicada y mas cuando no nos sentimos queridos y apoyados como lo quisieramos.....mi caso particular es que mi madre es muy controladora y todo es a su manera.....yo creo que mi mayor problema es que no se como hablar con ella y poner mi punto de vista....es dificil nunca fuimos muy cercanas pero ahora q ya voy por los 35 es aun mas lejana.;(
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