Es
temprano, pero el calor no me deja permanecer por más tiempo entre las sábanas,
y decido darme una ducha rápida para refrescarme. Mientras me seco pienso en
qué voy a cocinar para hoy con ese pensamiento me lavo los dientes, me echo desodorante,
un poco de perfume y me pongo un ligero y corto ropón negro, estoy sola en casa,
¿para qué más ropa? hay mucho calor.
Voy
a la cocina, me preparo un café mientras busco en el refrigerador las opciones
que tengo para hacer de comida. Finalmente me decido por bistec de cerdo y una
panetela de postre, saco la carne para dejarla adobada y tenerla lista para
freír a la hora de la comida. Antes de picar las especies, enciendo el horno
para que se vaya calentando.
Busco
los ingredientes para la masa de la panetela, la preparo, la echo en el molde y
la pongo a hornear; el calor es intenso y tengo harina hasta en el pelo, estoy
pensando en darme otra ducha cuando acabe. Me dispongo a batir las claras de
huevo cuando suena el teléfono, eres tú, para decirme que en una hora llegarás.
Debo apurarme e ir terminando todo, para ducharme y estar presentable cuando tú
llegues.
Pico
las especies, adobo la carne, la tapo y la guardo en el refrigerador. Pongo a
hacer la almíbar y comienzo finalmente a batir las claras para el merengue; todavía
quedan 30 minutos aproximadamente para que llegues, así que me da tiempo darme
otra ducha, al menos eso pienso. Me doy un susto de muerte cuando de repente me
rodean unos brazos por detrás, por poco se me cae el recipiente donde estoy
batiendo las claras, intento girarme, pero me dices que siga con lo que estoy
haciendo.
Seguramente
estabas muy cerca porque has venido en muy poco tiempo y no me ha dado tiempo
terminar, me has cogido despeinada, con la cara y las manos llenas de harina, y
por supuesto no tuve tiempo de ducharme de nuevo, me susurras al oído: “Te voy
a comer entera nena, tu sigue con lo tuyo”.
¡Diablos!
¿Cómo puedo seguir con lo mío? Si el corazón lo tengo desbocado y un escalofrío
recorre todo mi cuerpo, pero intento seguir haciendo el merengue, mientras tu acaricias
mis senos y me besas la nuca, me estremezco..., el merengue está tomando
consistencia al mismo ritmo que yo me derrito, no puedo pensar en otra cosa que
no sea participar de tu juego, que por momentos me arrebata la respiración; con
las claras casi a punto de nieve tus piernas hacen que se abran las mías, estoy
deseando acabar con el dichoso merengue. ¡Dios! sólo de intuir tus intenciones
me enciendo cada vez más, te digo que esperes un momento que tengo que sacar la
panetela del horno. Sonríes y me dices: “Yo la saco, así te ayudo y terminamos
antes”.
Las
claras están ya están a punto de nieve, me apresuro en agregarle el azúcar para
dejar terminado el merengue. De prisa quito el almíbar del fuego y le añado una
línea de ron. Mientras, tú sacas la panetela de su molde y la colocas en un
plato, yo comienzo a mojarla con el almíbar y tú vuelves a colocarte en mi
espalda continuando con tu juego mientras me besas en el cuello erizando cada
centímetro de mi piel que arde en deseo, la panetela no está fresca pero
empiezo a vestirla con el merengue, tus manos se cuelan bajo mi ropón al encuentro
de mi sexo mojado, y dices: “Mmmm, sin ropa interior, me acabas de provocar una
erección instantánea” y te aprietas contra mi espalda haciéndome notar tu
dureza entre mis nalgas. No puedo concentrarme en terminar de vestir la
panetela, a duras penas lo consigo, y la llevo hasta la mesa contigo pegado a
mi espalda, cuando suelto el plato, casi sin darme cuenta el breve trozo de
tela que me cubre acaba en el suelo... y yo tumbada encima de la mesa llena de
harina.
Ahí
estás de nuevo, entre mis piernas, retorciendo mi deseo, elevándolo a lujuria,
arqueando mi espalda... suspiro, gimo, me agarro a los bordes de la mesa, desatada
en locura y ganas hasta que casi sin respiración, entre jadeos, te digo: “¡Hazlo
ahora, necesito sentirte dentro!”, te incorporas y tiras de mi, me recuestas en
la meseta de la cocina, me muerdes los pezones salpicados de harina y azúcar, y
me siento enloquecer, ¡quiero tenerte ya!, mi urgencia es tal que al oído te
vuelvo a suplicar que me tomes; es casi un rugido apagado lo que sale de tu
boca mientras me acomodas y clavas tus ganas en mi, con ímpetu, salvaje;
nuestro baile continua a ritmo de embestidas cada vez más intensas, jadeamos, gemimos,
nos besamos…
Estamos
desatados buscando el éxtasis, empapados en sudor y rebozados los dos en
harina, de pronto con una mano halas una silla y conmigo pegada a tus caderas te
sientas en ella, y ahora soy yo la que te cabalga al trote, la que toma de ti
lo que necesita, mientras tu metes la cabeza entre mis pechos, intentando
apagar tus gemidos entre ellos, hasta que te viertes en mi, de una forma salvaje,
apretando mis nalgas casi hasta hacerme daño y me fundo contigo en el orgasmo,
cansada, mojada en ti, sonriendo te susurro al oído: “Me encanta cocinar
contigo”.
La
cocina es un caos hay cosas desparramadas por doquier, ni siquiera nos
percatamos en qué momento rompimos algunas cosas, hay especies en el piso, la
harina está regada por todas partes… pero nosotros, aún sin separarnos, sólo
nos reímos y nos besamos mirando semejante desastre. Malicioso, lascivo y
juguetón me dices: “Vamos a ducharnos y después te ayudo a limpiar y a terminar
la comida porque a mi también me encanta cocinar contigo”.
Bendita manera de cocinar, amiga
ResponderEliminarWaooooo, nosotras tenesmos mucha suerte porque yo he cocinado asi en muchaaaaaaas ocasiones y es una bendicion como dice Estela, yo no he roto nada pero se me ha quemado lo que estoy haciendo pero bueno que importa si me he quemadoi yo que mas da.
ResponderEliminarTu relato me he recordado muchas cosas, a mi me gusta mucho la cocina igual que a tu hombre y de vez en cuando ayudo a cocinar a mi mujer, es divertido, emocionante y con el calor que despedimos casi se puede cocinar sin necesidad de usar la cocina. Las cosa que pueden romperse de vez en cuando no te preocupes que tienen solucion y ci algo se quema como dice Lily también lo que importa es el momento que se vive, la pasion que se destila. Cuidate mucho.
ResponderEliminar¡Dios! cualquiera cocina asi lo mismo hombre que mujer, y como dice Frank no importa lo que se rompa, ni lo que se queme como dice Lily, hasta a mi me encantaroia cocinar de esa forma. Tus relatos me encantan, linda. Cuidate, un beso.
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