martes, 24 de abril de 2012

Ayudándome a cocinar



Es temprano, pero el calor no me deja permanecer por más tiempo entre las sábanas, y decido darme una ducha rápida para refrescarme. Mientras me seco pienso en qué voy a cocinar para hoy con ese pensamiento me lavo los dientes, me echo desodorante, un poco de perfume y me pongo un ligero y corto ropón negro, estoy sola en casa, ¿para qué más ropa? hay mucho calor.
Voy a la cocina, me preparo un café mientras busco en el refrigerador las opciones que tengo para hacer de comida. Finalmente me decido por bistec de cerdo y una panetela de postre, saco la carne para dejarla adobada y tenerla lista para freír a la hora de la comida. Antes de picar las especies, enciendo el horno para que se vaya calentando.
Busco los ingredientes para la masa de la panetela, la preparo, la echo en el molde y la pongo a hornear; el calor es intenso y tengo harina hasta en el pelo, estoy pensando en darme otra ducha cuando acabe. Me dispongo a batir las claras de huevo cuando suena el teléfono, eres tú, para decirme que en una hora llegarás. Debo apurarme e ir terminando todo, para ducharme y estar presentable cuando tú llegues.
Pico las especies, adobo la carne, la tapo y la guardo en el refrigerador. Pongo a hacer la almíbar y comienzo finalmente a batir las claras para el merengue; todavía quedan 30 minutos aproximadamente para que llegues, así que me da tiempo darme otra ducha, al menos eso pienso. Me doy un susto de muerte cuando de repente me rodean unos brazos por detrás, por poco se me cae el recipiente donde estoy batiendo las claras, intento girarme, pero me dices que siga con lo que estoy haciendo.
Seguramente estabas muy cerca porque has venido en muy poco tiempo y no me ha dado tiempo terminar, me has cogido despeinada, con la cara y las manos llenas de harina, y por supuesto no tuve tiempo de ducharme de nuevo, me susurras al oído: “Te voy a comer entera nena, tu sigue con lo tuyo”.
¡Diablos! ¿Cómo puedo seguir con lo mío? Si el corazón lo tengo desbocado y un escalofrío recorre todo mi cuerpo, pero intento seguir haciendo el merengue, mientras tu acaricias mis senos y me besas la nuca, me estremezco..., el merengue está tomando consistencia al mismo ritmo que yo me derrito, no puedo pensar en otra cosa que no sea participar de tu juego, que por momentos me arrebata la respiración; con las claras casi a punto de nieve tus piernas hacen que se abran las mías, estoy deseando acabar con el dichoso merengue. ¡Dios! sólo de intuir tus intenciones me enciendo cada vez más, te digo que esperes un momento que tengo que sacar la panetela del horno. Sonríes y me dices: “Yo la saco, así te ayudo y terminamos antes”.
Las claras están ya están a punto de nieve, me apresuro en agregarle el azúcar para dejar terminado el merengue. De prisa quito el almíbar del fuego y le añado una línea de ron. Mientras, tú sacas la panetela de su molde y la colocas en un plato, yo comienzo a mojarla con el almíbar y tú vuelves a colocarte en mi espalda continuando con tu juego mientras me besas en el cuello erizando cada centímetro de mi piel que arde en deseo, la panetela no está fresca pero empiezo a vestirla con el merengue, tus manos se cuelan bajo mi ropón al encuentro de mi sexo mojado, y dices: “Mmmm, sin ropa interior, me acabas de provocar una erección instantánea” y te aprietas contra mi espalda haciéndome notar tu dureza entre mis nalgas. No puedo concentrarme en terminar de vestir la panetela, a duras penas lo consigo, y la llevo hasta la mesa contigo pegado a mi espalda, cuando suelto el plato, casi sin darme cuenta el breve trozo de tela que me cubre acaba en el suelo... y yo tumbada encima de la mesa llena de harina.
Ahí estás de nuevo, entre mis piernas, retorciendo mi deseo, elevándolo a lujuria, arqueando mi espalda... suspiro, gimo, me agarro a los bordes de la mesa, desatada en locura y ganas hasta que casi sin respiración, entre jadeos, te digo: “¡Hazlo ahora, necesito sentirte dentro!”, te incorporas y tiras de mi, me recuestas en la meseta de la cocina, me muerdes los pezones salpicados de harina y azúcar, y me siento enloquecer, ¡quiero tenerte ya!, mi urgencia es tal que al oído te vuelvo a suplicar que me tomes; es casi un rugido apagado lo que sale de tu boca mientras me acomodas y clavas tus ganas en mi, con ímpetu, salvaje; nuestro baile continua a ritmo de embestidas cada vez más intensas, jadeamos, gemimos, nos besamos…
Estamos desatados buscando el éxtasis, empapados en sudor y rebozados los dos en harina, de pronto con una mano halas una silla y conmigo pegada a tus caderas te sientas en ella, y ahora soy yo la que te cabalga al trote, la que toma de ti lo que necesita, mientras tu metes la cabeza entre mis pechos, intentando apagar tus gemidos entre ellos, hasta que te viertes en mi, de una forma salvaje, apretando mis nalgas casi hasta hacerme daño y me fundo contigo en el orgasmo, cansada, mojada en ti, sonriendo te susurro al oído: “Me encanta cocinar contigo”.
La cocina es un caos hay cosas desparramadas por doquier, ni siquiera nos percatamos en qué momento rompimos algunas cosas, hay especies en el piso, la harina está regada por todas partes… pero nosotros, aún sin separarnos, sólo nos reímos y nos besamos mirando semejante desastre. Malicioso, lascivo y juguetón me dices: “Vamos a ducharnos y después te ayudo a limpiar y a terminar la comida porque a mi también me encanta cocinar contigo”.

4 comentarios:

  1. Bendita manera de cocinar, amiga

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  2. Waooooo, nosotras tenesmos mucha suerte porque yo he cocinado asi en muchaaaaaaas ocasiones y es una bendicion como dice Estela, yo no he roto nada pero se me ha quemado lo que estoy haciendo pero bueno que importa si me he quemadoi yo que mas da.

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  3. Tu relato me he recordado muchas cosas, a mi me gusta mucho la cocina igual que a tu hombre y de vez en cuando ayudo a cocinar a mi mujer, es divertido, emocionante y con el calor que despedimos casi se puede cocinar sin necesidad de usar la cocina. Las cosa que pueden romperse de vez en cuando no te preocupes que tienen solucion y ci algo se quema como dice Lily también lo que importa es el momento que se vive, la pasion que se destila. Cuidate mucho.

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  4. ¡Dios! cualquiera cocina asi lo mismo hombre que mujer, y como dice Frank no importa lo que se rompa, ni lo que se queme como dice Lily, hasta a mi me encantaroia cocinar de esa forma. Tus relatos me encantan, linda. Cuidate, un beso.

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