Hoy
he visto unas fotos preciosas del mar y recordé que es una de las cosas que más
amo en el mundo... he deleitando tanto mi vista en las imágenes que mi mente a
viajado hasta sus orillas y he llegado a sentir ese olor a salitre que me
encanta. Siempre que veo una imagen del mar, lo reconozco: me gustaría estar
ahí. Cuando uno tiene pasión por el mar, cualquier momento es un regalo para
caminar por la arena y sentir la serenidad o el coraje de las olas cuando
rompen en las rocas. Me encanta mirar el mar… me da la paz interior que necesita
mi alma... Me gusta observarlo desde la orilla, me gusta su hipnótico
movimiento, su fuerza. Me encanta su rugir y sentir su brisa. El mar embelesa.
Es fotogénico.
Adoro
pasearlo al atardecer o por la mañana cuando aún el sol no me molesta. Contemplarlo
en silencio y escuchar su sonido, no hay mejor melodía que la de las olas; me
encanta caminar por la orilla solitaria, mojarme los pies pisando la arena y oleeeerlo…
Tengo tantas ganas de reencontrarme con ese mar que adoro, y al que a veces tardo
tanto tiempo en volver a ver... Por eso hoy, después de recrearme con esas
imágenes que vi, visto de mar el blog e intentaré sacar tiempo para estar
realmente junto a él aunque sea unas pocas horas.
El
eterno mar que tantos secretos guarda que tantas historias a creado, ¡a quien
de una manera u otra no le gusta! ¿Por qué nos gusta el mar?, será porque es
poderoso e implacable a veces o simplemente porque sus suaves olas nos
acarician en la orilla de alguna playa, o porque no hay lugar mejor para ver
las salidas y puestas de sol o ver con la rabia que rompen las olas sobre rocas…
es bello por donde se mire, y cuando te paras a mirarlo te ayuda a pensar en
las cosas que te gusta pensar.
El
mar es una de los lugares que más me fascinan. Me renueva, me refresca, me hace
bien al alma pasar tiempo en sus orillas. Pero cuando estoy en una playa la
fauna humana que se congrega y se empeña en aglutinarse, en observarse
semidesnuda con decenas de petates y celulares para ni siquiera conectar con la
gloria oceánica es algo que me llena de asombro y contradicción.
El
mar es testigo mudo de tantos y tantos de mis días grises. Estando junto a el me
siento segura de mi misma... y me puedo pasar las horas muertas ahí contemplándolo.
Y cuando lo hago pienso a cuánta gente le gusta hacer lo mismo que a mí. Sin
dudas es algo que me atrae mucho y con lo que me identifico. Siempre firme, atento,
constante y fiel amigo, que nunca me falla... Puede parecer una tontería, pero
es lo que siento.
Siempre
he pensado que el mar es una explosión de belleza. Que los momentos más mágicos
de la vida tienen lugar en el mar o están relacionados con él. Me parece el
lugar más bello de la tierra y cuando me introduzco en él, me siento la persona
más libre del mundo. La más feliz. No concibo la vida sin el mar. Está presente
en cada momento de mí día a día. En cada acción, en cada palabra, en cada
sentimiento, en cada mirada. Es el mar esa puerta abierta a ser el uno mismo
que sólo se puede ser ahí.
Cuando
estoy junto a el me cuenta al oído milagros de miles de leyendas que quedaron
entre sus aguas. En esos momentos sus murmullos monocordes y constantes son
todo lo que quiero y lo que amo, porque ahí siempre sé qué soy, qué siento y me
confirma que vivo en una conexión secreta y relajada con sus historias que
juntan magia en sus orillas. Junto a el me hago de sueños y dejo acunar los
sentimientos dormidos en cada paso, en cada huella de aguas y de arenas… con
sabor a sal… esperanza de permanecer como la última ola con aroma de mar que
acaricie su orilla…
Adoro
esa sensación de profunda relajación y paz interior que me invade cada vez que
contemplo esas cristalinas aguas azules manchadas con la blanca espuma de las
olas... Me da vida, me aporta energía, me acaricia su brisa y me da alegría. El
mar también es un escenario poderoso para la lectura, hay pocos placeres tan
espectaculares como leer un libro junto al mar.
No
se porque mirar el mar me hace pensar... y no en las cosas rutinarias que uno
puede pensar parado en un semáforo por ejemplo... sino pensar en el sentido de
la vida, en el sentido de MI vida... Supongo que tras repasar las grandes
cosas, las más importantes y ver que están en orden (gracias a Dios), irremediablemente
empiezo a dar vueltas a otras, que a veces, ocupan mis pensamientos en
demasiadas ocasiones. Supongo que todo el mundo echa de menos lo que no tiene y
en mi sofá o en mi butaca simplemente se habrían quedado así, pero frente al
mar voy más allá... frente al mar siempre me pregunto el por qué de esas cosas,
el por qué son, el por qué no son.
Frente
al mar me pregunto si es suficiente la espera, me pregunto cómo he llegado a
tener tanta paciencia, me pregunto si esto va a cambiar, si merece la pena… Y a
pesar de que es cierto que nada es tan fácil como puede parecer, creo que es
igual de acertado decir que tampoco nada es tan difícil. Dicen que cuando
alguien quiere realmente algo encuentra una manera… y cuando no, una excusa.
Sea lo que sea, al final sentir algo bonito siempre merece la pena…
Nada
como bañarse de noche en el mar, es algo que nunca me atreví a hacer porque me
daba miedo su profunda oscuridad, gracias a mi hermanita lo logré y hoy me
fascina hacerlo, y en medio de la noche escuchar el sonido de sus aguas desnudas
porque arrastran la risa de los niños y el llanto de los enamorados.
Amo
el mar por grande y poderoso, porque llega donde lo llevan mis pensamientos,
porque él puede llevar mi mensaje hasta donde no lo haría nadie... cuando mis ojos
físicos lo miran fijamente, se pierden y enceguecen en sus aguas profundas. Y
puedo viajar con él... Lugar de encuentro, de roces prohibidos… sus aguas redimen
a los corazones solitarios y arrastran la inmundicia de todos, y a todos sumen
en la lujuria más lasciva, y a todos bañan en su inercia suave.
Sin
duda alguna Mar es un diminutivo de maravilla y Amar es una extensión del mar.
Tenemos algo más en común y es que disfrutamos el mar de una forma diferente al resto del mundo. Me encanta leer, con el sonido del mar de fondo y recibir la caricia de la brisa salada, pero todo eso cuando el sol empieza a esconderse en el horizonte cuando tímidamente la luna empieza a desperezarse de su sueño. Eso no quiere decir que no me gusta el sol, es una gran fuente de energía y vitalidad, pero a la playa me gusta ir, cuando él empieza a decir adiós.
ResponderEliminara mia ntes no me gustaba nada la playa.. xo aprendes a quererla.. sobretodo cuando no hay gente.. aqui ahora da asco, y hasta las aguas estan mas revueltas x toda la gentucilla q se adentra a corromperla.. los meses de febrero hasta junio esta el mar deluxe... nada mejor que correr en febrero dandote el solete en la espalda y despues darte un baño en el agua fresca...dios!!! q gustazo... o que decir de los paseos nocturons... mmm q gozada..
ResponderEliminarSabes que adoro el mar y la playa, creo que este año lo llevo tan mal por ir poco, entrar en el mar sintiendo la caricia de las olas, eso para mí es gloria bendita. Ve temprano o al atardecer, disfruta sentada frente al mar, escucha su rumor y respira profundo. No se si tal vez nos crucemos en la playa algún día para poder sonreírte pero igual este también es un buen lugar para hacerlo... me has recordado a una mujer que ama el mar como tú y me has puesto una sonrisa mientras te leía. Ve a tu mar para que su contemplación además de regalarte paz, te sugiera muchos momentos de felicidad... ni te imaginas como me reflejo en todo lo que escribes.
ResponderEliminarSomos muchos los que te seguimos, aún en el anonimato. Nunca dejes de reflejar esa gran vida interior que tienes. Ve a tu mar, disfruta y tráenos historias, esas que sólo el mar sabe contar.
ResponderEliminarMi recuerdo de la primera vez que visité el mar es su olor. Yo tenía 11 o 12 años; tal vez por haberlo visto en los mapas, el la tele... su inmensidad no me llamó la atención, fue su olor. A mi me encanta la playa, pero en invierno, cuando el aire huele a sal y no a bronceador y a leche de coco, cuando al andar esquivas maderas que las olas trajeron y no toallas.
ResponderEliminarhola... la verdad me encanto lo que escribiste lo leí todo y me lleno de emoción como describiste la grandeza del mar..
ResponderEliminarme doy cuenta que no soy el único profundamente aficionado del mar
yo conocí el mar cuando tenia 14 años. siempre me intrigo como era y que se sentía bañarse en el, sentir su brisa. y el sonido de las olas.
hasta que un día llego el día. cuando lo vi en su inmensidad te juro que me largue a llorar. me sentía alegre y relajado siendo su brisa y olor a sal. desde entonces me fascina el mar, amo el mar.
cada ves que me meto en sus aguas me relaja su sonido, me siento libre. me conecta con mi alma y me hace olvidar de los pensamientos de la vida cotidiana.
asi que gracias por estas hermosas palabras que lei acerca del mar. saludos desde Argentina.
yo adoro el mar ,sus misterios sus cuentos alegras terrorífico,y de muerte, pero a la vez, cuantos secretos silentes de amor , recuerdos de amigos que ya no están, caprichos de adolescentes botados en el,y recuperados al pasar los años.
ResponderEliminarEncontré en tu escritura la paz que me hacia falta, te agradezco. En mis años mozos visitaba nuestro hermoso mar con mi madre, ella partió a la eternidad. Al pasar de los años mi hija, una bella niña fué mi nueva compañera para admirar la calma o la furia de las aguas de nuestro protagonista. Hoy no le es tan fácil por sus obligaciones y yo tampoco puedo hacerlo ya que hacen cerca de 20 años mi pobre esposo vive pegado a una silla de ruedas y su piel es tan delicada que no permitiria exponerla al sol. De ninguna manera me apena mi suerte, le pongo muchas ganas a mi vida pero hay momentos como este que signigica mucho leer tan lindas palabras y ver las vistas de ese inmenso mar que cuando lo miramos nuestras pupilas y nuestro sentir quedan extasiados.
ResponderEliminarLamento mucho que ya no puedas visitar el mar como antes, pero me alegro que mis palabras y las imágenes lo hayan llevado hasta ti. Y te hayan llevado la paz que necesitabas. Soy yo quien agradece tus palabras y tu tiempo. Un abrazo y un beso con sabor a salitre.
EliminarSabiendo que nadie me escucha quiero compartir mi amor por el mar.
ResponderEliminarDesde pequeña paso todos mis veranos en un pueblo de Cantabria, con unas playas que para cualquier persona no tienen nada de extraño. Es verdad que antes solo quería quedarme en la piscina de mi camping. A medida que pasaba el tiempo eso fue cambiando y me pasaba mañanas y tardes en la playa dentro del agua o con los cangrejos, cuando me enfadaba con mis amigas paseaba hasta la playa y subía a los acantilados. Ahí empezó lo que llamó mi amor por el mar, empecé a escuchar a el silencio porque este también habla. Escuchaba las olas, la brisa, veía a la gente desde arriba, los colores...todo. Creo que eso también me ayudó a amar a la naturaleza más que a las personas. A mis 15 años tuvimos que dejar el camping por temas económicos y me rompió el corazón pero sabía que no podía dejar de ir. Ahora voy todos los años de acampada al mismo camping y lo primero que hago al llegar es irme a la playa y tiraré en la arena, con ropa o sin ropa, eso da igual. Espero y ahorro todo el año para ese monto, el mejor momento del año...
Ami el mar, los lagos, los ríos... Pero esa playa que a simple vista es tan normal me devuelve a mi infancia es por eso que para mí siempre será la más bonita...