Al
convertirnos en madres se nos acaba la paz, cuando esos pequeños seres nacen la
normalidad en nuestra vida simplemente deja de existir. Es increíble lo
pequeños que son y cómo desmontan tu mundo nada más llegar, es asombroso. Un
hijo no sólo se lleva en el vientre nueve meses sino en el corazón durante toda
la vida porque además de ser madre por instinto hay que aprender a serlo, con
paciencia y dedicación, y no significa que las buenas madres no gritemos y
perdamos el control cuando rompen algo, se suben de tono con un vecino o cuando
te dan una queja por algo que le has dicho mil veces que no se hace. Es cierto
que hay que tener aguante para educarlos porque ellos no vienen con
instrucciones bajo el brazo y un sello de garantía que diga “de buenos padres
siempre salen buenos hijos”.
Las
respuestas de cómo criarlos no se encuentran en los libros escritos por
psicólogos, te ayudan indudablemente, pero no te dicen qué hacer o hasta
cuántos números contar cuando se suben a un árbol o a un muro donde si se caen
lo menos que puede ocurrir es que se partan un hueso, ni tampoco cómo no perder
el control y aterrorizarte cuando son muy pequeños y se meten algo por la
nariz… todas esas cosas las aprendes a base de sustos y la cuota de sufrimientos
que trae cada ocasión.
Lo
más difícil y doloroso de ser madre no es el parto como muchos piensan, yo les
garantizo que no lo es. Ese simplemente es el comienzo de nuestra vulnerabilidad
porque el dolor nos traspasa cada vez que se enferman y los vemos indefensos,
en peligro… entonces rogamos y esperamos con desesperación que la medicina
cumpla su cometido lo antes posible… sufrimos cuando los vemos llorar, cuando
se caen y el golpe es demasiado fuerte y te sientes (irónicamente) culpable por
no haberlo previsto, mueres de angustia cuando los dejas por primera vez en el
círculo infantil y con esos ojitos llenos de lágrimas te suplican “mamita no me
dejes”, esos dolores son mucho más grande y lacerantes que los dolores de
parto.
Y
ni qué decir si estamos lejos de ellos, cuando estamos fuera de casa, en el
trabajo, en una reunión importante o en una fiesta, a cada instante viene a tu
mente su olor, su risa, sus manitos en tu rostro… y pensamientos como “qué
estarán haciendo”, “estarán bien”, “diablos, estoy loca por irme a casa”… y ahí
es donde tenemos que endurecer el corazón para no abandonarlo todo y salir
corriendo junto a nuestros críos para asegurarnos que están bien, que no corren
ningún peligro… Nos tenemos que llenar de coraje para no obedecer al corazón y
entender que las demás cosas de la vida también requieren nuestra presencia
porque necesitamos trabajar, porque la reunión es verdaderamente importante y
no podemos abandonarla así como así… también la fiesta está genial y la estamos
pasando súper con nuestros amigos y pareja (si la tenemos), en el fondo sabemos
que nos hace bien seguir compartiendo y divirtiéndonos porque de esa forma
salimos de la rutina, de las preocupaciones (menos una claro “ellos”),
necesitamos un poco de relax por nuestro bien y el de toda la familia, para
seguir afrontando con energías el día a día, por eso y porque nos lo merecemos
como persona tenemos que quedarnos un rato más.
Y
cuando crecen… cuando crecen no dejamos de preocuparnos, todo lo contrario las
preocupaciones son mayores porque ya están fuera de nuestro círculo protector y
entonces suplicamos a Dios todos los días que no les pase nada malo, que sepan
tomar las decisiones correctas, que en sus estudios o trabajos salgan adelante
y puedan labrarse un futuro merecedor de hombres honestos y dignos, que
encuentren un amor sincero que los llene de felicidad porque los yernos y
nueras también nos llegan al corazón, y según dicen los que tienen nietos,
cuando esos llegan... esa es la “tapa al pomo”.
Nos
duele y nos angustia cuando son injustos con nosotras, cuando nos dicen “te
equivocaste”, “me hiciste sentir muy mal”, “en qué estabas pensando”… ahí
dudamos en si somos realmente lo que ellos esperan y la inseguridad nos golpea,
nos lastima, a nosotras que hemos hecho de todo (porque cuando nos convertimos
en madre también nos convertimos en enfermeras, educadoras, cocineras, artistas
de teatro, etc) y lo sacrificamos todo (estudio, trabajo, diversión, etc) por
ellos, solo por ellos con el mayor placer y entrega, con una dedicación total.
Es cierto que a veces nos equivocamos pero en esos momentos en vez de un duro
reproche o palabras hirientes, queremos y creo que merecemos comprensión,
escuchar en medio de la conversación aclaratoria de lo ocurrido “yo sé que no te
diste cuenta”, “no te preocupes, sólo te lo digo para que entiendas como me
sentí”, “dame un beso, no quiero que te sientas mal”, “te quiero”… Porque
nosotras necesitamos como cualquier persona que nos señalen nuestro error pero
ellos no deben olvidar que ser madre no es perder nuestra condición de ser
humano y por tanto nos equivocamos y tenemos el derecho a hacerlo y a
rectificar al igual que ellos. Y en esos momentos, donde también nosotras nos
sentimos mal, es cuando más necesitamos saber que nos aman y que nuestra
equivocación ha quedado aclarada sin haber levantado un muro entre nosotros.
Tener
hijos nos cambia la vida totalmente, las heridas del parto sanan pero
convertirnos en madre nos abre una herida sentimental tan grande que nos
convierte en seres vulnerables para siempre… Donde quiera que estamos cada cosa
mala que escuchamos que le ocurre a un niño, un accidente de tránsito, una
muerte prematura… nos llevarán a una sola interrogante, a un pensamiento que
nos partirá el corazón: ¿Y si fueran mis hijos? En ese momento no importa lo
inteligentes y preparadas que estemos para enfrentar la vida, no importa que
seamos “duras”, verdaderas “mujeronas” ante las adversidades, nada, nada
importa porque sencillamente convertirnos en madre nos lleva a un nivel muy
primitivo de la existencia donde lo más importante es proteger a las crías por
encima de todo, ante todo.
Somos
capaces de sentirnos unidas a otras mujeres que ni conocemos simplemente porque
desean acabar con las guerras y nos une un lazo indisoluble con todo aquel que
sea capaz de amar con sinceridad a nuestros retoños y protegerlos. Yo tengo dos
hijos, mi “príncipe” y mi “princesa” cada uno más hermoso y especial que el
otro, diferentes en carácter, forma de actuar, pensamiento… pero son mi mejor
creación, mis obras de arte perfectas y hermosas, nada de lo bueno que he
tenido en la vida se compara con ellos, nada de lo que yo haya podido hacer o
desear, vivo por ellos, para ellos, sin olvidarme de mí pero en esencia es así.
Cuando
nos convertimos en madres ya nada vuelve a ser igual, nuestra vida y todo lo
importante que teníamos hasta ese momento, incluidas nosotras mismas pasa a un
segundo plano desde el mismo instante que los traemos al mundo. Somos felices
cuando los vemos sonreír por primera vez, cuando los vemos intentar dar sus
primeros pasos para aprender a caminar, sus balbuceos para comenzar a hablar…
estamos convencidas que sin dudarlo damos nuestra vida por salvar la de ellos,
que ya no nos importa tanto cumplir nuestros sueños sino ver los de ellos
cumplidos y... no puedo seguir escribiendo más por hoy porque las tontas
lágrimas me nublan la vista…
Querida amiga, la mujer que diga que al ser madre no le cambió la vida, no es madre o no estuvo o está preparado para ello. Los hijos (sin dejar de valorarnos) son la mejor creación de las mujeres convertidas en madres y por ello son parte de nuestras vidas, lamentablemente solo partes porque si fueran completos y pudieramos literalemte ofrecerlas por ellos lo harÍMOS SIN pensarlos, pero tristemente no es así y por eso considero que el dolor mas grande que existe en el mundo es perder a un hijo.
ResponderEliminarAhora, solo pido que analices si tus hijos son queridos y aceptados por la mayoría, quiero que pienses se los ves en el camino correcto de convertirse en hombre y mujer de bien... si es así, tranquila eres una magnífica madre, no la perfecta porque esa no existe, somos seres humanos con defectos y sentimientos.... ahh!!! y no te sientas triste, TODAS ALS MADRES pasamos por momentos semjantes en que pensamos que no nos quieren o no somos comprendidas, sin embargo, luego de la crisis emocional que causa ese instante nos damos cuenta de que tratan de imitarnos con sus especifidades como es lógico, pero si somos su modelo a seguir, SOMOS LAS MEJORES MADRES QUE PODIAN TENER y lo que si siempre hay que demostrarles es somos las que SIEMPRE los vamos a adorar.
Y para terminar te adjunto algo que leí alguna vez:
"La vida es muy corta para levantarse de mal humor.Debemos siempre sonreir.
Ama a las personas que te tratan Bien,
Ama aquellas que no lo hacen solo porque tú si puedes hacerlo.
Créelo, todo pasa por una razón.
Si tienes una segunda oportunidad tómala con las dos manos, bien segura de ti misma.
Si esto cambia tu vida, adelante!!
Besa despacito y disfruta el amor
Perdona rápidamente y siempre recuerda: Dios nunca dijo que la vida sería fácil.
Solo prometió que valdría la pena".
Como siempre disfruto mucho tus textos y creo que a través de ellos aprendemos a repasar las cosas con mas calma y ser mejores personas:-))