En
cuestiones de amistad, se ha comprobado a través de varios estudios realizados
que, las mujeres somos mejores amigas que los hombres porque tenemos emociones
más profundas y un mayor sentido de la moral, y por eso tendemos a mantener amigos
en las buenas y en las malas. Los estudios han indicado que las mujeres
establecemos amistades más reales y sólidas.
La
amistad es una necesidad vital; como hacer ejercicio o comer, es algo que
tenemos que vivir y asir, es un vínculo sagrado y esencial. Por eso tenemos que
saber valorarla, necesitamos encontrar espacios para fomentarla y enriquecerla.
Cuando esa relación es sincera a través de ella podemos recuperar nuestra
verdadera razón de ser. También se ha demostrado en algunos estudios que las
mujeres con amistades auténticas son más saludables y viven más. Así que ya
sabes, compartir con amigas es terapéutico. No podemos dejar que los estudios, el
trabajo, nuestra pareja o los hijos nos alejen definitivamente de una verdadera
amiga.
A
veces me pregunto: ¿qué hombre tendría la paciencia de atender por teléfono los
lamentos de un amigo desolado por un amor imposible? ¿Serían capaces de
escuchar durante horas las palabras y quejas de un amigo que sufre sin
emborracharse? ¿Tendrían la infinita paciencia que tendría una mujer? Estoy
segura que no.
Las
mujeres siempre estamos dispuestas a escuchar a nuestra amiga en problemas sin
importar la hora que sea. Es a ella a quien llamamos para hablar sobre el dolor
que nos causa una pérdida, un amor imposible, una pelea con nuestros hijos o con
nuestra pareja, cualquiera que sea el tema que nos atormenta y no solo nos
escucha con paciencia sino que nos da aliento, nos aconseja, pero además es
incapaz de dejarnos mientras no compruebe que nos sentimos mejor de ánimo.
Muchas
veces nos encontramos para hablar pero en ocasiones pueden ser encuentros donde
necesitamos a esa hermana de la vida, pero en silencio porque nos sentimos tan
mal que no podemos ni siquiera hablar del tema que nos aflige, y ahí… en esos momentos
de silencio compartido percibimos la fuerza de esa amistad y cariño que nos
profesamos, con un abrazo, una mirada, un gesto, sin mediar una palabra somos
capaces de transmitirnos apoyo y comprensión.
Es
ella y no otra, la que encuentra las palabras justas para hacernos desistir de
nuestra intención de querer “asesinar” a alguien. La que nos aguanta durante
horas cuando estamos con los nervios destrozados y queriendo llamar a todos los
lugares posibles, a la policía, a los hospitales… porque ya es de madrugada y
nuestros hijos adolescentes no han regresado a casa. Pero además hace funciones
de arbitro cuando al llegar los “nenes” a la casa con su cara fresca y
tranquila te dicen: “se me pasó la hora, me entretuve”, “para qué me esperaste,
perdí la noción del tiempo”, “te preocupas demasiado” y entonces tú frenética y
descontrolada quieres matarlos.
En
esa amiga del alma depositamos los más íntimos secretos, miedos y tabúes porque
sabemos que se irán con ella a la tumba. Esa confianza es la que construye una
relación que sobrevive a todo. En la relación con nuestros maridos o hijos
solemos ponernos al servicio de sus necesidades, en cambio con una amiga no,
porque es nuestro par. Y en esta cofradía de hermanas-amigas nos cuidamos y
somos cuidadas, nos curamos cualquier herida, nos divertimos (mucha veces a lo
grande), hay cosas que son más divertidas de hacer con las amigas… y estaremos
de acuerdo en que hay otras que solamente se pueden hacer entre amigas… ¿no es
cierto?
Si
bien la soledad es una condición humana y es importante ser conscientes de eso,
nosotras podemos sentir que el mundo se transforma en un lugar más acogedor
porque tenemos un refugio cálido y seguro siempre que lo necesitamos. Las
amigas juegan un papel crucial en la vida. Es inconcebible pensar en una mujer
sin su amiga del alma. Es a quien le contamos todo, a veces hasta con lujos de
detalles, solamente si ella y no otra persona, lo pide. La única que sabe
entrar en acción cuando la situación lo requiere, para comprendernos, apoyarnos
y hasta protegernos… y siempre sin escatimar en tiempo. Novios, esposos,
amantes, todos están enterados que una mujer tiene una sombra indeclinable: su
mejor amiga.
La
amistad femenina, por lo tanto, es una relación entrañable en la que, exceptuando
el sexo, todo se hace con una complicidad que no se haya en ninguna otra
relación. Los maridos, amantes y novios por una cuestión de género, indudablemente
no podemos vivir sin ellos, pero siguen siendo de Marte y nosotras de Venus, no
hay más vuelta que darle. Por eso no hay mujer que se precie de tal que no cuente
en su haber con una o más amigas del alma, apta para cualquier tipo de
confesiones y a cualquier hora. Una amiga leal guarda tus secretos más íntimos
y no te juzga. Únicamente ella está dispuesta a romper algunas reglas y ser tu
cómplice.
Yo
tengo la suerte de tener una amiga así (no todo el mundo tiene la fortuna de
encontrarla o quizás la encuentra y no sabe retenerla), hace años que somos
amigas. Conoce mis sueños, mis proyectos, mis secretos más profundos. No me
juzga aunque no esté siempre de acuerdo con mis decisiones. Una amiga, como
ella, hace que el peso de los problemas o de la angustia se divida y sea más
llevadero. Nuestras risas nos contagian, nuestros abrazos nos contienen,
nuestra amistad nos hace únicas. Nos hemos hecho inseparables, siempre resistiendo
las idas y vueltas de la vida.
Ambas
sabemos que la amistad no es algo mágico, que es una elección consciente a la
que hay que ponerle pilas y así lo hacemos. Juntas vivimos desde las salidas
descontroladas de nuestros hijos adolescentes y las dificultades de la vida
hasta los problemas laborales. Muchas veces nos reímos porque en los encuentros
familiares (que ya son muchos), cada uno coge su sitio, los hombres hacen algún
trabajo o juegan dominó, los hijos varones de ambas juegan en la computadora y
nuestras hijas hembras han heredado nuestra complicidad y se encierran durante horas
a contarse sus cosas, y en medio de todo eso nosotras, anfitrionas, jueces y
cómplices, aprovechamos también para ponernos al día.
Lo
que más valoro de ella es su sinceridad y su apoyo, la confianza que hay entre
las dos, juntas nos divertimos mucho, bajo cualquier circunstancia. Me acepta
tal como soy. Es una persona con sentimientos muy nobles y es muy divertida.
Tenemos como un sexto sentido entre nosotras.
Las
verdaderas amigas son nuestras hermanas por elección, nuestras confidentes y
siempre esenciales en el camino de la vida. Por eso, busca siempre un tiempo
para compartir con tu o tus amigas, esa relación hay que conservarla a toda
costa porque vale la pena.
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