Estaba dormida y entre sueños sentí tus manos que comenzaron a recorrerme entera, tu boca besándome con ternura y el calor de tu cuerpo al pegarse más al mío. Abro ligeramente los ojos y veo solo una luz inclemente, pálida, que se filtra a través de los cristales buscando con avidez los cuerpos lascivos en su despertar, abrazando suspiros. Entre besos y caricias te vas directo a mi sexo, besándolo, degustándolo, mientras escuchas mis gemidos atravesar el silencio del amanecer y la claridad que entra sigilosa por la ventana, espiando hasta ver como mi elixir te llena la boca. Mis ansias van a tu encuentro, llego a la cima de una sensación que me enajena y convierte en rasguño mi caricia, en mordisco mi beso, en locura el deseo, en temblores y sacudidas el cuerpo.
¡Cielos! Me gusta cuando te vuelves perverso, imaginativo… te beso y te toco a toda prisa como si me faltara tiempo para hacerlo… mientras me acuna tu pelvis, siento tus besos, tu risa y tus susurros intentando moderar mis gemidos de placer para no despertar a nadie más. Comienzas a poseerme, embistiendo mi cuerpo, primero tierna y lentamente hasta ir aumentando la intensidad. El ímpetu con que me penetras me hace olvidar dónde me encuentro, la brevedad de la existencia, mi nombre… Solo quedan los gemidos que me matan el alma que ya no tengo y no obstante van colmando mi ser. Percibo cercano tu orgasmo, tus músculos se tensan, me deshago al tenerte en mi interior y solo puedo jadearte al oído, al recibirte embriagado de sexo en un baile de ardor y desenfreno.
Rodamos sobre nuestros cuerpos, ahora yo estoy encima, me agito llena de placer… me gusta subirme a tu cuerpo, morder la comisura de tus labios, palpar tu deseo encendido... Acariciar tu rostro y percibir que esbozas una sonrisa complaciente. Nuestro orgasmo no se aguanta más... estallas tú y luego yo nuevamente. Estoy extenuada y me dejo caer sobre tu pecho, me abrazas y murmuras “te quiero”, al instante me llamas perezosa, sonríes y me envías a la ducha mientras tu corres a la cocina a preparar un café… me lo traes al cuarto y mientras te acercas mimoso y malicioso sin dejar de sonreír preguntas si tuve un buen despertar. Me río mientras me visto a toda prisa y te contesto: “¡maravilloso!”. Nos tomamos el café con prisa, recogemos nuestras cosas y nos besamos al salir de la casa a toda velocidad, como los muchachos cuando hacen una travesura porque quisimos más y ahora llegamos tarde...
Ay, amor, adoro la dulce hoguera de nuestra intimidad, donde consumirse es solo el paso previo.
¡Cielos! Me gusta cuando te vuelves perverso, imaginativo… te beso y te toco a toda prisa como si me faltara tiempo para hacerlo… mientras me acuna tu pelvis, siento tus besos, tu risa y tus susurros intentando moderar mis gemidos de placer para no despertar a nadie más. Comienzas a poseerme, embistiendo mi cuerpo, primero tierna y lentamente hasta ir aumentando la intensidad. El ímpetu con que me penetras me hace olvidar dónde me encuentro, la brevedad de la existencia, mi nombre… Solo quedan los gemidos que me matan el alma que ya no tengo y no obstante van colmando mi ser. Percibo cercano tu orgasmo, tus músculos se tensan, me deshago al tenerte en mi interior y solo puedo jadearte al oído, al recibirte embriagado de sexo en un baile de ardor y desenfreno.
Rodamos sobre nuestros cuerpos, ahora yo estoy encima, me agito llena de placer… me gusta subirme a tu cuerpo, morder la comisura de tus labios, palpar tu deseo encendido... Acariciar tu rostro y percibir que esbozas una sonrisa complaciente. Nuestro orgasmo no se aguanta más... estallas tú y luego yo nuevamente. Estoy extenuada y me dejo caer sobre tu pecho, me abrazas y murmuras “te quiero”, al instante me llamas perezosa, sonríes y me envías a la ducha mientras tu corres a la cocina a preparar un café… me lo traes al cuarto y mientras te acercas mimoso y malicioso sin dejar de sonreír preguntas si tuve un buen despertar. Me río mientras me visto a toda prisa y te contesto: “¡maravilloso!”. Nos tomamos el café con prisa, recogemos nuestras cosas y nos besamos al salir de la casa a toda velocidad, como los muchachos cuando hacen una travesura porque quisimos más y ahora llegamos tarde...
Ay, amor, adoro la dulce hoguera de nuestra intimidad, donde consumirse es solo el paso previo.
Amiga:¿qué está pasando con ese fuego?.Carilda es una bebé comparada contigo.
ResponderEliminarSi que es maravilloso despertar así, aunque como ustedes tengan luego que correr porque se les hace tarde. Envidio a ese hombre que te tiene a su lado, una mujer como tu tan llena de sentimientos aunque los oculte a veces (como tu dices) es una bendición. Por lo que escribes deduzco que eres una mujer muy inteligente, sagaz y apasionada, pero tienes miedo de dejarte ver como realmente eres.
ResponderEliminarLa mujer que yo amo y que como te dije estoy perdiendo es como tu, ojalá mis problemas se arreglaran y yo pudiera tener un maravilloso despertar como ustedes.