martes, 13 de septiembre de 2011

El valor del perdón

Me he encontrado con muchas personas atrapadas en sus culpas, pesares y en sus rencores, muchos de ellos queriendo poder perdonar pero “no pueden”, porque están luchando consigo mismo y es que sus expectativas acerca del perdón son equivocadas. La vida no siempre es justa, hay gente que nos lastima, nos hacen daño y quizás no merecen nuestro perdón.

Pero, ¿vale la pena vivir amargados? Porque el rencor no es un sentimiento agradable, cada vez que pensamos en la persona o en la circunstancia que lo provocó, volvemos a experimentar todas esas sensaciones desagradables como: ira, impotencia, frustración, dolor, ansiedad… y sin duda todo eso causa estragos físicos en la salud y emocional en la mente. ¿Qué hacer entonces con esas heridas? ¿Cómo sacar ese rencor? ¿Cómo perdonar?

Por eso necesitamos entender lo que significa el acto de perdonar, primero que nada no es necesario esperar sentir alguna simpatía por el ofensor para poder perdonarlo; tampoco significa excusar o aprobar lo que hizo esa persona; ni significa confiar nuevamente y restaurar la relación personal que antes existía, porque esa relación sólo puede ser restaurada cuando el ofensor se arrepiente sinceramente y nos pide perdón por su actitud, si esto no sucede no hay razón para confiar en esa persona de nuevo y mucho menos tener una relación amistosa.

Perdonar no es un asunto de emociones y no significa olvidar, simplemente es una decisión, un proceso que significa “soltar” o “condonar una deuda”. El perdón es una capacidad especial de la cual todos estamos dotados, pero que depende de nosotros el usarla o simplemente saber que tenemos esa capacidad pero no usarla. Recuerda: “Nadie puede dar aquello que no tiene y nadie debe recibir aquello que no quiere”.

Duele que alguien nos desilusione, es doloroso que nos fallen, pero sobre todo hace mucho daño si viene de personas a las que apreciamos o amamos. A pesar de eso tenemos que entender que “nadie es perfecto”, y todos en algún momento de la vida fallamos, todos tenemos por naturaleza la tendencia a fallarle a algunas personas, incluso a nuestros seres más queridos. Diciendo esto no trato de de excusar nuestra conducta, simplemente soy realista porque aunque queremos ser perfectos siempre fallaremos en el intento, aunque esto no significa dejar de intentarlo. Lo que quiero decir es que todos tenemos las mismas probabilidades de que nos fallen o de fallar a alguien independientemente de quien sea. No podemos permitir a conciencia que las personas nos hieran pero sí necesitamos decirle adiós a los rencores.

Por alguna extraña razón a los seres humanos nos es muy difícil perdonar. Nos gusta que la gente nos perdone por los errores que nosotros cometemos, pero nos es muy, pero muy difícil perdonar a los que los comenten contra nosotros. La mayoría nos rasgamos las vestiduras, apedreamos a los que nos fallan y los tachamos de infieles. Pero ¿es la actitud correcta?, a veces decimos ¿cómo voy a perdonar lo que me hizo si fue demasiado malo y me lastimó mucho? Incluso sentimos que somos víctimas de algo injusto y quizá sea cierto pero no siempre es así a veces es algo que simplemente nos contraría.

A lo mejor es cierto que nos hicieron algo terrible, quizá estemos pasando un mal momento porque la persona que amábamos o queríamos nos falló y eso fue algo que nunca pensamos. Entonces nos sentimos defraudados, rabiosos porque la queríamos y confiábamos en ella, pero aun en medio de todos esos sentimientos encontrados, debemos entender que no perdonarla nos está enfermando, ese rencor u odio anidado en nuestro corazón nos perjudica. Entonces ¿por qué nos negamos a perdonar?, si sabemos que el resentimiento y en ocasiones el orgullo poco a poco carcomen nuestra vida, nuestra felicidad plena y pueden llevarnos al fracaso.

Todos tenemos la capacidad (aunque sea oculta) de perdonar, y debemos usarla para librarnos de sentimientos negativos que en nada nos ayudan por eso aún cuando creamos que no se merece el perdón, debemos analizarlo y pedírselo, esa acción traerá consigo muchos resultados positivos.

Después que dos personas pelean y se ofenden todo comienza a ser pretexto para deshacerse una de la otra sin importar el vínculo que hasta ese momento las haya unido. En ocasiones hasta palabras dichas con amor parecen cargadas de ironía, el ambiente queda tenso, se evita el encontrarse, cualquier cosa sirve como chispa para estallar más de un "barril" de resentimientos, injurias, algarabías... Nadie quiere dar el brazo a torcer, siempre se justifican diciendo: "fue él quien empezó"; "fue ella la que provocó todo eso"; "yo no me voy a rebajar y a pedir perdón"; "no tengo ninguna culpa en lo que pasó". Y el abismo se va volviendo cada vez mayor y la situación se vuelve insoportable.

Es lamentable porque con un pequeño esfuerzo y humildad de ambas partes todo se resolvería con facilidad. Es hasta ridículo todo el tiempo mantener la cara larga y tener que hacer fuerza para demostrar que seguimos heridos cuando realmente ya no es así. Pero existe gente que prefiere vivir así. Lo más interesante en toda esta historia es que siempre la otra persona es “la culpable”. Ay, amigos, ¡el maldito orgullo herido!

El rencor es veneno para el cuerpo y para el espíritu, por eso aunque tus emociones te griten que no perdones, hazlo y verás que después te sentirás diferente. Porque esa nube negra de rencor y de presión se levantará de tu alma. Muchos insisten en que no pueden perdonar y es porque en realidad no quieren.

También analicemos que aparte de perdonar a las personas que nos ofenden, a veces necesitamos perdonarnos nosotros mismos, por acciones que hemos llevado a cabo y no son las más correctas o por palabras dichas y no sentidas pero que han herido a otra persona, por errores que cometemos con nuestros hijos que ya son mayores, o por un matrimonio que se destruyó y ya es demasiado tarde para salvarlo. No podemos malgastar nuestras fuerzas en tenernos lástima, ni vivir lamentando el pasado. Tenemos que convertir los obstáculos de la vida en escalones, y no permitirles ser piedras de tropiezo.

Si no puedes perdonar a una persona, el problema está en ti. Eres tú quien a la larga pagará el costo. Los pensamientos negativos traen enfado, malhumor, frustración, ira, venganza, recreo mental de las situaciones que desencadenaron la enemistad… y a veces esto dura durante años y el sujeto casi siempre es un familiar, un amigo íntimo... Si la ofensa y el daño fueron graves... peor será el protagonismo negativo que tú le darás en tu yo interno, en tus pensamientos durante toda tu vida...

Si perdonas de forma sincera, darás un paso de gigantes en el objetivo de pensar positivamente. Practicar el perdón es de sabios y mientras más grande sea el hecho a perdonar, más satisfacción y tranquilidad sentirás en tu cuerpo y mente. Tenemos que cultivar de manera especial nuestra energía amorosa, ser amable, cordial, gentil, cariñoso, paciente y tolerante con las personas que nos rodean; ser comprensivos con los demás, y ante todo procurar perdonar aquel detalle, aquella actitud, aquel evento que aún afecta nuestra alma y perturba nuestra paz interior. ¡Hay tanto amor que dar y tanto odio por olvidar!

El novelista y humorista inglés, Laurence Sterne dijo: “Solamente aquellos espíritus verdaderamente valerosos saben la manera de perdonar. Un ser vil no perdona nunca porque no está en su naturaleza”. Yo creo que es así, realmente si no perdonas, el rencor te amargará. No digo que es fácil, solo digo que sí es posible.

1 comentario:

  1. cuando perdonas a alguiuen q te lastimoes verad te sientes mucho mejor pq eliminas el recor q te deja la situaqcion ocurrida. sientes muchas paz. a mi me paso con una amiga y aunq las cosas nunca fueron iguales nos seguimos llevando bien.

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