Alguien
me dijo ayer que yo era una persona rara (no es la primera vez que me lo
dicen), además me dijo que yo era una persona muy dura en ocasiones, capaz de
llegar hasta el cinismo. Y saben lo gracioso de esta historia, que la persona
que se atrevió a decirme eso no tiene ni la más remota idea de cómo coño soy
yo. Por supuesto así mismo se lo hice saber de inmediato.
Es
cierto, a veces soy muy dura y hasta cínica. Quienes verdaderamente me conocen dicen
que de esa forma oculto mi verdadero yo y que lo hago por temor a mostrar todo
lo bueno que hay en mi y que me hagan daño. Puede ser.
Soy
una persona que vive en busca de lo que falta por conocer, no sé si es una
definición pero estoy siempre buscando algo, aprendiendo, conociendo, observando.
Me he dado cuenta que la gente que siempre busca MÁS, somos la gente que
estamos aquí, la gente que sueña, que sostiene la fe, que busca y que además
encuentra.... y eso no es cosa fácil, la vida no es fácil sobre todo cuando hay
que luchar con tanta maldad, inhumanidad… para lograr un mundo mejor, más
humano, más justo… pero bueno como bien se ha dicho siempre... las cosas fáciles
cualquier fulano es capaz de hacerlas. Pero las cosas difíciles y buenas sólo
la gente extraordinaria son capaces de lograrlas.
Una
vez alguien que yo quiero mucho hizo una breve descripción de mí y puso:
“fuerte, autoritaria, segura, voluntariosa, mandona, inteligente, decidida,
cínica, rebelde, irónica y detrás de esa coraza que todos ven está la mujer que
muy pocos tienen el placer de conocer, la jodedora, maliciosa, revoltosa, loca,
alegre, risueña, sensual, romántica y muy apasionada”. Cuando lo leí no me quedó
de otra que echarme a reír, porque creo que lo dice casi todo, esa es la dualidad
que hay en mí.
Una
vez más diré algunas cosas de mí, algunas quizás ya dichas otras no. Intentaré
escribir una especie de autorretrato, ¿será posible? Lo intentaré. Mmmm… ¿cómo
empezar? Trataré de ser objetiva. Así es como YO me veo:
La
mayoría de las veces soy todo lo que la gente evita ser o tiene miedo de ser...
la sinceridad es una herramienta a la que acudo con demasiada frecuencia y es
la culpable de que me cataloguen como una persona antipática (aunque no me
importa). Soy un alma solitaria, pero con un sentido de la lealtad hacia los
amigos que quizás raya en lo "estúpido". Me considero una persona
sencilla pero con carácter duro y obstinado aunque de corazón blando y esponjoso.
Soy
terriblemente amante de la música, no hay momento que este sin ella no importa
mi estado de ánimo porque hay para toda ocasión, si estoy triste un bolero, si
estoy herida una ranchera, si estoy feliz una salsa… Amante fiel de la música,
pero mala bailadora (en una época bailaba mucho aunque no lo hacía muy bien,
pero lo hacía porque me encanta). Me gusta beber desde un buen ron hasta
cerveza, me gusta el cine, leer, escribir, desvelarme viendo las estrellas
acompañadas de la luna, disfrutar del amanecer o del ocaso y si es junto al mar
me fascina más. Disfruto de un buen debate (con gente inteligente claro está) y
una copa en compañía de mis amigos.
Soy
incondicional con la gente que quiero, apasionada por la vida, impaciente,
impulsiva, sensible. Medidora de mis palabras (no siempre), no me mezclo con
extraños, amante de los animales, amante del béisbol y el voleibol. Si estoy
enojada es aconsejable no estar cerca. Voluntariosa, siempre quiero hacerlo
todo a mi forma, muy independiente, peligrosa en las peleas y el debate, muy
buena con los niños.
Emprendedora,
perseverante, me gustan los retos, conversadora, de risa fácil cuando estoy
entre amigos, dueña de mi tiempo, abierta al conocimiento, me gusta mi trabajo,
compartir todo el tiempo que pueda con mi familia y mis amigos (eso es algo a
lo que le doy muchísimo valor). Amante de la naturaleza. Me conmueven muchas
cosas. Disfruto la soledad y la compañía a partes iguales y siempre estoy
buscando una cosa y la otra.
Odio
repetirme, tengo un genio terrible. No soporto la gente hipócrita, ni interesada,
ni superflua, ni los que se creen por encima de los demás. No me gusta el abuso
ni la injusticia. No me importa que la gente hable de mí, que digan que soy
rara o cualquier otra cosa, me tiene sin cuidado. Detesto que me manden a
callar o que entorpezcan lo que estoy haciendo.
Sin
faltar a la verdad, es más o menos todo lo que se me ocurre en este momento. Como
ven, como cualquier mortal tengo defectos y virtudes, casi innumerables, pero
lo que he escrito es lo que me hace ser "Yo". En fin, hay días en que
soy buena y otros muy mala, a veces encantadora y otras veces insoportable, pero
siempre sin dobleces, por suerte todavía me soporto... Soy como soy, eso no lo
puedo cambiar ni yo ni nadie. Los que me quieren me aceptan con todos mis
errores porque si no los tuviese, no sería la misma.
Siempre
leo y a veces releo los mensajes de ustedes con mucha atención y les confieso que
me sorprende encontrar gente tan interesante reunida en un mismo lugar. Quiero
darles las gracias por hacer crecer esto conmigo, por compartirnos un poco de
nuestro yo interno, que es al final el que expresamos aquí donde no contamos
con el contacto físico.
Ya
nos conocemos un poquito porque en cada mensaje, en cada saludo, en cada
opinión todos dejamos traslucir un poco de lo que llevamos dentro. ¡GRACIAS! y
sigamos con esto que como dijo alguien, la vida es un vals muy corto y hay que salir a la pista a
bailar.
Históricamente la invención del
teléfono se le ha atribuido al escocés-norteamericano Alexander Grahan Bell, aunque
en la actualidad existen otras versiones y al parecer Bell simplemente le “robó”
el invento al italiano Antonio Meucci. Pero bueno, ese no es el tema de este
post.
Cuando Graham Bell pudo materializar su
sueño en 1876, con una conversación transmitida de una habitación a otra por
medio de un aparato, de seguro no tenía ni la más remota idea de lo que
serviría a la humanidad este maravilloso instrumento que llamamos teléfono.
El teléfono es uno de los sistemas de
comunicación más utilizados, ya que permite entablar conversaciones con
personas ubicadas en cualquier sitio donde haya un aparato telefónico. Con las
ocupaciones que tenemos y una vida tan agitada, en la actualidad un teléfono es
algo de un valor incalculable porque gracias a él podemos resolver muchos
problemas y hacer hasta gestiones sin necesidad de movernos de nuestro lugar de
trabajo o de la casa.
Sin embargo, para los adolescentes ¡es más
que una vía de comunicación! ¡Por Dios! ¿Qué padres no han perdido la paciencia
al ver a su hijo adolescente monopolizando el teléfono durante horas o no han
tenido que pagar enormes facturas a fin de mes? Creo que todos los padres de
adolescentes nos hacemos la misma pregunta: ¿Qué tienen que decirse, si han
estado juntos todo el día?
Si estamos fuera de casa y tenemos la
necesidad de comunicarnos con ellos, se convierte en una “misión imposible”
porque el dichoso aparato está todo el tiempo ocupado.
En casa el teléfono suena
constantemente, a cualquier hora, incluso a las que se suponen más
intempestivas. Los adolescentes tienen necesidad de mantener el contacto
permanente con sus compañeros, confidentes y amigos. Para eso les es
indispensable el teléfono sin límite de tiempo, disfrutan estar horas y horas
hablando por teléfono. Evidentemente no tienen la más mínima noción del tiempo
que emplean en cada llamada y cuando le reclamamos, se molestan porque les
parece que sólo han hablado un minuto.
Buscando que cuelguen muchos padres
hacen decenas de preguntas para interrumpir la conversación. Como por ejemplo:
¿hiciste todas las tareas?, ¿qué hiciste en la tarde?, ¿Alguien me llamó?... En
fin, cualquier excusa es válida para pretender obligarlos a colgar. Yo no hablo
con muchas indirectas y por eso en mi casa simplemente me acerco y
enfáticamente les digo: “Llevas horas hablando por teléfono, así que cuelga de
una vez”. Por supuesto se molestan pero de inmediato le dicen a su interlocutor:
“Hablamos luego”, “Después te llamo”…
Sin dudas el teléfono es un medio muy
íntimo de comunicación y los adolescentes se sienten cómodos a la hora de
abordar temas que de otra manera no serían capaces de tocar, ni siquiera con
sus amigos. Telefónicamente intercambian intimidades y chismes con tranquilidad
sin preocuparse de que su interlocutor pueda ver si se pone rojo, si transpira
o si tiene miedo, lo que ocurriría si la conversación es frente a frente. Muchas
veces cuentan a los amigos todo lo que no les cuentan a los padres. Además es
un medio que también les permite evadirse de casa y del contexto familiar.
Cuando se siente mal, al adolescente le
resulta esencial comunicar una angustia que no puede mantener dentro. ¿Necesita
un consejo? Teléfono. ¿Tiene ganas de charlar? Teléfono. ¿Sufre de soledad?
Teléfono. Todas las razones son buenas para descolgar el auricular…
Es verdad que en la vida gracias a los
demás, uno se convierte en quien es; de ahí que las amistades sean tan
importantes. Y los adolescentes con los amigos hablan, se entregan, expresan
sus sentimientos y crean vínculos para sentirse mejor, como una forma de
descubrir que no están solos que los otros comparten las mismas inquietudes y
sentimientos propios de su edad. Por eso la mayoría cuando regresan de la
escuela les resulta indispensable hablar por teléfono con los compañeros que
acaban de ver.
Algunos padres limitan el tiempo del
día que sus adolescentes pueden tener esas interminables llamadas telefónicas.
Otros usan la "llamada en espera" o “buzón de voz” en su teléfono,
para que si una llamada entra para ellos, pueda tomarse o quede el mensaje
grabado.
Tal vez deberíamos pensar: “¡Si están
en el teléfono no están en las calles!” y ese pensamiento por un lado nos deja
tranquilos. Es cosa de locos. En fin, en esta historia los padres no sabemos a
ciencia cierta cómo salimos ganando. En ocasiones nuestra paciencia llega al
límite porque esas largas charlas les impiden cumplir con otras obligaciones o
cumplirlas a medias, además a nosotros se nos hace casi imposible recibir una
llamada o hacerla por importante que sea.
Los teléfonos móviles también son un
tormento para los padres que les compran un móvil a su hijo para tenerlo
localizado y sin embargo no pueden hablar con él casi nunca porque se pasa el
día, literalmente, colgados del móvil, hablando y enviando mensajes en una
jerga que, encima, nosotros comprendemos. Es una verdadera adicción. Parece
paradójico que los teléfonos se inventaran para comunicar a las personas entre
sí y que en nuestro caso sirvan para todo lo contrario: para distanciarnos de
nuestro hijo.
¿La solución? Armarse de paciencia. La
verborragia telefónica dura varios años y llega a su apogeo entre los 13 y los
16 años de edad.
Si los expertos tienen razón, yo estoy
de suerte porque voy llegando al final del problema, mi princesa que es la
menor tiene 16 años. Y el varón que ya cumplió 22 hace como la mayoría de los
adultos, utiliza el teléfono de forma racional.
Hacia
mucho tiempo que no quería tanto a nadie, tanto que tengo miedo. Pero como te
quiero mucho y sé cómo son estas cosas, no te ataré a mi para que después quieras
huir… yo estaré aquí, contigo, y mientras dure seré feliz de tenerte. No puedo
prometerte amor eterno, así que tampoco te pido falsas promesas, sólo espero
que seas siempre sincero, como yo lo estoy siendo, te desnudo mi alma, te
desvelo mis miedos… nadie sabe más de mi, entre tus brazos esta mi calma y en
tu boca mi vida. Al conocerte encontré la paz.
Dices
que eres demasiado importante para mí, y que a veces te da miedo que sólo tú
seas mi apoyo, que dependa de ti para conseguir superar mí día a día… Sabes
demasiado.
Muchas
veces me preguntas qué quiero hacer, realmente no sé… sólo quiero estar bien
contigo, poder confiar en ti, saber que estarás para abrazarme cuando te
necesito, saber que me quieres. ¿Por qué no lo entiendes? A veces, pienso qué
hubiera pasado de no encontrarnos, cómo hubiera sido, cómo seriamos uno lejos
del otro… Ya me cansé de fingir, de no ser, de esperar… Quiero sentirme libre
de miedos, a veces no sé si quiero no volver a verte o no dejar de verte ni un
segundo… No te confundas con este enredo, te estoy diciendo que te quiero…
Cuando
no estamos juntos hecho de menos nuestras tardes, nuestras miradas, nuestras
complicidades, cuando me acuesto o cuando me levanto pienso en ti, en la vida a
tu lado, las risas, los llantos, nosotros dos en el sofá… y entonces aunque no
estés siento que sigues estando en mí, que sigo estando en ti.
Hoy
el sol calienta más porque estás aquí, todo brilla, o yo creo que brilla por
que no veo nada malo en la luz de este día, hoy me siento feliz, fuerte. Sé que
no todos los días brillará el sol y sé que las tormentas volverán a aparecer
pero también sé que nunca llueve eternamente… y eso me lo has enseñado tú.
Las contradicciones se
presentan en todos nosotros a diario. Muchas veces vamos a hacer algo y
dudamos, preguntándonos si está bien o mal... Vamos a dar algo y pensamos cómo
lo tomará el destinatario... Y así vamos de un lado al otro, pero en ese ir y
venir uno aprende... Crece...
Mi cabeza a veces no
encuentra descanso en el análisis de los pros y contras de todo lo que ocurre a
mí alrededor, en cualquier momento esto me va a volver loca. Es verdad que eso
a veces evita pasos en falso pero otras veces crea un reguero de angustias.
Estuve pensando en mis
contradicciones, en el sí y en el no, en lo que quiero ser y en lo que soy, en
lo que amo y también en lo que odio. Y me pregunto ¿Cómo es posible que a veces
odie lo que amo y ame lo que odio? Me he dado cuenta del daño que a veces me
hago a mí misma cuando no tengo las cosas claras y no establezco mis
prioridades.
Yo contradictoria
siempre en un incesante calibrado de todo. Me gustas por esto y no me gustas
por esto otro. Esto me hace reír hasta las lágrimas y esto me produce un miedo
paralizante.
Muchas cosas que nos
suceden no tienen una explicación lógica, todo lo que vivimos no puede ser
analizado, porque debemos entender que el corazón entiende razones que la razón
no entiende... parece un trabalenguas pero lo cierto es que tenemos que
enfrentar la vida dándole paso a la razón pero llevando en la mano nuestro
corazón. De esta forma podemos enfrentar nuestras contradicciones y darnos
cuenta que muchas de las respuestas que no encontramos en la mente están
alojadas el corazón.
Como dije antes las
contradicciones se presentan en todos nosotros a diario. Por ejemplo, tú eres
contradictorio cuando marcas metas que nunca llegan, cuando reflejas en mi
espejo la imagen de alguien que no soy, cuando buscas confiar en mí haciendo
una lista de preguntas. En nuestras contradicciones firmamos un contrato con
fecha de caducidad y lo convertimos en otro indefinido, dijimos que no haríamos
preguntas y acabamos sabiendo hasta el número de identidad, quedamos en no
hablar de sueños pero lo hicimos cuando empezamos a dibujar el mañana, y el no
buscar ni un vaso de agua en la cocina acabó convirtiéndose en un despliegue de
cosas para un agasajo...
Esas contradicciones
donde a veces enfrento mis propios valores, con mi manera de actuar, me han
hecho comprender que sigo siendo humana, quizás demasiado humana. Y he llegado
a la conclusión de que si aún dudo en algunas cosas es porque todavía no me he
rendido porque al enfrentar la vida me enfrento a sus dilemas. Pensando en mis
contradicciones he enfrentado muchas preguntas y he encontrado muchas respuestas.
La vida me hizo
desconfiada sí, pero acabé queriéndote a pesar de mis contradicciones. ¿Y cómo
no hacerlo si eres capaz de sacarme fácil la sonrisa cuando yo lucho por mostrar
mi mayor cara de enfado? ¿Y cómo decirte que te alejes de mi lado mientras me
pierdo en el brillo de tus ojos? ¿Cómo no seguir sin estar realmente convencida
de que no puede ser?
Me
cansé de tirar la toalla. Esta noche no he dormido pero no estoy cansada. Hoy no
miré ningún espejo pero me siento bonita, me gusta mi sonrisa y sueño lo que
quiero sin preocuparme por nada, hoy soy una mujer que se da cuenta de su alma.
Nadie puede hacernos daño, te demostraré que el miedo se puede romper con un
sólo portazo. Hoy soy la mujer que me da la gana de ser y voy a amarte como
nadie lo ha hecho. Mirar para atrás ya me dolió bastante, hoy soy valiente, no perfecta
como algunos creen o esperan, romperé sin pudores las reglas marcadas. Voy a
conquistar el cielo sin mirar lo alto que queda del suelo.
Siempre
he creído más importante preocuparse por la conciencia que por la reputación y
saben ¿Por qué? Porque la conciencia es lo que somos y la reputación es lo que
otros piensan de nosotros. Y lo que otros piensan de mí es su problema... no el
mío.
Tu
haces que me sienta especial, me haces reír, llorar... llorar de risa, ehhh!
Gracias por ser como eres, por quererme a pesar de mis defectos y mis pesadeces.
Me encanta verte feliz, adoro tu sonrisa, nuestras conversaciones, tus locuras,
tu forma de hablar, tus gestos y tu imaginación. Me encanta estar contigo
porque se me olvida todo.
Con
el tiempo he aprendido la sutil diferencia entre tomar una mano y encadenar un
alma; he aprendido que los besos no son contratos ni los regalos promesas. Acepto
mis derrotas con la frente alta y la mirada al frente, con la gracia de una
mujer no con el dolor de una criatura. También he aprendido a construir todos mis
caminos en el presente, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para
hacer planes y los futuros tienden a caerse en mitad del vuelo. Hasta la luz
del sol quema si te expones demasiado a ella.
La
vida me ha enseñado tantas cosas que me hacen valorar mucho más lo que me das. Te amo por cada cosa
bonita que me dices y que haces… por todo lo que vivimos, por nuestras
canciones y nuestros besos, por los sueños que compartimos, por mis lágrimas de
felicidad y tus risas de alegría, por nuestras discusiones y reconciliaciones,
por nuestros miedos y distancias, por cada dolor que calmamos juntos, por cada
silencio, porque somos una novela en realidad, por nuestra complicidad, por ese
amor que me hace sentir viva, por lo que somos y cómo somos cuando estamos juntos.
Te
elegí por la forma en que aquel día tus ojos se clavaron en mí, siempre me has
hecho sentir tantas cosas con sólo mirarte. Te elegí por tus idas y venidas,
por tus maneras, por cómo sonríes, porque me haces las cosas fáciles, porque
nunca me habían parecido tan bonitos unos ojos color miel, porque haces que me
sienta inmortal y eterna, porque me tiembla todo cuando escucho tu voz, porque
me derrito si me tocas, porque aportas ese punto de locura y alegría que le
hace falta a mi vida, porque me haces reír, porque estás loco y me encanta, porque
me complementas, porque te pienso 25 horas al día y ocho días a la semana, porque
tu nombre y apellidos son mis suspiros. Te elegí porque vives a mi lado y te
echo de menos todos los días.
No se qué será de nosotros en un mañana,
porque a pesar de tanto amor a veces la impotencia y la vida nos juega una mala
pasada… pero mientras tanto nosotros no sólo brillamos si no volamos. Me siento
la mujer más feliz del mundo al estar contigo cada día y escuchar un TE AMO de
tu boca.
Habíamos
discutido durante todo el camino a casa. Cuando llegamos yo estaba molesta
porque no entendía cómo después de tantos días sin vernos ambos habíamos
permitido que la conversación tomara ese giro y se convirtiera en una discusión
de esa envergadura. Para no perder tiempo porque amenazaba con llover y ya
teníamos una tormenta interna, me cambié de ropa y decidí lavar alguna ropa que
estaba sucia, eso me ayudaría a liberar energía y quizás se me pasara la rabia.
Me dirigí a la lavadora. Él, sin decir palabra (ya había dicho demasiado) se
dirigió a la cocina.
Cuando
ya tenía todo preparado metí toda la ropa que no era mucha y de pronto oí su
respiración tan cerca de mí que no pude sino volverme. Ahí estaba él, a menos
de veinte centímetros de distancia de mí. No nos movimos, no dijimos nada, sólo
nos miramos hasta que sentí sus manos en mi cadera y sus labios en mi cuello. Me
estremecí pero me volví despacio sin decir nada. Él no se alejó, continuó
acariciándome y besándome. A duras penas fui capaz de dar al botón de “start” y
que la ropa comenzara su lavado. Aunque teníamos que aclarar algunas cosas no
tuve fuerzas para preguntarle qué hacía. De sobra lo sabía, tanto, que mientras
preparaba la lavadora hasta lo había imaginado.
Poco
a poco, tan lentamente que era desesperante, fue recorriendo mi cuerpo hasta ir
llegando a sus rincones favoritos. Rodeó mis pechos con sus manos y las bajó
por mi camiseta hasta llegar al short. Sentía sus dedos bajó mis bragas y
comencé a gemir. La distancia que nos separaba había desaparecido y podía
sentir su miembro erecto frotándose entre mis nalgas. Sus dedos en mi sexo y su
boca en mi cuello… Sus caricias me enloquecían de placer.
A
los pocos momentos ayudado por mí terminó de quitarme el short y las bragas, me
inclinó suavemente contra la lavadora y aclimató su miembro al calor de mi
sexo, penetrándome firmemente hasta que me sentí completamente llena. Comenzó
un ritmo de empujes constantes, quizás muy parecidos al que marcaba el
electrodoméstico, mientras yo, inclinada levemente sobre la lavadora, sentía en
toda su plenitud ambas cadencias. Me gustaba sentir bajo mi cuerpo aquellas
vibraciones que emitía la lavadora, aumentaban el placer que me proporcionaba
mi amor.
A
medida que me embestía, no dejaba de besarme y acariciarme, lo cierto es que se
tomaba el ataque con calma. Nada nos preocupaba, el teléfono se cansó de sonar,
lo que estaba puesto en la cocina ya olía a quemado… ¿Quién se acuerda de esos
pequeños detalles cuando se ha ascendido al paraíso por unos instantes? Agarró
mi cintura cual jinete y aceleró sus embestidas mientras yo estaba entrando en
mi segundo orgasmo.
Mientras
yo todavía me convulsionaba comenzó un frenético ritmo y se dejó llevar hasta
que un leve gemido y su calor invadiendo mis entrañas, me anunció que había
terminado. También la lavadora se había detenido hacia rato.
Me
dio la vuelta entre sus brazos y me besó. Cuando nos separamos dijo “Lo que
estaba cocinando se quemó, hay que a hacer otra cosa pero lo pongo de inmediato
y regreso si quieres que te ayude a seguir lavando”. Nos reímos al unísono. “No
señor, ocúpese de lo que se quemó y de ver qué vamos a comer. Aunque su ayuda
fue un verdadero placer déjeme terminar de lavar a mi solita”.
Sonriendo
se dirigió a la cocina, yo enjuagué la ropa, la puse en “secado” y fui a darme
una ducha. Al salir del baño ya la centrífuga se había detenido y mi amorcito
estaba preparando algo rápido para almorzar. Me detuve a mirarlo en su quehacer
y lo escuché tatarear una canción. Ya estaba lloviznando, por lo que la ropa
tendría que tenderla dentro de la casa, pero no importaba. Se giró de pronto y
dijo risueño “Todo está listo mi señora”. Y mientras lo ayudaba a servir “Nunca
me había gustado tanto lavar, creo que te ayudaré más a menudo”. Arqueando una
ceja y sonriendo sólo dije “O yo a ti”. Riendo nos sentamos a la mesa.
Estaba
claro que no sería la última vez que lavaríamos la ropa juntos…
Por
fin es viernes, mi día favorito… hace una semana que se me terminaron las
vacaciones y me incorporé al trabajo. ¡Ay, por Dios! Como hecho de menos esos
días… sin responsabilidades laborales, sin tener que levantarme tan temprano,
sin pensar en cómo llegar al trabajo por lo malo que está el transporte… es
cierto que estar en casa implica otras cosas pero eso es con más calma, a mi
aire como dicen por ahí.
Recuerdo
cuando era estudiante y teníamos dos meses de vacaciones, ¡qué rico! eran
tantos días que llegabas a añorar volver a la escuela. Teníamos tiempo de aburrirnos
de tanto descansar, disfrutar de todo el tiempo del mundo, salir con los
amigos, andar en bicicleta, irnos de campismo, días enteros en la playa sin
pensar en nada más, qué nostalgia de esos tiempos. Ahora con suerte cogemos un
par de semanas y perdemos una haciendo trámites que no podemos hacer durante el
año o cosas que has ido acumulando en casa por falta de tiempo.
Las
vacaciones están hechas para descansar, mover el cuerpo y hacer aquellas cosas
que durante el año hacemos muy poco o no podemos hacer. Por ejemplo disfrutar
mucho del agua en piscinas, en el mar, en el río, en la bañadera y hasta con
una manguera en el patio de la casa, eso nos ayuda a refrescarnos en esos días
de altas temperaturas y aumenta la diversión. ¡Todas las opciones valen para
refrescarse y divertirse! También es momento ideal para jugar al aire libre en
parques, patios o portales y dedicar algunas horas a disfrutar de la lectura. Todo
vale.
Esos
días de buen tiempo son ideales para pasear aunque, por el excesivo calor, es
preferible hacerlo de noche cuando las calles están frescas y alumbran las
estrellas. Igualmente son días para estar más tiempo entre los amigos y jugar,
mirar películas juntos y reírse a carcajadas. Las vacaciones serán un verdadero
disfrute si le dedicamos un poquito de tiempo a todas las actividades y esto nos
permitirá armonizar nuestras energías para comenzar a trabajar con más entusiasmo.
Desde
ese punto de vista para mí estas vacaciones no fueron muy buenas, es decir
descansé pero no salí mucho. Los primeros días estuve complicada con mis
problemas familiares, después tuve un respiro porque las cosas se calmaron un
poco pero igual, no salí a pasear como hago siempre, ni siquiera a mi amado
mar.
Durante
varios días estuve ayudando a Cary que estaba enferma y cuando ya estuvo bien
de salud, pasé los días entre mi casa y la de ella sin salir a ninguna parte,
por suerte nosotras nos divertimos solas sin necesidad de muchas cosas. Pasamos
tardes y noches muy alegres y agradables en familia, entre risas, escuchando
música y jugando dominó. ¡Ah! Estuve tres días en la playa gracias a la
insistencia de mi hermanita.
Cuando
se terminan las vacaciones y uno se incorpora a los hábitos y rutina diaria
tanto de la casa como del trabajo por regla general sentimos cansancio,
tristeza e incluso estrés (síndrome post vacacional). Pero tenemos que poner de
nuestra parte para no caer en esa trampa y para ello es importante recordar lo
positivo que traen las vacaciones: “recargas las pilas”, porque descansas,
dedicas tiempo a otras actividades y compartes con tus seres queridos y amigos
mucho más tiempo del habitual.
Extraño
mis días de vacaciones, días de sol y playa, días en los que no tengo que
preocuparme por nada, sólo sentir la brisa del mar en la cara, caminar, sentarme
y relajarme, y se convierte en perfecto si alcanzo a ver la puesta del sol.
De
todas maneras en estas vacaciones descansé, me divertí y la pasé bien a pesar
de no haberle dado mucho a la “pata” como otras veces. Que daría por que de
nuevo fuera julio... pero bueno, no es posible... mi consuelo... recordar años
anteriores... y saber que siempre hay que regresar a la realidad… por lo menos
me siento mejor y sé que en resumen lo pasamos bien (aunque no como otras
veces)... estoy lista para trabajar... Mmmm… ¡MENTIRA! quiero ¡VACACIONES! Esos
días en los que hago lo que me da la gana.
Por
lo pronto y mientras vuelvo a salir de vacaciones sólo me resta soñar y esperar,
por lo pronto espero pasarla muy bien este fin de semana, aunque mañana será un
día de trabajo en casa de Cary, nuestros maridos e hijos harán un trabajo en el
techo de la casa mientras nosotras nos aseguraremos de que no les falte la
comida y la bebida. Después si nos quedan fuerzas (sobre todo a ellos)
jugaremos un poco de dominó y nos reiremos, porque la música estará puesta todo
el día como deben de suponer. Feliz fin de semana. Un beso, los quiero.
La
vida no es un objeto es un proceso, es un néctar que es necesario aprender a
saborear… Si buscamos el significado de la vida en algún dogma, en determinada
filosofía, en teología, seguramente entraremos en luchas y discordias
intelectuales… La vida no nos está esperando en ninguna parte, es algo que nos
sucede y nos muestra los misterios y la belleza de estar vivos.
Vivir
es saber dar lo mejor de nosotros y llevar a su máxima expresión nuestra
capacidad de ser. Es desafiarse a sí mismo ante las adversidades; es aprender
más cada día, evolucionar y cambiar para hacer de nosotros un ser mejor que
ayer, un ser que justifica su existir.
Vivir
también es crecer y crecer es dejar atrás algo a lo cual estuvimos apegados y
de lo cual nos cuesta desprendernos, es desarrollarnos y evolucionar desde
adentro. Cuando decidimos cambiar una actitud negativa, estamos creciendo. Si
corregimos un error, estamos evolucionando. Si dejamos de hacer algo que nos
empequeñece, estamos desarrollándonos. Todos los días la vida nos brinda
oportunidades de crecer, para proyectarnos en el tiempo como algo duradero. Eso
sí, este cambio debe ser paulatino y consciente.
Muchas
veces escuchamos eso de “triunfar en la vida” o “fracasar en la vida”. Y sinceramente
sigo sin dar crédito a expresiones de este tipo cuando, además, conozco personas
que se encuentran en uno u otro grupo. Son muchos los que piensan que quienes
han triunfado en la vida son los que han llegado lejos en sus carreras
profesionales, tienen una elevada posición económica y social. ¿Saben? Desde
ese punto de vista, entonces yo soy una fracasada porque no he conseguido
llegar muy lejos en ninguna de esas cosas que acabo de mencionar. ¡Ah! y la
inmensa mayoría de gente de la que me rodeo también son unos fracasados.
¡Qué
simpleza! Para mí vivir es amar intensamente a través de una caricia, es
escuchar en silencio la palabra del ser amado, es perdonar una ofensa, es besar
con pasión a quien nos ama, es contemplar apaciblemente la alegría de un niño, es
comprender al amigo ante la adversidad y aunque se tengan mil argumentos para
contradecirlo o justificarlo, finalmente solo escucharlo, es tener la capacidad
de regocijarnos ante sus triunfos y realización, es trabajar con amor y esforzarnos
por lo que queremos. Quien sabe hacer estas cosas no es un fracasado.
Por
eso estoy hasta la coronilla de esas varas de medir que muchos sacan para
catalogar a las personas según sus esquemas mentales. En los años que he vivido
me he dado cuenta que la vida transcurre más deprisa de lo que pensaba cuando
era muy joven y, además, he descubierto que es infinitamente más breve de lo
que imaginaba, por eso ahora lo veo todo desde una perspectiva diferente. Tengo
ya suficiente información acerca de la vida y puedo establecer mis propias categorías
de triunfadores y fracasados.
He
aprendido que vivir es sentir que nuestra existencia no es en vano y en la
medida en que damos lo mejor de nosotros en cada momento, logramos manifestar
la grandeza de nuestra alma para amar. Vivir es vibrar y sentir, amar y gozar,
observar y superar, dar y aceptar, es comprender que nuestro tiempo es lo único
que poseemos para realizar plenamente nuestro ser.
Cualquiera
de mis amigos “fracasados” (según el criterio de algunos respecto a la vida)
son valientes, implicados con su entorno y con la gente, solidarios, alegres…
cualquiera de ellos encuentra el tiempo suficiente para compartir con la gente
que quiere diálogos, silencios, risas o cálidos abrazos. Se muestran como
quieren y como son: humanos e imperfectos. Tienen las manos llenas de amor, de
sueños, de experiencias.
También
tengo amigos que han “triunfado”, pero esos no tienen tiempo para compartirlo
con nadie, ni siquiera con sus seres más queridos. Eso sí, como han triunfado
en la vida, planifican y ordenan cuidadosamente sus días con la pasmosa
exactitud que les marca su Rolex (reloj de lujo que, por cierto, tienen
demasiado miedo de perder). Esos han ido olvidando y ya hasta desconocen lo que
es el calor de un amigo, la belleza de las cosas simples, la ternura que deja
en el alma la risa de un niño… esos viven tan inmersos en su “triunfo” que
dejan de conocer el verdadero sabor de la vida. En el fondo siento pena por
ellos, tienen mucho pero no son verdaderamente felices y les falta sobre todo
el calor humano, esa camaradería que proporciona tanta paz.
Amigos
míos, la gente simple como nosotros quienes en ocasiones sufrimos porque ignoran
nuestros esfuerzos y nos pagan con ingratitud, cuando el error nos persigue,
una traición nos hiera, el dolor lastime nuestros ojos, una ilusión se apague y
las lagrimas no dejen de caer, tenemos que levantarnos porque todo eso es parte
de la vida y a nuestro alrededor siempre existen personas que nos ayudan a
volver a empezar porque damos a nuestro paso lo que los “triunfadores” no
tienen tiempo de dar: amor. Nosotros somos más grandes que nuestros desaciertos.
Decidir
vivir es moverse hacia lo que se quiere aunque sea difícil y no se consiga
inmediatamente, es tener el pensamiento limpio y la voluntad enfocada hacia el
bien. Todos podemos trabajar por el futuro sin insultar al presente. No es desvivirse
por la alegría superficial. Se puede vivir plenamente, sanamente, satisfecho
con lo que se hace, incluso al transitar por lo desfavorable.
Habrá
quien diga que pienso diferente porque estoy en el bando de la gente que “no ha
triunfado en la vida” aunque yo me siento feliz porque he logrado muchas de las
cosas que me he propuesto, porque tengo una familia maravillosa, tengo amigos
que quiero mucho y me quieren, por quienes soy capaz de hacer cualquier
sacrificio. Disfruto con las cosas simples, amo la naturaleza, amo la vida.
Por
eso me da igual lo que piensen. A mí lo que me importa es estar rodeada de la
gente que quiero, trabajar, divertirme, mirar un atardecer sin prisa, ver
sonreír a un niño, caminar entre la gente sencilla… sentir el abrazo de mis amigos
con quienes me reúno a menudo, para entre otras cosas, compartir la lucha por
la vida y el batallar de llevar a nuestros hijos por un buen camino,
haciéndolos personas de bien que al igual que nosotros sepan abrazar a sus
amigos, sonrían, compartan su tiempo y hasta su monedero con quienes tienen a
su lado, que sueñen y se afanen por vivir en un mundo donde no quede ni un sólo
niño sin sonrisa y sin futuro, que aprendan que los auténticos triunfadores no
hacen daño a nadie, enseñándolos a asumir su responsabilidad con la vida, con
la humanidad y la naturaleza.
Enseñándolos
a ser felices, pero no con la aparente felicidad que dan las cosas materiales. La
verdadera felicidad la da el sentirse satisfecho por el deber cumplido, los
sueños logrados con esfuerzo, estar en paz con uno mismo y ser cada día mejor
ser humano, vivir rodeado de amor y por amor, conocer el verdadero significado
de la amistad.
No
podemos sentirnos triunfadores o fracasados, en función del valor material o el
reconocimiento social que arrastremos porque eso es agregar a los males del
mundo el de la propia contaminación interior. Decidir vivir no es ignorar el sufrimiento
ni la injusticia sino enfrentarlos con decisión y dignidad. Es saber lo que se
quiere sin preguntarse si hubiéramos querido otra vida, es vivir cada instante porque
en la vida cada momento que tenemos a nuestra disposición si no lo vivimos lo
perdemos, y cuando pasa ya nadie nos lo devolverá.
Bueno,
creo que por todas estas cosas que he dicho con antelación considero que mis
amigos al igual que yo y quizás muchos de ustedes somos auténticos triunfadores
en la vida aunque hacemos equilibrios para llegar a fin de mes, porque a pesar
de trabajar mucho encontramos siempre un rato libre para compartir un café, una
bebida, un juego, un paseo, unas horas en el mar… nos conmovemos con una
película, un libro, una canción o simplemente con una mirada, agradecemos la
llegada del nuevo día disfrutando de cada instante como del mejor y más
auténtico de los regalos, y del amor como del más preciado de nuestros tesoros.
Por gente como nosotros yo hago lo que dijo Mario Benedetti: “Me comprometo
para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy
por bien retribuido”.
No
olviden nunca que la vida está aquí y ahora, en este mismo momento, en nuestro
respirar, en la circulación de la sangre por nuestras venas, en el latir de nuestro
corazón. No nos desgastemos en “triunfar”, por lo menos en la clase de triunfo
de que hablan algunos. Simplemente vivamos, establezcamos nuestras metas y
luchemos por alcanzarlas, esforcémonos por lograr nuestros sueños, pero sin
dejar de ayudar al prójimo sin ennegrecer nuestra alma. Vivamos cada instante con
amor, con bondad, con humildad, con alegría… entendamos que cada minuto que
transcurre no volverá y vivir no es otra cosa que atraparlo intensamente,
porque cuando pasa forma parte del tiempo que ha quedado en el ayer.
Cuando escribo un post no me dirijo a nadie en
particular (sólo en determinadas ocasiones) pero siempre pongo en cada palabra,
en cada pensamiento todo mi amor, mi sentir. Muchas veces tengo en mi cabeza
mil ideas buscando párrafo y bailando entre ellas se van juntando. Ritmo lento
para un baile acelerado. Escribir es como pelear sin las dos manos... haga lo
que haga, yo nunca gano siempre ganan mis sentimientos.
Cuando escribo suelto amarras y me hago a la mar de
las ideas, algunas veces sin saber bien qué decir, otras con mi mente plagada
de cosas bellas. Pero siempre escucho a mi corazón y lo que me dicta. En esos
momentos todo se despierta de su sueño pueril, de su letargo y se me agolpan en
la mente muchas palabras para decir lo mismo, yo sólo las elijo.
Frente a la pantalla divaga mi mente, desnudo mi
alma, me dejo llevar por las emociones, los recuerdos, el dolor… la inspiración
me surge desde los más diversos tópicos, mis escritos se nutren de mis
vivencias, de mis sentimientos, de mis sensaciones, de historias cercanas… Cuando
estoy inspirada no existe nada alrededor, solo coexistimos mis sentimientos y
yo con el monitor.
Cuando escribo el tiempo parece eterno, me envuelvo
en mi fantasía… muchas veces he tratado de no ser yo misma, es decir de no
dejar entrever mi verdadero yo pero muy pocas veces lo he logrado… dialogo,
discuto o peleo, abro mi corazón o expongo mi alma, doy pareceres, pero no
estoy seduciendo, mis escritos con sentimientos amorosos son direccionales,
están bien definidos hacia alguien en particular y él lo sabe perfectamente,
sin la menor duda.
Cuando acepto una propuesta de amistad significa
que acepto la amistad… no insinuaciones. Y cuando doy mi amistad significa que
quiero ser amiga… no novia o amante. No crean que estoy en pie de guerra sólo
que no me gustan las confusiones. Cuando contesto un mensaje significa que soy
sociable o al menos lo intento…
Si mis escritos acarician el alma de alguien o
entibian su corazón, ¡perfecto! me alegro muchísimo, siéntanlo así pero que no
le quiten la razón a nadie. Con esto espero quede clara (para quienes no la
tienen), cuál es mi intensión, si comprenden y les interesa, adelante, sigan
leyendo lo que escribo, sean mis amigos o escríbanme… pero que nadie se confunda.
Era
temprano y hacía mucho calor, miraba el ir y venir de la gente llegando a las
oficinas y entrando a tomar café. Yo estaba sentada en una mesa cerca de la
puerta, mientras tomaba lentamente mi café miraba unos papeles que tenía en mis
manos sin prestarles demasiada atención. Vi como se acercaban dos hombres, uno
de ellos en especial me llamaba mi atención. Llevaba ese día un jeans, un
pulóver rojo y una gorra también roja. Yo no podía dejar de observar sus
movimientos, me fijé que se quitó la gorra y la metió en su bolsillo trasero,
mientras seguía caminando hacia el local inmerso en su conversación. En ese momento
pensé que el rojo indica fuerte personalidad. Entraron y se sentaron en una
mesa que había frente a mí. Mientras se tomaban su café hablaban animadamente.
Me
era imposible dejar de mirarlo y aunque lo hacía con discreción me sorprendió
en dos o tres ocasiones, por lo que decidí mantener la vista fija en mis
papeles para aparentar que estaba leyendo pero en realidad lo seguía observando
de soslayo. Al poco rato levanté la vista hacia él nuevamente y sus ojos
estaban fijos en mí. Desvié la mirada de inmediato. Instantes después nuestras
miradas volvieron a cruzarse y para evitar que eso volviera a ocurrir, me quedé
mirando mis papeles y para desviar mi atención (o al menos intentarlo) me puse
a pensar en el por qué le gustaba el color rojo. ¿Acaso para llamar la atención?
No, pensé de inmediato, es absurdo porque eso es algo que consigue fácilmente.
¿Quizás para parecer atrevido? Tampoco, porque en realidad no necesita
parecerlo, lo es, su mirada lo confirma.
A
los pocos minutos me sentía muy observada y cuando levanté la vista me estaba mirando
tan descaradamente mientras conversaba con su colega que consiguió ponerme
nerviosa. Ambos se levantaron para irse, pero el no dejaba de mirarme y
entonces sonreí sin querer. Al momento pensé ¿qué diablos me pasa?, ¿cómo puede
ponerme nerviosa alguien que no conozco? Se despidieron en el patio, se volteó
y comenzó a caminar hacia mí. Pensé ¡Dios mío y ahora! Se acercó despacio, el
corazón me latía a mil por hora. Seguro de si mismo me dijo: “Hola, llevo rato
observándote y no es la primera vez que lo hago”.
Su
voz era profunda, masculina a más no poder, se acercó a mi oído y su olor me estremeció…
me quedé sin palabras por un momento, y más aún cuando lo oí susurrarme un
descaradamente “Me gustas mucho”. Se me cortó la respiración y sólo se me ocurrió
contestar “A mi me gusta tu gorra”, me temblaban las piernas, sonreímos los
dos, creo que por lo absurdo de la situación, hasta que dijo: “Te propongo un
cambio”. Extrañada y nerviosa pregunté: “¿Un cambio?”. Sonrió y dijo: “Si, te
espero en aquella oficina, si te interesa saber más”, me hizo un guiño y salió.
Reaccioné
y me dije ¡Mierda, eso sí es atrevimiento! La proposición me tomó por sorpresa
y me indignó a la vez. Me levanté para ir en dirección contraria, pero sentía crecer
mi rabia por no haberle contestado como se merecía, y... segura de mi misma,
casi hecha una fiera me dirigí hacia él que está parado en la puerta que antes
me había señalado. Le solté furiosa en plena cara: “¡Eres un impertinente y un engreído!
¿Qué te crees? ¿Pensaste que con esas palabras al oído y ese halo de misterio
me echaría en tus brazos? ¡Imbécil!”
Di
media vuelta para dejarlo ahí plantado pero me retuvo por un brazo girándome
hacia él, con su dedo índice señaló que callara, y después se atrevió a ponerlo
sobre mi boca para que no dijera nada más. Abrió la puerta y me invitó a pasar.
Lo miré retadora pero no podía ni moverme, el contacto de su dedo con mis
labios hizo que se me aflojaran las piernas, y mi ímpetu sin más se había
convertido en deseo incontrolado. Llevaba semanas observándolo y su presencia
aunque fuera a distancia causaba en mí una sensación que no podía explicarme. Entramos
y cerró la puerta detrás de nosotros. Nos quedamos uno frente al otro unos
instantes y de pronto casi sin darme cuenta, estábamos abrazados y besándonos, apretados
el uno contra el otro devorándonos la boca. Pensé “estoy loca, loca de remate”,
pero en ese momento ya poco importaba, ninguno de los dos podía parar por mucho
de locura que eso tuviera.
Me
besaba y susurraba junto a mi boca “me encantas, no sé que tienes pero me
encantas”, sus manos comenzaron a curiosear bajo mi saya. Sus dedos recorrieron
mi sexo sobre la fina tela que lo cubría, notando la humedad que la situación
había provocado, mis gemidos ya no se escondían y mi urgencia por tenerlo
aumentaba. Fui desabrochando su camisa, botón a botón, y bajando mis manos por
su torso. Los dos estábamos temblando y no precisamente de frío. Desabroché el pantalón
en busca de su sexo, que al parecer sentía la misma urgencia por liberarse de
la presión que yo por liberarlo. Su boca no dejaba de recorrerme y sus dedos me
volvían loca, jugando con mi clítoris y entrando y saliendo de mi vagina de manera
vertiginosa, me hizo hecho colocar una pierna sobre la silla para tener mejor acceso
a mi sexo.
Con
su mano libre apresó la mía para detener mi juego en su sexo mientras su boca y
sus dedos seguían torturándome deliciosamente, ya yo estaba fuera de control y casi
sin pensarlo le dije que necesitaba que entrara en mí… sin dejar de besarme se
sentó en la silla, y yo sobre su sexo, dominando el ritmo al principio, hasta
que tomó mis caderas para acelerarlo... gemí, me arqueé... y entre mis gemidos escuchaba
los suyos... temblé y mis ganas culminaron en un fabuloso orgasmo, me besaba
con fuerza al tiempo que sentí su sexo rendirse en mi interior, me abrazo a él y
me besó con ternura mientras se aplacaban mis temblores.
Permanecimos
abrazados unos instantes, sonreímos, entonces me acordé de algo y pregunté: “¿Cuál
era el cambio?”, a lo que respondió “Ten mi gorra”. Solté una carcajada y dije
“¿Una gorra por un revolcón?”. “No -replicó de inmediato-, por una comida, ¿aceptas?”,
me quedé mirándolo y asentí con la cabeza... para después decir “Elige un sitio
ideal, sé que lo encontrarás”. Nos separamos, me arreglé un poco, me puse mis
gafas de sol y salí…
Iba
por los pasillos todavía con el pulso acelerado. Si no hubiera sido por la
humedad que sentía entre mis piernas y su aroma en mi piel, no hubiera creído lo
que acaba de ocurrir. Sonreí sin querer, pensando si se atrevería a llamarme.
Entré en el despacho, puse el aire acondicionado para ver si me aplacaba el
calor que sentía porque seguía alterada por el acto, y preguntándome cómo había
sido capaz de hacer algo así, era increíble, pero no me importaba, no pude
evitarlo, simplemente no fui capaz de ser coherente o de negarme, me dominaron
las ganas, el momento, su voz…
Puse
música para ver si dejaba de pensar en lo que había pasado. Un rato después sonó
el teléfono... me dio un vuelco el corazón, ¿sería él?, contesté: “¿Si?” Lo
escuché decir “Hola, ¿me recuerdas?”, sonreí, su voz era inconfundible… “¿Debería?”,
“Por favor, nena. No me digas que en 40 minutos me has olvidado”, entonces dije
“Ah, el chico de la gorra (reímos al unísono) no creí que llamarías, te imaginé
caminando de un lado al otro intentando tomar una decisión y pensando en no sé
qué”, lo escuché reír y dijo “Perdona, no creí haberte resultado tan
patético...”. Al terminar la conversación quedó claro que saldríamos a comer,
el lugar y la hora.
Fui
a casa mientras el transcurrir de la mañana se amenizaba con los nervios de la
cita. Necesitaba una ducha y si era de agua fría mucho mejor. Era medio día, después
de ducharme pensé que debía comer algo, pero no tenía hambre, estaba nerviosa.
Me puse un sencillo vestido negro y comencé a ver qué ropa interior usar,
sujetador… imposible por el tipo de escote, pensándolo bien la tela del vestido
era fina pero muy tupida, así que mejor no me ponía ninguna, además así
mantendría la imagen de mujer atrevida que supuse se había hecho de mi, Mmmm, ¡si
supiera…! el corazón me latía deprisa. Pensé si sería sólo la comida, no podía
complicarme mucho porque debía estar temprano en casa. Me perfumé, no lograba
controlar mis nervios, casi no atinaba con los aretes, me pinté un poco los
labios, me alisé el pelo y lista.
Tomé
un taxi, el camino se me hizo eterno a pesar de que fueron sólo 15 minutos,
llegué al lugar, era apartado y había que atravesar un caminito con muchas
plantas para llegar a la puerta de entrada. No lo vi por ningún lugar, pero él
si me había visto y se acercó, colocándome una mano en la espalda me dijo “¿Quieres
tomar algo antes de comer?, a lo que respondí “Mejor no”. Entramos y nos
dirigimos a una mesa apartada, se palpaba la tensión entre nosotros, casi no hablábamos,
cruzamos alguna que otra mirada y yo traté de mantener cierta distancia
mientras observaba el lugar, era íntimo, oscuro, sólo la tenue luz que ofrecían
las velas, me gustaba y estaba prácticamente vacío por la hora. “Elegiste bien
el lugar”, “¿Dudabas?”.
El
nerviosismo de ambos fue palpable durante un rato, apenas unas palabras rompían
el gélido silencio, noté su mirada clavada en mi, eso aumentaba mi nerviosismo,
ahora ya no estaba muy segura de haber hecho bien no poniéndome ropa interior y
al mismo tiempo pensaba en lo bien que le quedaba esa camisa mientras me sentía
envuelta en el mismo aroma que aspiré de él temprano en la mañana.
Durante
la comida, no sé si por las cervezas que finalmente pedimos, la charla se
amenizó y relajó, unas risas y su mirada insistente, la charla evidenciaba que
teníamos mucho en común y cada vez estábamos más cómodos por lo que le confesé
que jamás había hecho algo como lo de esa mañana. Las miradas se tornaron cada
vez más cómplices, alguna que otra caricia en mi mano, lo que aumentaba mis
nervios y mis renovadas ganas de él, roces intencionados por debajo de la
mesa..., empezaba de nuevo el juego, pensé, dos cuerpos intentando seducirse. A
pesar de todo me sentía cómoda, como si lo conociera desde siempre. El juego de
la seducción continúo mientras comíamos. Al terminar me levanté para ir al baño
y dijo “¿Te acompaño?”, sonreí y le hice saber que mejor iba sola.
A
mi regreso nos tomamos lo que quedaba de las cervezas y pagó la cuenta. Ya en
el caminito que nos llevaba a la calle le dije “¿Ya se está haciendo tarde?”, “Déjate
llevar, no pienses en nada”, respondió susurrando y me besó. Mi mano rozó su
entrepierna de forma leve, pero rozarlo y sentir como intensificaba su presión
sobre mi espalda fue casi automático. Sin mediar palabra me llevó a una esquina
apartada y atrevidamente me puso contra la pared, diciendo “No sé cómo he
podido aguantarme estas ganas durante toda la comida” y selló mi boca con la
suya sin dejar que dijera nada, su lengua me exploraba con ansia, chupaba mis
labios y hacía que me perdiera con ello, mi deseo ya era imparable.
Me
escalaban y descendían miles de sensaciones, todas concentradas en mi sed de el,
en el recuerdo que me había poseído toda la mañana, una de sus manos agarró el
borde del vestido para escalar mi muslo hacia el encuentro de mi sexo palpitante.
Mi mano descendió hasta encontrar su notable erección que noté latir
fuertemente, en la suya percibió el libre acceso al triángulo y notó la humedad
de mi deseo, “¡Me vuelves loco!” e inmediatamente sin soltar mi mano dio media
vuelta y se dirigió a una escalera apartada y oculta por las matas.
Ambos
abrimos su pantalón sin dejar de besarnos, levantó mi vestido y separando mis
piernas con las suyas se sentó haciendo que quedara a horcajadas sobre él y con
una urgencia imparable clavó sus ganas en mí, salvaje... después aflojó la
presión para que yo lo cabalgara a mi antojo...
Gotas
de sudor recorrían mi espalda y su pecho, después él comenzó a marcar el ritmo
del bamboleo hasta que mi espalda se arqueó evidenciando la oleada de placer
inminente, mordí mis labios para esconder los gemidos, pero ya ni siquiera me
importaba que alguien pudiera sorprendernos (aunque era difícil por lo
apartados que estábamos y la protección de las plantas). Estaban desatados
todos y cada uno de mis sentidos en pos del máximo placer, notando y ansiando
cada una de sus embestidas hasta llegar los dos al éxtasis... abrazados y
besándonos nos tomamos el tiempo suficiente para recuperar el aliento.
Mientras
nos componíamos un poco murmuré “Estamos locos, esto ha sido más arriesgado que
por la mañana”. Me abrazó y me dijo: “Es cierto, pero tienes esa virtud”,
“¿Cuál?”, pregunté extrañada. “La de volverme loco y hacer que pierda el
control”, “De control no hablemos que el mío se lo llevó el diablo”. Sonreímos,
nos besamos y le pedí que entráramos de nuevo para ir al baño.
A
la salida me susurró al oído con la voz entrecortada “Me ha encantado tu ropa
interior”, “La ocasión no merecía mejor conjunto ¿no crees?”, me dio un beso tierno
y profundo. Ya en la calle sonrío pícaro y me dijo “Esto sólo acaba de empezar,
mi amor”, haciendo que volviera a sentir ese frío en el estómago y un
estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo.
Aunque
todo ese día había sido loco y habían ocurrido cosas increíbles para mí, tenía
la certeza de que él estaba en lo cierto, aquello sólo acababa de comenzar.