Era
temprano y hacía mucho calor, miraba el ir y venir de la gente llegando a las
oficinas y entrando a tomar café. Yo estaba sentada en una mesa cerca de la
puerta, mientras tomaba lentamente mi café miraba unos papeles que tenía en mis
manos sin prestarles demasiada atención. Vi como se acercaban dos hombres, uno
de ellos en especial me llamaba mi atención. Llevaba ese día un jeans, un
pulóver rojo y una gorra también roja. Yo no podía dejar de observar sus
movimientos, me fijé que se quitó la gorra y la metió en su bolsillo trasero,
mientras seguía caminando hacia el local inmerso en su conversación. En ese momento
pensé que el rojo indica fuerte personalidad. Entraron y se sentaron en una
mesa que había frente a mí. Mientras se tomaban su café hablaban animadamente.
Me
era imposible dejar de mirarlo y aunque lo hacía con discreción me sorprendió
en dos o tres ocasiones, por lo que decidí mantener la vista fija en mis
papeles para aparentar que estaba leyendo pero en realidad lo seguía observando
de soslayo. Al poco rato levanté la vista hacia él nuevamente y sus ojos
estaban fijos en mí. Desvié la mirada de inmediato. Instantes después nuestras
miradas volvieron a cruzarse y para evitar que eso volviera a ocurrir, me quedé
mirando mis papeles y para desviar mi atención (o al menos intentarlo) me puse
a pensar en el por qué le gustaba el color rojo. ¿Acaso para llamar la atención?
No, pensé de inmediato, es absurdo porque eso es algo que consigue fácilmente.
¿Quizás para parecer atrevido? Tampoco, porque en realidad no necesita
parecerlo, lo es, su mirada lo confirma.
A
los pocos minutos me sentía muy observada y cuando levanté la vista me estaba mirando
tan descaradamente mientras conversaba con su colega que consiguió ponerme
nerviosa. Ambos se levantaron para irse, pero el no dejaba de mirarme y
entonces sonreí sin querer. Al momento pensé ¿qué diablos me pasa?, ¿cómo puede
ponerme nerviosa alguien que no conozco? Se despidieron en el patio, se volteó
y comenzó a caminar hacia mí. Pensé ¡Dios mío y ahora! Se acercó despacio, el
corazón me latía a mil por hora. Seguro de si mismo me dijo: “Hola, llevo rato
observándote y no es la primera vez que lo hago”.
Su
voz era profunda, masculina a más no poder, se acercó a mi oído y su olor me estremeció…
me quedé sin palabras por un momento, y más aún cuando lo oí susurrarme un
descaradamente “Me gustas mucho”. Se me cortó la respiración y sólo se me ocurrió
contestar “A mi me gusta tu gorra”, me temblaban las piernas, sonreímos los
dos, creo que por lo absurdo de la situación, hasta que dijo: “Te propongo un
cambio”. Extrañada y nerviosa pregunté: “¿Un cambio?”. Sonrió y dijo: “Si, te
espero en aquella oficina, si te interesa saber más”, me hizo un guiño y salió.
Reaccioné
y me dije ¡Mierda, eso sí es atrevimiento! La proposición me tomó por sorpresa
y me indignó a la vez. Me levanté para ir en dirección contraria, pero sentía crecer
mi rabia por no haberle contestado como se merecía, y... segura de mi misma,
casi hecha una fiera me dirigí hacia él que está parado en la puerta que antes
me había señalado. Le solté furiosa en plena cara: “¡Eres un impertinente y un engreído!
¿Qué te crees? ¿Pensaste que con esas palabras al oído y ese halo de misterio
me echaría en tus brazos? ¡Imbécil!”
Di
media vuelta para dejarlo ahí plantado pero me retuvo por un brazo girándome
hacia él, con su dedo índice señaló que callara, y después se atrevió a ponerlo
sobre mi boca para que no dijera nada más. Abrió la puerta y me invitó a pasar.
Lo miré retadora pero no podía ni moverme, el contacto de su dedo con mis
labios hizo que se me aflojaran las piernas, y mi ímpetu sin más se había
convertido en deseo incontrolado. Llevaba semanas observándolo y su presencia
aunque fuera a distancia causaba en mí una sensación que no podía explicarme. Entramos
y cerró la puerta detrás de nosotros. Nos quedamos uno frente al otro unos
instantes y de pronto casi sin darme cuenta, estábamos abrazados y besándonos, apretados
el uno contra el otro devorándonos la boca. Pensé “estoy loca, loca de remate”,
pero en ese momento ya poco importaba, ninguno de los dos podía parar por mucho
de locura que eso tuviera.
Me
besaba y susurraba junto a mi boca “me encantas, no sé que tienes pero me
encantas”, sus manos comenzaron a curiosear bajo mi saya. Sus dedos recorrieron
mi sexo sobre la fina tela que lo cubría, notando la humedad que la situación
había provocado, mis gemidos ya no se escondían y mi urgencia por tenerlo
aumentaba. Fui desabrochando su camisa, botón a botón, y bajando mis manos por
su torso. Los dos estábamos temblando y no precisamente de frío. Desabroché el pantalón
en busca de su sexo, que al parecer sentía la misma urgencia por liberarse de
la presión que yo por liberarlo. Su boca no dejaba de recorrerme y sus dedos me
volvían loca, jugando con mi clítoris y entrando y saliendo de mi vagina de manera
vertiginosa, me hizo hecho colocar una pierna sobre la silla para tener mejor acceso
a mi sexo.
Con
su mano libre apresó la mía para detener mi juego en su sexo mientras su boca y
sus dedos seguían torturándome deliciosamente, ya yo estaba fuera de control y casi
sin pensarlo le dije que necesitaba que entrara en mí… sin dejar de besarme se
sentó en la silla, y yo sobre su sexo, dominando el ritmo al principio, hasta
que tomó mis caderas para acelerarlo... gemí, me arqueé... y entre mis gemidos escuchaba
los suyos... temblé y mis ganas culminaron en un fabuloso orgasmo, me besaba
con fuerza al tiempo que sentí su sexo rendirse en mi interior, me abrazo a él y
me besó con ternura mientras se aplacaban mis temblores.
Permanecimos
abrazados unos instantes, sonreímos, entonces me acordé de algo y pregunté: “¿Cuál
era el cambio?”, a lo que respondió “Ten mi gorra”. Solté una carcajada y dije
“¿Una gorra por un revolcón?”. “No -replicó de inmediato-, por una comida, ¿aceptas?”,
me quedé mirándolo y asentí con la cabeza... para después decir “Elige un sitio
ideal, sé que lo encontrarás”. Nos separamos, me arreglé un poco, me puse mis
gafas de sol y salí…
Iba
por los pasillos todavía con el pulso acelerado. Si no hubiera sido por la
humedad que sentía entre mis piernas y su aroma en mi piel, no hubiera creído lo
que acaba de ocurrir. Sonreí sin querer, pensando si se atrevería a llamarme.
Entré en el despacho, puse el aire acondicionado para ver si me aplacaba el
calor que sentía porque seguía alterada por el acto, y preguntándome cómo había
sido capaz de hacer algo así, era increíble, pero no me importaba, no pude
evitarlo, simplemente no fui capaz de ser coherente o de negarme, me dominaron
las ganas, el momento, su voz…
Puse
música para ver si dejaba de pensar en lo que había pasado. Un rato después sonó
el teléfono... me dio un vuelco el corazón, ¿sería él?, contesté: “¿Si?” Lo
escuché decir “Hola, ¿me recuerdas?”, sonreí, su voz era inconfundible… “¿Debería?”,
“Por favor, nena. No me digas que en 40 minutos me has olvidado”, entonces dije
“Ah, el chico de la gorra (reímos al unísono) no creí que llamarías, te imaginé
caminando de un lado al otro intentando tomar una decisión y pensando en no sé
qué”, lo escuché reír y dijo “Perdona, no creí haberte resultado tan
patético...”. Al terminar la conversación quedó claro que saldríamos a comer,
el lugar y la hora.
Fui
a casa mientras el transcurrir de la mañana se amenizaba con los nervios de la
cita. Necesitaba una ducha y si era de agua fría mucho mejor. Era medio día, después
de ducharme pensé que debía comer algo, pero no tenía hambre, estaba nerviosa.
Me puse un sencillo vestido negro y comencé a ver qué ropa interior usar,
sujetador… imposible por el tipo de escote, pensándolo bien la tela del vestido
era fina pero muy tupida, así que mejor no me ponía ninguna, además así
mantendría la imagen de mujer atrevida que supuse se había hecho de mi, Mmmm, ¡si
supiera…! el corazón me latía deprisa. Pensé si sería sólo la comida, no podía
complicarme mucho porque debía estar temprano en casa. Me perfumé, no lograba
controlar mis nervios, casi no atinaba con los aretes, me pinté un poco los
labios, me alisé el pelo y lista.
Tomé
un taxi, el camino se me hizo eterno a pesar de que fueron sólo 15 minutos,
llegué al lugar, era apartado y había que atravesar un caminito con muchas
plantas para llegar a la puerta de entrada. No lo vi por ningún lugar, pero él
si me había visto y se acercó, colocándome una mano en la espalda me dijo “¿Quieres
tomar algo antes de comer?, a lo que respondí “Mejor no”. Entramos y nos
dirigimos a una mesa apartada, se palpaba la tensión entre nosotros, casi no hablábamos,
cruzamos alguna que otra mirada y yo traté de mantener cierta distancia
mientras observaba el lugar, era íntimo, oscuro, sólo la tenue luz que ofrecían
las velas, me gustaba y estaba prácticamente vacío por la hora. “Elegiste bien
el lugar”, “¿Dudabas?”.
El
nerviosismo de ambos fue palpable durante un rato, apenas unas palabras rompían
el gélido silencio, noté su mirada clavada en mi, eso aumentaba mi nerviosismo,
ahora ya no estaba muy segura de haber hecho bien no poniéndome ropa interior y
al mismo tiempo pensaba en lo bien que le quedaba esa camisa mientras me sentía
envuelta en el mismo aroma que aspiré de él temprano en la mañana.
Durante
la comida, no sé si por las cervezas que finalmente pedimos, la charla se
amenizó y relajó, unas risas y su mirada insistente, la charla evidenciaba que
teníamos mucho en común y cada vez estábamos más cómodos por lo que le confesé
que jamás había hecho algo como lo de esa mañana. Las miradas se tornaron cada
vez más cómplices, alguna que otra caricia en mi mano, lo que aumentaba mis
nervios y mis renovadas ganas de él, roces intencionados por debajo de la
mesa..., empezaba de nuevo el juego, pensé, dos cuerpos intentando seducirse. A
pesar de todo me sentía cómoda, como si lo conociera desde siempre. El juego de
la seducción continúo mientras comíamos. Al terminar me levanté para ir al baño
y dijo “¿Te acompaño?”, sonreí y le hice saber que mejor iba sola.
A
mi regreso nos tomamos lo que quedaba de las cervezas y pagó la cuenta. Ya en
el caminito que nos llevaba a la calle le dije “¿Ya se está haciendo tarde?”, “Déjate
llevar, no pienses en nada”, respondió susurrando y me besó. Mi mano rozó su
entrepierna de forma leve, pero rozarlo y sentir como intensificaba su presión
sobre mi espalda fue casi automático. Sin mediar palabra me llevó a una esquina
apartada y atrevidamente me puso contra la pared, diciendo “No sé cómo he
podido aguantarme estas ganas durante toda la comida” y selló mi boca con la
suya sin dejar que dijera nada, su lengua me exploraba con ansia, chupaba mis
labios y hacía que me perdiera con ello, mi deseo ya era imparable.
Me
escalaban y descendían miles de sensaciones, todas concentradas en mi sed de el,
en el recuerdo que me había poseído toda la mañana, una de sus manos agarró el
borde del vestido para escalar mi muslo hacia el encuentro de mi sexo palpitante.
Mi mano descendió hasta encontrar su notable erección que noté latir
fuertemente, en la suya percibió el libre acceso al triángulo y notó la humedad
de mi deseo, “¡Me vuelves loco!” e inmediatamente sin soltar mi mano dio media
vuelta y se dirigió a una escalera apartada y oculta por las matas.
Ambos
abrimos su pantalón sin dejar de besarnos, levantó mi vestido y separando mis
piernas con las suyas se sentó haciendo que quedara a horcajadas sobre él y con
una urgencia imparable clavó sus ganas en mí, salvaje... después aflojó la
presión para que yo lo cabalgara a mi antojo...
Gotas
de sudor recorrían mi espalda y su pecho, después él comenzó a marcar el ritmo
del bamboleo hasta que mi espalda se arqueó evidenciando la oleada de placer
inminente, mordí mis labios para esconder los gemidos, pero ya ni siquiera me
importaba que alguien pudiera sorprendernos (aunque era difícil por lo
apartados que estábamos y la protección de las plantas). Estaban desatados
todos y cada uno de mis sentidos en pos del máximo placer, notando y ansiando
cada una de sus embestidas hasta llegar los dos al éxtasis... abrazados y
besándonos nos tomamos el tiempo suficiente para recuperar el aliento.
Mientras
nos componíamos un poco murmuré “Estamos locos, esto ha sido más arriesgado que
por la mañana”. Me abrazó y me dijo: “Es cierto, pero tienes esa virtud”,
“¿Cuál?”, pregunté extrañada. “La de volverme loco y hacer que pierda el
control”, “De control no hablemos que el mío se lo llevó el diablo”. Sonreímos,
nos besamos y le pedí que entráramos de nuevo para ir al baño.
A
la salida me susurró al oído con la voz entrecortada “Me ha encantado tu ropa
interior”, “La ocasión no merecía mejor conjunto ¿no crees?”, me dio un beso tierno
y profundo. Ya en la calle sonrío pícaro y me dijo “Esto sólo acaba de empezar,
mi amor”, haciendo que volviera a sentir ese frío en el estómago y un
estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo.
Aunque
todo ese día había sido loco y habían ocurrido cosas increíbles para mí, tenía
la certeza de que él estaba en lo cierto, aquello sólo acababa de comenzar.
Lleno de vida y de pasión, es un placer leerte, se alegra la vista y los demás sentidos. Cuidate mucho linda.
ResponderEliminarPor Dios, mi escritura se entrecorta, apenas acierto a pulsar las teclas del ordenador, no puedo concentrarme, te leo y pierdo la noción de todo y solo siento el goce, el placer. ¡Benditos momentos!
ResponderEliminarLocos y magicos esos momentos amiga m{ia, el amor es increible, y la pasión nos envuelve de tal forma que se apodera de nosotros y no nos deja pensar, ¡por suerte! porque si pensamos no hacemos cosas como esas que al final son maravillosas.
ResponderEliminarContigo quiero soñar siempre, eres la luz que ilumina mis noches, el agua que necesito tomar, el sol que calienta mi cuerpo y todo lo que yo he de amar. Eres tu mi sueño,eres vital en mi ,... ¿Quien eres que despiertas en mi tanta pasion?
ResponderEliminar¡¡¡¡ME ENCANTO!!!! vaya dia amiga, de los byuenos de verdad.
ResponderEliminarAcariciame como me acarician tus letras, soy adicto a ti. Acariciame marcando la huella de tus pasos y deja tu fragancia en mi regazo, atame a ti, y tomame en tus brazos, Dejame beberte como agua en el desierto, quiero disfrutar tus caricias en mi lecho, te añoro y te espero, como fiera al acecho.
ResponderEliminarVaya guapa, eso estuvo majo y caliente. ¡joder! necesito un dia asi.
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