Bienvenidos a este humilde pero sincero espacio. Aquí escribo mis pensamientos, cosas que me preocupan, algunas vivencias, historias que conozco... lo que me dicta el corazón para compartirlo con otras personas, es una manera de saber que no estamos solos en este mundo virtual y poder hacerlo más real y cercano. Me gusta escribir y me siento bien haciéndolo, ojala estás letras lleguen a ustedes como yo quisiera. Siéntanse libres de comentar lo que deseen. Gracias por estar aquí.

viernes, 6 de mayo de 2011

Al ser madres, ¡perdemos hasta el nombre!


Muchas veces me han preguntado qué se siente al ser madre. Al escuchar la pregunta y dar una respuesta siento una avalancha de emociones. Cuando eres madre la vida te cambia pero más que la vida... cambia tu perspectiva sobre ella. Tus prioridades, tus anhelos, tus sueños... todos parecen un minúsculo grano de arroz ante esos bracitos que se extienden ansiosos hacia ti para que lo cargues o ante esos ojitos que siguen todos tus movimientos.
Cuando quedé embarazada por primera vez, una amiga me dijo sonriendo “Se acabo tu paz… ahora tu tiempo será su tiempo, tu vida será su vida, tu pena serán sus penas, tu alegría serán sus alegrías, tu sueño serán sus sueños".
En medio de mi desbordada alegría por la noticia de que iba a ser madre, me quedé un poco confusa con esas palabras. Sabía, para ser más exacta, creía saber lo que implicaba tener un hijo porque realmente
lo supe cuando nació y a partir de ese instante comencé a entender todo el alcance de las palabras de aquella amiga.
Ser madre es el trabajo más laborioso que existe… porque entre nuestras obligaciones está hacer seres humanos dignos y respetables para con ellos y la socieda
d. Es un trabajo de 24 horas y para siempre, sin más remuneración que la alegría de ver los sueños de nuestros hijos realizados. Ser madre es llorar muchas veces porque nuestro pequeño está enfermo, se siente infeliz o alguien le hirió el corazón y no sabes qué hacer para cargar con su pena y así lograr que le duela menos.
Te levantas cada mañana pidiendo a Dios salud para ver esa nueva vida crecer, compartir sus momentos de triunfo, estar allí para protegerlo en sus momentos de fracasos. Además tienes que ser fuerte para luchar contra el deseo de abrazarlo a cada momento, para que sus lágrimas no te derrumben, para mantener la cordura cuando escuchas que algo terrible le ocurrió a un niño y tus hijos no están en ese instante junto a ti.

Ser madre es la labor más hermosa que existe, es una bendición, pero también ser ma
dre es olvidar que hay que dormir, es ser chef de un menú complaciente, es ser enfermera, pediatra, dermatólogo, terapeuta, psicólogo, político, maestra, vidente, hada madrina, bruja, vigilante, árbitro, jefe de mantenimiento y de conservación ambiental. Con el día a día se le agregan más profesiones a esta lista que se hace interminable. Se intensifica la responsabilidad, las preocupaciones, las angustias, el tiempo: dejamos de saber si los días son más largos o más cortos. ¡Ah! Y como leí una vez, en un escrito donde alguien decía que somos “el clon de: superman, la mujer maravilla y Flash Gordon, todos juntos”.
Ser madre significa cambiar el estilo de vida frecuentemente, todo depende de las edades y las necesidades de los hijos. Como madres, no tenemos tiempo de pensar en el sacrificio y la
entrega, eso sucede espontáneamente. Desde que los tenemos en el vientre, los cambios llegan solos, nos adaptamos sin darnos cuenta. Llegamos a comprender cada gesto que hacen sin margen de error, sabemos qué significa cada llanto, cada sonrisa, cada gorjeo. La gente cuando te escucha decir que sabes diferenciar si te está haciendo “manitas” o te dice “adiós”, dice que estás exagerando, pero sí sabemos.
Ya no pensamos en función de nosotras mismas o de nuestros deseos, todo depende de nuestros hijos,
hasta la más mínima cosa que hagamos depende de ellos. Fiestas, cines, playas, trabajos fuera de casa, el dinero, dormir, vacaciones… absolutamente todo está condicionado.
Somos madres con toda la buena intención de serlo, con todo un inmenso amor que no sabíamos que teníamos escondido y que cada día va creciendo y creciendo, a pesar del cansancio, de los desvelos, sustos, angustias y preocupaciones. Los hijos son la extensión del corazón de una mujer.
Ser madre es entregarlo todo, perder lo que no sabíamos que teníamos y cambiar todo por nada, ya que no esperamos nada a cambio. Sólo tener la recompensa de verlos felices y cuando crecen verlos convertidos en hombres y mujeres dignos.
Desde que están en el círculo o la escuela tanto los amigos de tus hijos como los padres de éstos cuando te llaman dicen: “Mamá de Leonardo, mamá de Anabel”. Y no te queda otro remedio que sonreír porque eso es ser madre, deja
mos de escuchar nuestro patronímico en miles de ocasiones porque ya no somos Rosabel, Ana, Caridad… para la mayoría de las personas “somos la mamá de…”, ¡increíble perdemos hasta el nombre!
Ser madre... ¿cómo explicarlo? La simple sonrisa de ese bebé puede hacerte llorar, experimentas un sin fin de sensacion
es que no puedes describir. Eres capaz de soportar cualquier carga con tal de que no la cargue tu hijo, pasas noches en vela para cuidar que no le suba la fiebre y te maravillas con cada pequeña cosa que aprende. No importa si al llegar a casa luego de una larga jornada de trabajo ves que tu niño le presta más atención al perrito que a ti, simplemente sonriendo te unes a el y como una boba te maravillas al ver como su carita se ilumina cuando el perrito mueve la cola, no te importa nada más, solo el hecho de verlo feliz... su felicidad es la tuya.
Recordarás siempre con lujos de detalle el día que nació, cuando por fin pudiste ver a tu hijo cara a cara. Quieres verlo
crecer, cumplir sus sueños, disfrutar sus hijos (tus nietos). Empiezas a cuidar hasta tu lenguaje, tus hábitos, todo para darle el mejor ejemplo. No existe visión más linda que su carita, ni sonido más encantador que su voz. Sus carcajadas son las más bellas melodías, sus juguetes regados por toda la casa son un constante recordatorio de su presencia, aunque pelees porque recogerlos es un trabajo más. Cada noche aspiras el aroma de su ropita, abrazas sus peluches, observas su cuerpecito dormido y aunque al final del día estás extenuada hasta la saciedad, te das cuenta que es lo mejor que te ha pasado en la vida.
Cada mañana mientras te bañas acaricias la cicatriz que te dejó la cesárea y sonríes de satisfacción, comprendes que ahora ¡sí! estás completa. Tu cuerpo pasó de ser un modelo de lujo a una maquinaria perfecta creadora de vida. Aprendes a quererte a otro nivel.

Les confieso que siendo madre me siento llena de amor… de un amor incondicional e indescriptible, llena de miedo… miedo a faltar antes de tiempo en la vida de mis hijos, llena de esperanza ante un futuro lleno de sus logros, llena de deseos de ser mejor ser humano por ellos y para ellos. Me siento completa y ahora comprendo que inconcientemente siempre estuve preparada para esto...
Ver esas caritas cada día es el regalo perfecto que ningún otro puede igualar. No hay regalo que pueda decirte "feliz día de las madres" como lo hace la sonrisa de tu hijo, su sola presencia en tu vida será suficiente.
Cuando estaba embarazada un compañero de trabajo me dijo: “Cuando tu hijo tenga 5 años lo iré a conocer, porque esos bebés pequeñitos son una trampa, todo tiernos y provocativos, uno se enamora de ellos y te dan ganas de tenerlos pero cuando llegan, se acabó la paz”. ¡Cuánta razón tenía! Y a pesar de eso, la mayoría somos reincidentes. Yo tengo dos hijos, que son mi vida y mi orgullo: Leonardo y Anabel, no quise tener ni uno más, con dos es más que suficiente para tener el placer inigualable y la tarea titánica de saber lo que es ser madre.

1 comentario:

  1. tienes mucha razon, es una bendición tener hijos pero q trabajo dan, pero no importa aunque nos quedamos hasta sin nombre yo también estoy muy feliz de ser madre.

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