Como
una de las cosas locas que a veces hacemos, mi hermanita y yo nos fuimos dos
días de playa en un viaje repentino, sin planificar. Llevábamos excelente compañía,
iban dos de nuestros hijos y tres amigas más. No queríamos ruido, un sinfín de
actividades o cientos de personas. No sabíamos si el tiempo nos iba acompañar o
no ya que por estos días a llovido mucho, pero tuvimos la suerte de que ambos
días fueron soleados y la temperatura era perfecta, de hecho, nos achicharramos
a pesar de la crema... La idea era desconectar y descansar. Lo logramos
indudablemente en esas aguas cristalinas y su arena completamente blanca,
típica playa paradisíaca...
Estábamos
muy cansadas y nos hacían falta unos días de relax. Y sin dudas no hay lugar
como el mar para ello, es una maravilla estar aquí en la playa, sin
obligaciones, sin niños pequeños, sin horarios… perdidas en el tiempo escuchar
música, leer, conversar de muchos temas, reír en abundancia… y muy importante
amigos, en estos dos días no pisamos la cocina, todo lo compramos ya elaborado
y en otras ocasiones comimos fuera de casa.
El
mar es lo que más me gusta en el mundo. Estoy acostumbrada a pasear por su
orilla, incluso con viento y lluvia, me relaja mucho mirar al infinito, escuchando
esos murmullos de la playa: las gaviotas, el romper de las olas, los rumores de
las voces... La playa es el lugar en el que me encuentro más tranquila, donde
tomo aire y me siento yo misma.
El
mar tiene una energía especial, entraña multitud de significados y evoca
sensaciones distintas en un mismo individuo. El mar es capaz de modular nuestro
estado de ánimo, eliminar los pensamientos negativos y el desequilibrio
emocional. El hombre busca poder, la naturaleza busca justo lo contrario, expresarse,
extenderse, expandirse salpicarnos de sus colores, entregarse, ofrecerse, morir
tranquilamente, para volver a resurgir.
La
playa es un lugar maravilloso donde la naturaleza es generosa, el agua que baña
la orilla llega con unas olas que de momento generan un lindo movimiento… es un
lugar tranquilo y que genera atardeceres únicos. El paraíso soñado esta frente
a mí. Justo lo que había deseado durantes las últimas semanas.
Es
intensa la experiencia de disfrutar de una playa tranquila. Tomamos el sol, bebimos
cerveza y refrescos, y nos relajamos porque sin dudas el rumor de las olas y la
belleza del escenario hacen que las preocupaciones y el estrés del día a día
desaparezcan. Ya en el atardecer tenía la sensación de que hacía un siglo que
había llegado a este precioso rincón del mundo, este lugar tiene la capacidad
de hacerme sentir lejos de todo menos de mi misma y de las cosas que
verdaderamente importan.
Al
llegar la noche del primer día, nos fuimos a comer a un restaurante y después a
bañarnos en la playa durante un buen rato, ya tarde entre risas y una amena
conversación regresamos a la casa. Nos dimos una ducha para quitarnos el agua
salada y la arena, y nos sentamos a seguir charlando mientras nos bebíamos unos
tragos. Al poco rato, fui y me tumbé en la cama desde dónde escuchaba aún las
risas de los otros y me sentía tan tranquila y feliz del día que habíamos
compartido que me dormí profundamente. Como hacía muchos días no podía hacer.
Al
día siguiente nos levantamos con nuevos bríos y continúo aquel disfrute de
naturaleza, de tener tiempo para todo lo que en nuestra ‘organizada’ sociedad
parece que no encontramos tiempo fácilmente. El mar con la suave cadencia de
las olas, con el arrullo del canto de la brisa y con el ondulante vuelo de las
gaviotas nos transmite energía y sensaciones de paz y armonía. El mar nos baña
con la magia del ensueño. Los pensamientos se evaporan y nuestra mente vuela y
vuela sin rumbo, ni sentido, sin fuerza, lánguidamente desde el horizonte
infinito hasta dibujar una sonrisa al divisar un caracol olvidado, o pequeñas
piedrecillas formando un corazón en la arena.
La
magia de caminar por la playa esta en la diversidad; sus ofrendas no se limitan
a los objetos que encontramos. También podemos recoger pensamientos coherentes
de entre los escombros dejados en nuestra mente por las tormentas emocionales.
Es casi imposible tener pensamientos pequeños cuando caminamos por una playa
vacía, a solas. La insistente y eterna cadencia del agua suaviza los cortantes
filos del miedo y de la duda, hasta dejarlos tan lisos como las húmedas y
brillantes piedras de una playa rocosa. Ello suele venir acompañado por un
sentimiento de lo efímero de nuestro paso por el mundo, y nos imbuye de una
conciencia agridulce de que todos los fuegos se apagarán algún día. Por eso es,
que las llamas actuales son tan preciosas.
En
general, fueron dos días muy relajantes y tranquilos, donde vivimos lento,
empapadas en los parajes naturales, disfrutamos del tiempo, ¡sin duda esperamos
volver! Todo resulta mucho más puro frente al mar. Es muy rico poder despejar
la mente de vez en cuando. Lamentablemente ya es hora de volver a la normalidad
aunque la verdad es que he vuelto como nueva.
Me encanta y coincido plenamente contigo en tus escapadas al mar. Señora mía, ni actuando puedes ocultar tu verdadera personalidad. Se te siente realmente equilibrada y tranquila. Un paseo por la playa puede ayudarnos enormemente...! Preguntarle a las olas o a la arena qué, cómo y cuándo debemos proceder nos puede ayudar a encontrar respuestas que no sabemos encontrar en nuestra vida corriente. EL mar siempre será un refugio y si es en buena compañía mejor. Feliz fin de semana.
ResponderEliminarYo también soy asidua. Es el lugar en el que mas me relajo...Besotes
ResponderEliminarA mí me gusta mucho la sensación de caminar descalzo por la arena, sobre todo por la orilla, sea cual sea la estación. Y lógicamente, sentarte en la orilla al atardecer, cuando la playa se empieza a quedar vacía, con la mirada perdida en el horizonte, con la mente en blanco y con el sonido de las olas rompiendo de fondo, eso es algo impagable, un tratamiento anti-estrés de los que funcionan de verdad. Peter tiene razón se siente la tranquilidad y la armonía en tus palabras. Me alegro mucho.
ResponderEliminarAMIGA: NO VISITO MUCHO EL MAR PERO ES VERDAD QUE LA PLAYA TIENE ESA MAGIA... EL MAR NOS CARGA DE ENERGIA POSITIVA... BUENA ENTRADA GRACIAS POR COMPARTIR.
ResponderEliminarMe encanta.... , poder ir de paseo a la playa. Qué suerte tener la playita tan cerca!! Yo no se cuando la volveré a pisar!!!
ResponderEliminarCuando mas me gusta la playa es cuando se queda si gente es una gozada pasear por la orilla. no hay nada como ir , sentarse, pensar y reflexionar, caminar y mojarse los pies es uno de los grandes placeres.
ResponderEliminares grandioso omo la naturaleza hace cosas geniales para nosotros
ResponderEliminares lo mejor que podria pasarnos en esta vida