Crecer
no es una tarea sencilla. A lo largo de los años tenemos avances, retrocesos,
desilusiones, esperanzas y dolor. En este trayecto forzosamente existirán
personas que nos lastimen, que nos nieguen aquello que deseamos, que no nos
comprendan o incluso que nos traicionen. Todos sufrimos alguna vez por causa de
otra persona. Ahora bien: ¿Qué sentimos por ese que nos dañó? ¿Somos capaces de
olvidar la ofensa? ¿Sabemos perdonar?

El
perdón, es la llave mágica que todos debemos encontrar para sanar cualquier
tipo de relación. Es una expresión de amor hacia nosotros mismos y los demás.
Perdonar no implica que te guste lo que estás viviendo, es liberarte de
sentimientos de odio, rencor, envidia… liberándote de ellos, liberas a los demás,
no los retienes en tu mente, dejas libre a esa persona que te ha herido.
El
perdón es realmente un acto de amor a nosotros mismos porque cuando decidimos no
perdonar, lo único que hacemos es estancarnos en emociones negativas. La falta
de perdón nos ata a la otra persona o a la situación que no podemos olvidar y
una y otra vez volvemos a recordar trayendo al presente nuestro dolor. Esto te hará
mucho más a ti que a la otra persona, porque cargar con esos sentimientos donde
quiera que vayas y con quien quiera que estés.
Los
médicos afirman que la raíz de algunas enfermedades físicas es el rencor. Cuando
las cicatrices no logran cerrarse y el rencor continúa anidando en nuestro
espíritu, su energía actúa como un veneno. Muchas de nuestras enfermedades se
deben a esta contaminación energética, a la ira permanente, a los pensamientos
de venganza y destrucción que ocupan nuestra mente. También muchos de nuestros
fracasos nacen en este aferrarse a dolores pasados porque allí donde existe el
resentimiento difícilmente pueda florecer una actitud positiva hacia los demás.

Saber
perdonar es pasar página ante una situación dolorosa, sin resentimiento. Es
algo muy importante y de mucho valor espiritual. Cuántas veces una relación ha
llegado a su fin por no brindar un sano perdón al ser que amamos.
Y
si saber perdonar es importante, tanto o más lo es el saber pedir perdón cuando
nos equivocamos. Muchas personas a pesar de la convicción de la falta cometida tienden
a pensar que pedir perdón significa cobardía y hasta falta de personalidad.
La
realidad es que si estamos seguros de haber cometido un error no debemos dudar
jamás ofrecer disculpas al ser que hemos ofendido. Esto no significa que
demostramos flaqueza sino más bien que tenemos sabiduría al momento de evaluar
nuestros actos. Todos pasamos por ambas caras de una misma moneda.
Cómo
podremos pedir perdón si no practicamos el saber perdonar. No quita meritos
decir “Perdóname, me equivoqué” o contestar simplemente “Yo te perdono…”, pero
ambas cosas hay que decirlas siempre desde el fondo del corazón porque sólo así
encontraremos paz interior. Saber perdonar requiere estar dotado de una gran
tolerancia y una apertura de mente. Es algo que enaltece y engrandece al ser
que lo practica.

Amigos,
perdonar no es anular, como si nada hubiera ocurrido; ni es olvidar, como si
fuera posible una amnesia súbita; ni es no tenerlo en cuenta, ser imprudente y
no aprender de la experiencia. No significa ser ni ciego ni ingenuo. Lo hecho,
hecho está y no hay Dios que lo cambie.
Aprendamos
a pedir perdón y a perdonar. Pero recordemos que no porque exista el perdón, la
gente tiene derecho a dañarnos las veces que quiera.