Ayer
esperaba el ómnibus pacientemente, bueno ya un poco impaciente porque llevaba
mucho rato en la parada, cuando vislumbré el susodicho transporte. Como es
lógico todos los que allí estábamos nos dispusimos para montar cuando hiciera la
tan esperada parada. Nos convertimos en un amasijo humano cuando paró frente a
nosotros y entonces escucho a una “señora”, por decirle de alguna manera, que
le dijo al muchacho que venía con ella: “empuja y no mires ni para los lados”.
Y así lo hizo el muchacho evidentemente. Empujones sin conmiseración a mujeres,
ancianos, a todos por igual.
Ya sobre el ómnibus camino a casa, yo no dejaba de pensar en las palabras de aquella mujer y lo que, en respuesta, había hecho el muchacho. Me parecía increíble. Y pensaba: ¡qué clase de educación y respeto estaba ella inculcando en él! Algo muy lamentable.
Ya sobre el ómnibus camino a casa, yo no dejaba de pensar en las palabras de aquella mujer y lo que, en respuesta, había hecho el muchacho. Me parecía increíble. Y pensaba: ¡qué clase de educación y respeto estaba ella inculcando en él! Algo muy lamentable.
Amigos,
la amabilidad, la gratitud, la bondad, la humildad, la sinceridad, el respeto...
producen grandísimos efectos positivos tanto físicos como psicológicos en las
personas (emisoras y receptoras). A mí me enseñaron desde chiquita que si
quería algo debía decir por favor, que si me equivocaba debía decir perdón, que
si recibía algo debía decir gracias y que podía hasta enfrascarme en una
discusión con cualquiera sin sentirme menos pero siempre con respeto.
A
la inmensa mayoría de nosotros (porque los hay que no reciben esa educación) desde
que somos pequeños nuestros padres nos inculcaron esas normas básicas de
educación, entre las que se encuentran las consabidas frases de “por favor”, “permiso”,
“gracias” y “perdón”. A su vez cuando crecemos y nos convertimos en padres
hacemos lo mismo con nuestros hijos pequeños.
No
obstante, estas palabras no son sólo cosas de niños. Nosotros, los adultos,
deberíamos repetirlas con asiduidad, porque lejos de ser fórmulas de cortesía
vacías, estas palabras encierran fundamentos básicos de la educación, en ellas
se esconden los valores esenciales sobre los que se construye una persona
moralmente desarrollada.
Estas
palabras son la expresión oral de una actitud de respeto hacia el otro. Pedir
por favor las cosas es lo contrario de la imposición. Pedir permiso, es una
fórmula de cortesía como consentimiento o autorización para hacer o decir algo.
Dar las gracias, es la mejor muestra de agradecimiento al otro. Pedir perdón,
es la palabra de humildad ante un error o falta cometida.
Las
palabras por favor, gracias y perdón están siendo poco usadas en nuestro
tiempo. Se usan en la conversación y el trato entre personas, menos que lo que
debían de ser utilizadas. Se asocian por mucha gente a “la educación de viejos
tiempos” y quizá por eso en este mundo más moderno y liberalizado sean consideradas
como propias de servidumbres y por eso han sido desterradas por una sociedad
que se cree superior y autosuficiente.
Fíjense
si es así, que si se ponen a observar, cada vez es menos frecuente que las
personas que nos rodean cuando van a pedirte algo digan “por favor”, o que
cuando haces algo por ellas te den las “gracias” y mucho menos que cuando se
equivocan o meten la pata pidan “perdón”. A veces es más habitual que las diga
un desconocido. Increíble, pero cierto.
Y
una verdad como un templo es que ser amable hace que las personas se sientan
bien y cimienta el camino para crear buenas relaciones interpersonales.
Lamentablemente estas son palabras poderosas que hacen sentirse valorada a la
persona que las escuchan, se van perdiendo cada vez más.
Cuando
das las gracias a otra persona ella comprende que tú valoras lo que ha hecho
por ti, ya sea acompañarte al médico o darte un vaso de agua. Cuando dices
permiso la otra persona sabe que esperas su consentimiento para hacer o decir
algo, y se siente valorada. Cuando pides algo por favor la otra persona
comprende que tú la respetas. Y cuando pides perdón a alguien, éste comprende
que tú estás arrepentido, que reconoces que te equivocaste, que quieres
arreglar las cosas y aprender de tus errores.
El
adulto que no pide nada por favor trata a los demás como meros instrumentos
para obtener lo que desea. Aprender a decir “por favor” significa que quien
está ante nosotros no es un siervo, que no mandamos sobre él y, por tanto, no exigimos
sino que pedimos, no ordenamos sino que solicitamos. Esta actitud favorece el
desarrollo del respeto al otro, viéndole como alguien igual en dignidad y con
idénticos derechos.
Cuando
pedimos permiso la persona que va a ser objeto de nuestras palabras o acciones
se siente respetada porque sabe que le estamos pidiendo licencia o
consentimiento para hacer o decir algo.
No
menos importante es saber decir “gracias”. Las gracias no se dan por cumplir
con una mera fórmula de urbanidad sino por desarrollar la actitud del agradecimiento.
El adulto que no da las gracias va por la vida poniendo la mano para recibir,
pero pocas veces la tiende para dar.
Muchas
veces quizá pensamos que nos merecemos lo que otros hacen por nosotros, otras
veces quizá pensamos que “si lo ha hecho, es porque ha querido”, dar las
gracias a otro ser humano enriquece tu vida y la de los demás a un nivel incalculable.
Decir gracias no nos quita ni siquiera un segundo. Otras veces somos agradecidos
pero no lo demostramos, porque damos por sentado que lo saben. Esa es una
palabra muy sencilla de pronunciar y acompañada con una sonrisa, alegra el alma
de todo humano.
La
palabra Gracias encierra un poder y profundidad inimaginables: Traspasa todas
las barreras culturales, geográficas y religiosas, es reconocida y aceptada por
cada uno de nosotros y, si sabemos aplicarla constantemente en nuestra vida,
puede brindarnos enormes beneficios en todos los aspectos. ¡Que poco cuesta
decir GRACIAS! ¡Pero cuantas veces se nos olvida!
En
cuanto al perdón, todos sabemos que es una de las cosas que más cuesta. Los
motivos habituales suelen ser dos: vergüenza unida a culpa, o soberbia unida a
resentimiento. Sin embargo, quien pide perdón, en primer lugar vence la
vergüenza, con lo cual eleva su autoestima y reconoce su culpa, y con ello
crece en su sentido de la responsabilidad. En segundo lugar, quien pide perdón
es capaz de superar su egoísmo, vencer la espiral devoradora del rencor y evitar
ser carcomido por el orgullo.
Pedir
perdón es complicado pero no puede dejar de hacerse siempre que la situación lo
amerite. Comerse el orgullo, agachar la cabeza y decir “me he equivocado” puede
ser de las cosas más difíciles en esta vida. Y hacerlo con alguien que nos
importa, al que hemos defraudado, ofendido o dañado no sé si es más o menos
fácil, pero no me cabe duda de que es muy necesario. Perder a los que nos
importan por soberbia debería estar penado con la muerte.
Creer
que “el tiempo lo cura todo”, que “ya se le pasará”, que “tampoco es para
tanto”, dejar pasar tiempo a la espera “del mejor momento para hablarlo”, son
simplemente excusas y más excusas para no echarle frente al error y arreglar la
situación. El tiempo cura cuando se han puesto los medios, en caso contrario
puede hacer que una simple infección se convierta en gangrena. Recuerden que
igual que dos no se pelean si uno no quiere… dos tampoco se perdonan si uno no
da el primer paso.
En
conclusión, la persona que crece al amparo de estas expresiones: por favor,
gracias, perdón, permiso… sin duda alguna es una persona que respeta a los demás
y los reconoce en su dignidad sin usarlos a su antojo; una persona que se sabe
deudora de tanto bien como recibe y por tanto agradecida y abierta; una persona
humilde, responsable y libre de rencor.
Estas
palabras hay que expresarlas como vocablos llenos de contenido real y no como
simples sonidos que salen de nuestra boca “para cumplir”. Palabras que hay que
decir y manifestar con el corazón, con hechos… decirlas no hace al que habla
menor que al receptor ni son una muestra de debilidad.
Para
mi el que es capaz de usarlas en su repertorio diario es una persona merecedora
del más sincero respeto (otra palabra importante), porque el respeto es el
sentimiento que lleva a reconocer los derechos y la dignidad del otro. El
respeto a los demás es la primera condición para saber vivir y poner las bases
a una auténtica convivencia en paz.
En
lo particular, me gusta estar y estoy entre las personas que aún dicen “gracias”,
“por favor”, “perdón” y “permiso”.
Y
hablando de esto, quiero darles nuevamente las gracias a todos, los conozca
personalmente o no: Gracias por acompañarme diariamente, por animarme, por
motivarme, por leer mis post, por hacer que vuele mi imaginación, gracias por
hacerme quien soy cada día y darme una razón más para seguir. ¡GRACIAS! por su
apoyo, por sus comentarios, por esas "gracias" que a veces me dan... eso
me alimenta y me da energía para seguir escribiendo y para seguir desarrollando
día a día mi trabajo.
Tenía
ganas de escribir este post, no sé si lo habré hecho bien porque a veces las
palabras más sencillas son las más difíciles de definir; son tan claras, las
usamos tanto (quienes las usamos, por supuesto) y las entendemos tan bien
que... nos resulta muy complicado de resumir el contenido en términos precisos.
De todas maneras he hecho mi mayor esfuerzo por explicarles lo que opino sobre
todas estas palabras que lamentablemente están en desuso.
¿Y
ustedes qué piensan al respecto?