Bienvenidos a este humilde pero sincero espacio. Aquí escribo mis pensamientos, cosas que me preocupan, algunas vivencias, historias que conozco... lo que me dicta el corazón para compartirlo con otras personas, es una manera de saber que no estamos solos en este mundo virtual y poder hacerlo más real y cercano. Me gusta escribir y me siento bien haciéndolo, ojala estás letras lleguen a ustedes como yo quisiera. Siéntanse libres de comentar lo que deseen. Gracias por estar aquí.

martes, 15 de enero de 2013

Enardezco



Tu viaje se ha extendido más de lo esperado y ya no puedo más con tu ausencia. Te extraño tanto. La mañana está lluviosa, húmeda, se siente frialdad… he salido para hacer unas compras, mis pasos son lentos e inciertos, me detengo a comprar un café (que finalmente no tomo porque está malísimo), contesto algún que otro saludo y sigo caminando sin percatarme que no voy a mi rumbo previsto voy directamente a casa.

Entro, todo está en penumbra, hay olor a humedad, la casa lleva días cerrada. Abro algunas ventanas. Estoy cansada, vago por las habitaciones unos instantes, me dirijo a la cocina y pongo a colar café. ¡Cuánto te extraño, por Dios! Los días se me hacen más largos de lo normal. Cuando no estas nada tiene sentido. Tengo ganas de que vuelvan a encontrarse nuestras miradas, abrazarte, sentir tus labios, ganas de sentirme feliz y en ese momento intentar detener el tiempo para sentirme eterna a tu lado. Tengo tantas ganas de ti y de todo tu mundo que es mi universo. Te echo tanto de menos, constantemente te pienso, te sueño, te deseo. Echo de menos tus besos, tu piel, echo de menos hasta cuando dices mi nombre.
Bebo mi café en silencio. Me dirijo al cuarto y me tiendo en la cama a fumar un cigarrillo mientras abrazo tu almohada. Pensamientos calientes asaltan mi mente y humedecen mi entrepierna. Cuando te pienso enardezco, al igual que enardezco cuando siento pasear tu lengua al filo de mi encaje, cuando aprietas mis nalgas preso del deseo, cuando tu aliento recorre mi espina dorsal... sí, me superan las ansias de ser poseída por ti, el deseo de que profanes mi sexo, de que tus manos sean las que marquen la posición de mis pechos, de que el norte de tu verga apunte hacia mi ombligo. ¡Dios!; opto por darme una ducha relajante que seguramente ayudará a apaciguar mi hambre de ti.
Siento correr el agua sobre mi piel, tibia, arrastrando los restos de jabón y te imagino junto a mí, acariciándome, le doy al grifo del agua fría y termino de bañarme. Salgo de la ducha, me seco y me perfumo, como si te esperara aunque ya sé que hoy tampoco vendrás. Decido preparar algo de comida y dejarlo en el refrigerador para si llegas en la madrugada. Ni siquiera me visto, solamente tengo puestas mis bragas y para no quedarme desnuda me pongo una camiseta. Preparo un trago, pongo un poquito de música porque tanto silencio es peor.
Estoy entretenida en la cocina en mis quehaceres mientras bebo y tarareo la canción, por eso no oigo la puerta. Siento unas llaves caer sobre la mesa y pasos acercándose, el corazón me da un vuelco y vuelvo ligeramente mi cabeza para ver como te acercas con una sonrisa dibujada en el rostro. Me vuelvo completamente, te miro a los ojos, sonrío y muerdo tu labio inferior antes de besarte apasionadamente dejando que nuestras lenguas se reconozcan; me aprietas contra ti en un abrazo que me deja sin aire y murmuras: “¡Cómo te he extrañado!”.
Tienes una barba incipiente y cara de cansado, pero ojos de deseo, me dedicas una pícara mirada a la que yo respondo con un “Me sorprendiste, ya no te esperaba hoy, ponte cómodo”. Me das otro beso y te vas hacia el baño, siento la ducha, es un baño rápido porque al instante regresas junto a mí, sólo llevas puesto un boxer. Me abrazas por la espalda y susurras mientras besas mi cuello: “Estoy hambriento, prepárame algo”. Te acercas a la botella que dejé sobre la meseta y preparas dos tragos, me ofreces uno y me vuelves a besar.
Te preparo algo ligero, me siento frente a ti y descalzo mis pies para ponerlos entre tus piernas, mientras comes charlamos de cómo te ha ido y de lo que he hecho yo en tu ausencia. Ambos estamos tratando de portarnos como adultos civilizados, no como animales sedientos. Mis pies acarician tu entrepierna mientras hablamos y comes sin dejar de mirarme. Estiras la mano a tu portafolio y sacas unos bombones que me has traído. Acercas uno a mi boca, acaricio tus dedos con mi lengua y acto seguido apreso el bombón entre mis labios para darle un mordisco. Ya he notado la dureza de tu sexo bajo mis pies. Me levanto y me acerco a ti por la parte de atrás de la silla, con mis manos sobre tus hombros beso tu cuello aspirando tu aroma. “Termina de comer”, murmuro. Ahora vuelvo.
Voy al cuarto, corro las cortinas y me dispongo a volver a la mesa. Al levantar la vista te veo apoyado en la puerta, mirándome descaradamente, con esa arrebatadora sonrisa que tanto me gusta. Te acercas y me abrazas, besándome y mordisqueándome el cuello, cosa que me pierde y lo sabes. Ya estoy desarmada, tu lengua irrumpe en mi boca explorando cada rincón, aumentando la urgencia que tengo de ti.
Sigues con besos… mi barbilla, mi cuello, hasta llegar a mis pechos… me has ido haciendo retroceder lentamente hasta llegar al buró donde se encuentra la computadora. Me sientas en él quedando tú entre mis piernas, no dejas de besarme y yo libero tu sexo que se muestra orgullosamente erecto. Tus manos no están quietas deshaciéndose de la camiseta y de mis bragas con urgencia, estoy mojada desde que me besaste en la cocina y lo notas al acariciar mi sexo, no podemos esperar más, entras en mí mientras mis piernas abrazan tu cuerpo y tu lengua juega con la mía en un beso que escandalizaría al más osado. El ritmo de tus embestidas aumenta y nuestros jadeos se hacen más intensos, hasta que llega el orgasmo.
Seguimos abrazados unos minutos y cuando nuestros cuerpos se calman, nos besamos y nos dirigimos al baño. Te metes bajo la ducha y me atraes hacia ti como siempre, nos enjabonamos mutuamente entre beso y beso. “No tienes idea de cómo te extrañé”, dices zalamero. “Ya me di cuenta” contesto sonriendo, mientras el agua resbala por nuestros cuerpos y nuestras manos con ella. Te sientas en el borde de la bañadera y yo me arrodillo ante ti, me sonríes, inclinas la cabeza hacia atrás al tiempo que tus manos acarician mi pelo. Te beso en el pecho, cerca del ombligo y voy marcando un camino de besos hacia abajo, mientras noto como el guerrero se rehace. Lo introduzco en mi boca para que mi lengua escriba placer en él, bajando y subiendo lentamente pero firme, hasta notar por tus gemidos y espasmos que estás a punto.
Me detengo, te levantas y me pones contra la pared, nuestros cuerpos bailan y se acarician al unísono, tu sexo roza mi hinchado clítoris y finalmente mi vagina lo apresa con unas ganas que parece que no pudieran ser satisfechas, y llegamos así a nuestro segundo orgasmo. Cansados, extasiados, te beso y te miro esbozando la mejor de mis sonrisas, apoyo mi cabeza en tu hombro, y satisfecha mi urgencia de ti, me voy relajando con las caricias de tus manos sobre mi espalda, y susurro en tu oído “Eres mi vicio”, a lo que tu respondes con una sonora carcajada para luego decir “¡Que diré yo!”.
Ya secos, nos vamos a la cama que abraza nuestros cansados cuerpos, esperando dormir un poco y descansar.
Aproximadamente dos horas después, enredados mis sentidos a las sábanas de tu cama, enredados tus brazos y manos a mi cuerpo, el descaro de la piel aflora, mis deseos emergen atrevidos al contacto del roce de tus dedos. Estás pegado a mi espalda y con cada roce, con cada beso, me dejo llevar. Estás callado, respiras profundamente, dejando el aliento en mi cuello mientras noto tu sexo duro y erguido, rozando mis muslos.
Esa idea me enciende, me volteo y disfruto de tus caricias, tu lengua pícara comienza su recorrido hacia mi ombligo, despacito, con una lentitud exasperante, mi respiración se agita, pero sigues con tu lentitud, deseosa de ti entre gemidos susurro “Te deseo”. “Shhhh, me tienes”. Tus manos no se están quietas y tu lengua corre en sentido inverso a mis ganas, te acercas nuevamente a mi sexo lubricado, desesperado y henchido de ganas de ti... pero lentamente vuelves a subir por mi cuerpo, me estás volviendo loca de deseo.
Esa lentitud desesperante y excitante… me va faltando el oxígeno y tu boca acude a la mía, esta vez salvaje, apasionada y atrevida, para después descender a un ritmo que enardece más, si es que es posible, mis sentidos. Miles de impulsos eléctricos recorren mi cuerpo al contacto de tu boca, “Quiero que entres en mí”, “Tranquila amor, el banquete no ha terminado”. Tus dedos vuelven a iniciar un masaje entre mis piernas, otra vez lento... placentero, rabiosamente placentero, pido más, quiero todo... me exploras con los dedos, con la lengua, que después de recorrer mi sexo va hasta la perla de mi deseo, que seguramente asoma brillante, me vuelve loca lo que me haces.
Jadeo, gimo, casi grito, “Cabrón, me estás matando”, y estallo nuevamente. No puedo más, necesito tenerte en mi, lo sabes… loca, deseosa, descarada, sin pudor… te pido que entres en mí. Tu sexo irrumpe salvajemente... “¡Dios, esto es el puñetero cielo!”. Quiero morir así, de placer, intensamente amada, deseada... siento tu calidez en mi interior, derramando tu placer... y escucho un “Te quiero” dulce susurrado en mi oído.
Derrotado mi sexo, satisfechas mis ganas, otra vez mojados el uno en las humedades del otro, nos besamos y nos dirigimos a la ducha de nuevo, esta vez de prisa porque ya es tarde.
Estoy feliz y no sólo por la sección de sexo que ha sido intensa, maravillosa, sino porque estás de regreso, nuevamente junto a mí.

8 comentarios:

  1. ¡¡¡Precioso y sensual!!! Desde luego que alcanzas el cielo!!! vaya texto!!! Impresionante. Es tan hermoso y placentero estar en esta pagina que me da una tranquilidad y una emoción inmensa…felicitaciones, ¡¡¡¡realmente hermoso!!!! Un besazo, linda.

    ResponderEliminar
  2. Sí, Peter, tienes razón es un texto realmente hermoso, lleno de pasión y amor.
    Rosabel, tú conoces mi dilema y ahora estoy en un mal momento. Cada palabra tuya me ha llenado los sentidos porque a mi me pasa lo mismo cuando no tengo a mi mujer conmigo, como ahora. Y quiero abrazarla, sentir su cuerpo cercano, no tener que imaginarla, sólo tenerla entre mis brazos, sintiendo su calidez pegada a la mía, notar como me envuelve su aroma mientras le digo cosas al oído. Quiero mirarla a los ojos para no tener que hablar con palabras, acercarme despacio a sus labios, rozarlos, sentir el placer, besarla con un beso tan intenso que note hasta mi alma. Quiero que vea en mis ojos la felicidad inmensa que provoca, que pueda leer en ellos todo lo que siento. A veces la imagino recordándome, pensando en mí, echándome de menos, acordándose de mis besos, de mis caricias, mis abrazos, deseándome, queriéndome tener entre sus sábanas, deseando que se mezclen suspiros, silencios, miradas y palabras. Imagino que me piensa, que le gustaría venir conmigo a tomar unas cervezas, a conversar de cualquier cosa, a reír, a amarnos.
    Cuando eso ocurra, la envolveré en mis brazos, la amaré sin límite ni tiempo, besaré y morderé sus labios, profanaré su tiempo y su cuerpo. Me adueñaré de ella, mis manos aferraré a su espalda y al fin... me llenaré de ella, con loca intención viviré cada centímetro de su piel. Beberé cada sorbo de su cuerpo en medio de la más fiera pasión y me adueñaré de ella durante horas enteras rompiendo a besos y caricias cada pedazo de su piel. Sentirá el calor de mi aliento, mis manos marcando con fuego su cuerpo en un sin fin de ir y venir para llenarme de ella. Suavemente iré recorriendo cada espacio, enloqueciéndola de placer y solo entonces se calmarán mis ansias porque por fin poseeré su alma.
    Mira todo lo que te he escrito. Vez que sí te entiendo, y eso que la ausencia en tu caso fue solo un viaje que se extendió demasiado, en el mío es peor porque no sé si regresará. Aunque todos los días le pido a dios que sí.
    Cuidate mucho amiga.

    ResponderEliminar
  3. Amigo Frank, he vuelto a abrir el sitio para leerme este texto nuevamente porque me ha ENCANTADO y he leido tu comentario. Lamento que las cosas no te vayan bien, yo te entiendo porque eso me ha pasado a mi también y creo que todfos en algun momento de la vida hemos pasado por algo así. Estoy seguro que Rosabel también te entiende porque esta mujer es puro amor.
    Ojala todo se resuelva y ella vuelva a ti, pero recuerda que si la culpa es tuya tienes que recurrir a lo que muchos no hacen por orgullo que es pedir perdón y rogar que ella te perdone y si es de ella pues estate listico a perdonar.

    ResponderEliminar
  4. Gracias a los dos, me alegra mucho que les haya gustado.
    Peter ¿de veras te lo has leido dos veces?. El amor es complejo amigo mío, pero es una bendición de Dios, en eso todos estamos de acuerdo.
    Frank, lamento lo que me cuentas pero lo que has escrito es precioso, estoy segura que si tu mujer lo leyera innegablemente se conmovería, porque si me has conmovido a mí que no tengo nada que ver con la historia ¡imagínate a la involucrada! Te felicito y te digo como Peter ojala todo se arregle y que Dios te conceda tu deseo de que vuelva.

    ResponderEliminar
  5. Oyeeee eso está precioso, que manera de poder escribir tantos instantes y sensaciones únicas, bendito placer amar !!!!!
    Hola mis amigos Peter y Frank, coincido en que nuestra anfitriona está bien arribita para seguir regalándonos sus textos bellos, cotidianos, polémicos, etc etc etc...
    Amigo Frank coincido con Peter que se nota que es un hombre muy inteligente y gran conocedor de los encantos femeninos, así que si te has portado mal, hazle caso a él y todo tiene que ser suavecito suavecito. Un beso a los dos

    ResponderEliminar
  6. El texto esta lindo, con un amor intenso y relatado de una forma tierna, amorosa y pasional.
    A mí el AMOR así con mayúsculas, ese que te vuelve loca me cuesta. Por suerte lo he conocido, aunque no haya durado, al menos tengo la dicha de haber amado intensamente y haberme sentido amada de la misma forma.

    ResponderEliminar
  7. Me encantas mujer ¿QUIEN ERES?

    ResponderEliminar
  8. Waoooooooo! me encantó.

    ResponderEliminar