Aquí estoy, sentada
junto al mar. Miro sus olas, ese vaivén que tanto me relaja, ese color azul que
me encanta, su sonido es como una suave música. Me lleno se su olor y siento
esa brisa que tanto me gusta acariciar mi rostro. Me siento tan bien, solo el
mar y yo, y no significa que no hubiera nadie en la playa, porque habían
algunas personas, niños jugando, parejas enamorándose, pero cuando estoy frente
a ese mar todo lo demás desaparece por eso anteriormente dije “solo el mar y
yo”.

En esa paz que me va invadiendo, sigo con los ojos cerrados pensando en lo maravilloso que sería si estuvieras allí conmigo... pero cuando estamos lejos uno del otro no tengo que llamarte a mis pensamientos, tú estás allí desde siempre, vives ahí, como una eterna cadena de recuerdos y sentimientos siendo parte y el todo, en mi sentir y en mí. Pero no puedo abrazarte, estás muy lejos. Solo puedo escuchar y sentir...


Empezaba a atardecer y
en ese momento el color del mar era indescriptible. Siempre pienso en si fuera
posible guardarlo así para siempre, el color y el olor. Sin duda alguna yo
sería una de las personas que lo haría. Los pensamientos me transportan a otra
playa, en otro momento… Vivía todo intensamente tu presencia a mi lado, ese
sueño cumplido… Ahí estaba yo sentada en la arena, viendo el anochecer,
dejándome llevar, sin preocupaciones, feliz como una niña, sonreía sin querer (tu
siempre consigues mi sonrisa)… y observaba tus ojos clavados en mí…

Hablamos en susurros,
sin dejar de acariciarnos, sin dejar de besarnos… Escucho la voz del mar que me
llama; oigo la voz de tu sexo que me llama… te cojo de la mano y corremos hacia
el mar, siento el tacto frío subir por mis pies, mis rodillas; me hundo, quiero
mojarme toda, quiero sentir el mar. Me pongo de pie, el agua me llega a los hombros.
El vaivén de las olas es como una caricia. Siento llegar un animal acuático
hacia mí, buceando. Agarra mis piernas y trepa hacia la superficie. Eres tú. Me
besas con mil bocas fundidas en una, la tuya.
Te abres camino en mi
trusa y metes tus manos en busca de mi sexo, nos besamos casi agresivos, te
abrazo con mis manos y piernas. Mis manos en tu cuello, mis piernas alrededor
de tu cintura. Nos seguimos besando, siento tu sexo está más que listo, apoyada
en ti me levanto un poco para ayudarte a colocarlo en mi entrada para ir bajando
lentamente, pero me empujas hacia ti con un deseo incontenible. Me sonrío y
volvemos a besarnos. Siento que hacemos el amor los tres, tú, el mar y yo.

En todo este largo
tiempo que tú y yo hemos pasado juntos te has ido haciendo dueño de mi alma y
de mi silencio, junto a este mar que nos invita a revivirlo en sus orillas y en
sus olas, en el rocío salado que impregna nuestros cuerpos dejando en nuestra
piel esa sed abrasadora que sólo se calma con la humedad de nuestros besos… bésame
otra vez en el ancho mar, como otras veces, donde solo existimos tu y yo, donde
nada más importa, donde yo soy tu estrella y tu mi delfín en la inmensidad. Ay
amor, junto al mar y a ti, ya no sé si pienso o tan sólo siento…