
La
mayoría de las tareas hogareñas, entre ellas la cocina, la limpieza y el cuidado
de los miembros de la familia… son desempeñadas por nosotras las mujeres. Trabajamos
muchas más horas por semana que los hombres, si se suman las labores
remuneradas y no remuneradas. Es deber de la familia en general reducir la
carga de tiempo y de esfuerzo que les insumen las tareas del hogar a las
mujeres.
En
el siglo XXI, la mayoría de las mamás trabajamos fuera de casa, igual que los
papás, esforzándonos y cansándonos por partes iguales. Si después del trabajo nuestros
hijos nos ven matándonos por atenderles a ellos y a nuestra pareja, les estamos
dando una imagen caducada de la famosa mujer abnegada, muy mal ejemplo.

Las
relaciones y los roles que se establecen entre hombres y mujeres llevan, y
conllevan, un sinnúmero de circunstancias. La realidad es que las familias y
las parejas establecen sus equilibrios en la vida diaria de acuerdo a lo que
cada miembro de la pareja puede aportar y quiere. Quién hace qué y cómo: se
refiere a que en un mundo como el de hoy… Lo que cada miembro de la pareja realiza
es una aportación al proyecto de pareja y familia.
Las
mujeres somos heroínas de nuestros días, con esfuerzo y dedicación hacemos que
la familia pueda salir adelante en tiempos complicados, en los que conciliar la
vida laboral y familiar resulta cuanto menos una tarea muy difícil. Nuestro día
a día es un interminable cronograma de actividades perfectamente organizadas
que comienza a las seis de la mañana (generalmente) preparamos el desayuno,
acomodamos la casa, despertamos a todos, arreglamos a los niños, nos bañamos,
nos vestimos, los llevamos al colegio y nos vamos a trabajar… Y así sigue una
jornada llena de actividades, horarios, que en la tarde continúa en la casa con
limpieza, tareas de la escuela, comida, marido… en fin.

Por
eso en esta empresa que se llama familia lo primero que tenemos que hacer es
ponernos de acuerdo con nuestra pareja para compartir el quehacer diario, y
luego involucrar a nuestros hijos por partes iguales, sin dar preferencia a
niños ni a niñas. Todos tienen que tener su turno lavando trastes, barriendo y
haciendo mandados. Los hombres pueden cocinar sin perder su masculinidad, y las
mujeres pueden cargar cosas y ensuciarse sin ser menos femeninas. Educando a
nuestros hijos en la igualdad es la única manera de no perpetuar el mito del
macho.
En
esta vida de familia, que hemos elegido llevar a cabo, sí es que esa es nuestra
alternativa de vida, es importante definir las tareas de cada miembro para no
sentirnos sorprendidos, enojados, desilusionados y traicionados por nuestra
media naranja y por nuestros hijos según van creciendo. Para que todo en la
casa marche dentro de los parámetros de la responsabilidad, el amor y la comprensión,
todos deben colaborar y esforzarse en las labores del hogar.

Yo
soy una mujer de 48 años que trabaja fuera de casa y en casa como la mayoría de
las mujeres en la actualidad, con una familia de dos varones (hijo y esposo) y
una mujercita, los tres siempre me han ayudado bastante en casa (aunque no todo
lo que debieran), me he dedicado a la familia y a trabajar, pero ya he sentido
la necesidad de dedicarme un poco de tiempo para mí porque les he dedicado a
los tres los mejores años de mi vida, como madre siento que he cumplido y como
esposa permanezco en el camino, pero como mujer sigo aprendiendo a vivir y
hacer lo que me gusta, que es escribir y disfrutar de la vida.
Esto
me lo mandó una amiga y me encantó, lo comparto con ustedes, espero lo
disfruten y aprendan la lección.
Una tarde un hombre volvió a casa del
trabajo y encontró un desorden total. Sus tres hijos estaban afuera, todavía en
pijama, jugando en el lodo, con cajas y envolturas de comida regadas en todo el
jardín de la casa. La puerta del carro de su esposa estaba abierta, también la
puerta del frente de la casa. Cuando pasó la entrada encontró todavía más
desorden. Una lámpara caída, el tapete de la sala recargado contra una de las
paredes, la TV estaba puesta a todo volumen en un canal de caricaturas, la sala
de estar llena de juguetes y ropa regados por el piso.
En la cocina, el fregadero estaba
rebosante de platos sucios, había comida del desayuno en el piso, también
estaba regada la comida del perro, había un par de vasos rotos bajo la mesa y
algunos montones de tierra cerca de la entrada de la puerta trasera. Rápidamente
se dirigió hacia las escaleras, pisando mas juguetes y ropas que estaban
regados en su camino, buscando a su esposa. Estaba preocupado de que hubiera
pasado algo serio o que tal vez pudiera estar enferma. La encontró descansando
en la recámara, todavía acurrucada en la cama y en pijama, leyendo una novela.
Volteo a verlo, le sonrió felizmente y
le preguntó cómo le fue en su día...
El la vio totalmente extrañado y
preguntó:
-¿Qué pasó aquí hoy?
Ella sonrió de nuevo y respondió:
-Ya ves, la mayoría de las veces cuando
llegas del trabajo me preguntas "¿Qué demonios hiciste en TODO el
día?"
-Si. -Fue la incrédula respuesta del
esposo.
-Bueno, hoy simplemente no lo
hice –respondió ella.
asi deberia ser pero son muchos los hombrs que todavía piensan que somos sus esclavas sion importalres nada mas. piensan en su descanso merecido yen que estamos para servcirlos ycuidarf de los niños y la casa.
ResponderEliminarDejar todo a nosotras es injusto y desconsiderado por eso estoy de acuerdo contigo en que debemos educar a nuestros hijos al respecto. Mi esposo me ayuda mucho en el poco tiempo que tiene libre y aunuqe los niños son pequeños siempre los involucramos con nosotros en los quehaceres de la casa.
ResponderEliminarYo vivo solo pero cuando mi mujer esta en casa la ayudo en todo y en ocasiones soy yo quien me ocupo de todo para que ella descanse un rato. Lo mismo hago cuando estoy en casa de mi hermana, no entiendo a esos hombres que ven a la mujer matándose trabajando y ellos tan frescos como una lechuga. Eso no lo entiendo, la mujer es la mejor creación de Dios y si realmente sabemos valorarla y amarla esa es una de las maneras en que podemos demostrarselo.
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