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miércoles, 24 de abril de 2013

Poner límites a los hijos



Todos sabemos que la tarea de educar no es nada sencilla. En repetidas ocasiones hemos oído el concepto “poner límites” pero llevarlo a cabo no es tan natural ni tan sencillo, sin embargo, tampoco es imposible. Es cierto que no todos los niños son iguales, ni se trata de estandarizarlos, se trata de ayudarlos a encontrar su mejor potencial. Aprender a poner límites a nuestros hijos es una tarea imprescindible en su educación.
Concederle a los hijos todo lo que piden, darle todas las cosas echas, solucionarle todos los problemas, dejarle que se salgan siempre con la suya... no les ayudará a ser responsables ni aprenderán que las cosas se logran con esfuerzo. No puede haber socialización ni verdadero sentido de la justicia si no se renuncia al principio del propio placer y al interés egocéntrico. El deseo o el principio del propio placer tiene sus propias leyes. Su consigna es: ¡“Quiero todo Ya!..!“ El límite pone fin a esta fantasía de ilimitación y omnipotencia. Si el adolescente permanece en un estado de ilimitación, de satisfacción espontánea de sus continuas demandas, nunca llegará a la madurez humana. En ese caso, no hay educación sin una adecuada dosis de frustración. Porque toda educación supone la reducción del deseo y de la fantasía de omnipotencia.
Los hijos conforme se van haciendo cada vez mayores, los adolescentes, cuestionan cada vez más las normas y límites que sus padres les imponen. Sin embargo la disciplina es una herramienta básica en la formación de una persona responsable y estable, así que es muy importante tener normas y límites bien definidos y exigir que todos los respeten.

Esto es complicado, los padres muchas veces le dejan la tarea a la escuela y a su vez la escuela dice que es problema de los padres. Lo cierto es que cuando los muchachos van creciendo sin saber a ciencia cierta hasta donde pueden llegar en su comportamiento las cosas se van complicando mucho más, porque crecen los problemas. Tenemos que perder el miedo a limitar a nuestros hijos. El escritor y pedagogo argentino Jaime Barylko ha dado una explicación de este desentendimiento de los mayores: “El Siglo XX ha sido el siglo de la permisividad, un tiempo en el cual los padres que habían experimentado exceso de autoridad, creyeron que lo mejor que podía pasarles a sus hijos era la permisividad. Esta permisividad estuvo también sostenida por ciertas teorías psicológicas”.
Limitar no es aniquilar, por el contrario es dar vida, si lo hacemos adecuadamente. Los límites son educativos porque ayudan al joven a desarrollar la aceptación de la ley y el respeto a la autoridad legítima. Además al limitarles la realidad hacemos que se vayan dando cuenta que no somos omnipotentes y que la realidad no es tan manipulable como ellos pretenden desde su pensamiento mágico y egocéntrico. Cuando les decimos “basta” o “no hay más” o “espera un poquito” o “hasta aquí”, de algún modo estamos  funcionando como un representante de lo real para ese hijo; le estamos adelantando situaciones que tendrá que experimentar, lo estamos ayudando a ubicarse.
Eso es educación, porque señores la vida muchas veces nos dice “no” y, si no sabemos aceptarlo, vivimos resentidos. Por ello la educación tiene que llevar a la persona a comprender y aceptar que no todo saldrá siempre según su deseo, que no siempre logrará lo que se propone. Esto se denomina tolerancia a la frustración y es un rasgo fundamental de la personalidad madura. Quien no lo adquiere será un caprichoso consentido, aunque tenga 60 años.
El establecimiento de límites es esencial a la hora de educar. Sor Juana Inés decía que el amor es como la sal: dañan su sobra y su falta. Lo mismo podríamos decir con respecto a los límites, ya que la clave está en no ser abusivo con los mismos pero tampoco desestimarlos. Tanto la permisividad total como la sobreprotección pueden generar consecuencias muy negativas en el desarrollo emocional de un niño.
Poner límites en la educación de los hijos ayudará a que aprendan a tomar decisiones en su vida en el momento correcto. Los adultos frente a sus propios hijos, quedan frecuentemente sorprendidos y desorientados por las pretensiones del chiquito.
La insolencia y la falta de respeto no son signos de independencia, señalan la presencia de un comportamiento inmaduro. Ante esto, los padres debemos modificar esa conducta pero para ello tenemos que asegurarnos que las normas sean verdaderamente razonables. Como adultos con experiencia somos la voz de la reflexión. Por tanto no podemos fabricar excusas para desestimar o justificar un mal comportamiento, no es la mejor manera de ayudarlos a crecer. Los límites que NO son aplicados por nosotros los padres, serán impuestos de forma mucho más dura por la propia sociedad.
Por otro lado, es normal que los adolescentes desafíen a los padres porque están probando hasta donde se puede llegar, para tener mayor claridad de la estructura de esos límites. Los padres de adolescentes deben volver a aprender a criarlos y protegerlos, brindándoles amor y poniéndoles límites, pero sabiendo que ellos pelearan duramente para no aceptarlos. El adolescente quiere y necesita esas reglas, pero también las pelea. Y está bien que así sea, porque esto ayuda a configurar su autonomía.
Para poner un límite generalmente la gente piensa que se requiere ejercer violencia, agresividad y por tal motivo suele esperar hasta que la situación estalle. Mientras tanto los límites se van poniendo flojos, elásticos y parece que no existen. ¿Qué hacer?, se preguntan muchos. ¿Pasamos de la impotencia a la prepotencia, de la excesiva tolerancia a la intransigencia? Muchas veces los adultos venimos de un sistema autoritario y queremos ser distintos con nuestros hijos. Y lo que termina ocurriendo es que como mismo de niños obedecíamos a nuestros padres, ahora obedecemos a nuestros hijos. La potencia se encuentra en la firmeza y firmeza es mandar a nuestro hijo el mensaje inequívoco de que el límite no se mueve.
Los límites enseñan valores, pensemos ¿Cómo nos sentimos si vamos de noche por una carretera sin señalamientos, ni líneas pintadas en el piso? Los límites son delimitaciones de camino por tanto son cercos protectores, a pesar de lo que molestan a los adolescentes, dan seguridad. Por eso deben ser: claros, concretos, concisos, cumplidos y congruentes. Para ponerlos se requieren tres pasos: se habla, se les recuerda, hay consecuencias. No podemos olvidar que existen dos características básicas para poner límites: firmeza y cercanía.
A veces el solo hecho de nombrar la palabra límites molesta, pues parecería que si estamos “limitando”, estamos cortando las posibilidades de nuestros hijos. Sin embargo, la palabra límite no tiene que ver con limitación, sino con protección, nosotros ponemos límites a nuestros hijos para protegerlos y para protegernos. Desafortunadamente, muchos de nosotros no hemos aprendido y vamos olvidando que al poner límites a tiempo protegemos a nuestros hijos de alcoholismo, drogas y comportamientos delictivos. Nos protegemos a nosotros al enseñarles respeto, orden, cuidado, generosidad... en forma congruente y con afecto.
Ser demasiado condescendientes, ceder después de negarles algo, no cumplir con los castigos que se imponen. Estos son algunos de los fallos más frecuentes que cometen los padres al intentar impartir autoridad ante sus hijos, los cuales pueden ser tan negativos como una actitud paterna autoritaria.
Los padres no nos podemos cansar de ser padres; por lo tanto, no nos podemos cansar de abrazarlos, de decirles que los amamos, de rascarles la espalda, de sentirnos orgullosos de ellos, de sacar el máximo provecho de sus talentos, de transformarlos en las mejores personas que puedan llegar a ser; de pulirlos y ese pulir duele muchas veces. No puedo ser una madre agradable todo el tiempo; tengo que ser también desagradable en algunas oportunidades.
Otra cosa importante es no ceder después de negarnos a algo. Cuando nos disponemos a decir NO a nuestro hijo, tenemos que pensar que una vez dicho hay que mantenerlo y no negociarlo o deponerlo, porque ese es uno de los errores más frecuente y perjudiciales con los adolescentes. Tenemos que cumplir lo que decimos o sentenciamos porque cada promesa o castigo que se expresa pero no se cumple, respeta o mantiene, es una cuota de autoridad que se pierde.
Los adultos actuales hemos quedado presionados entre dos generaciones: la de nuestros padres que siguen esperando el respeto y el lugar que la sociedad le otorgaba, y la de nuestros hijos que esperan la dedicación y los derechos que la sociedad les otorga. Ese lugar de bisagra nos toca a nosotros, sin dejar de disfrutar nuestra propia vida, claro está. Tenemos que tratar de no gritar ni de que nos griten y vivir lo mejor posible, todos juntos.
El educar es una tarea que muchas veces duele en el alma y debo tener la capacidad para poder entender que ser padre o madre es una misión, no es una tarea más a cumplir y que lo haga de manera que mis hijos me encuentren “buena onda” todo el tiempo y yo quede contenta con eso. Debemos recordar qué los límites hacen bien, son educativos y contribuyen a lograr la madurez psicológica. Poner límites a nuestros hijos no significa impedirles que se expresen, es enseñarles a hacerlo en forma adecuada. Hacer esto requiere mucha paciencia, mucha constancia, amor y dedicación. Y de esto se trata el ser padre y madre.

3 comentarios:

  1. Hay que tener en cuenta también que en la última década la sociedad ha cambiado fuertemente. La tendencia a la búsqueda de soluciones "fáciles", la idealización del éxito y el dinero, y las dificultades actuales para lograrlos, hacen que el monto de frustración que experimentan los jóvenes sea enorme. Por eso los padres no podemos dejar de ponerles límites en las cosas que hacen o dicen para así evitar que no se nos vayan de las manos y caigan en situaciones que pueden ser muy perjudiciales y actitudes que no tienen nada que ver con lo que les hemos enseñado.

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  2. soy docente y aplico mucho el metodo de poner limites en positivo,pero a la vez soy mama y en ocasiones me cuesta saber discernir y aplicarlos en casa creo que es normal q nos pase ,quisiera saber como separar el amor de madre del limite necesario p nuestros hijos sin dañar!

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  3. Si estoy de acuerdo poner limites a nuestros hijos es un punto dificil de dar y establecer pero vale la pena definitivamente, a mi como a muchos otros me ha dado buenos resultados.

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