Mi
hermanita me mandó hace unos días un chiste por correo que aquí les reproduzco:
Una mañana, el marido vuelve a su
cabaña después de varias horas de pesca y decide dormir una siesta. Aunque no
conoce bien el lago, la mujer decide salir en la lancha. Se mete lago adentro,
ancla y lee un libro.
Viene un Guardián en su lancha, se
acerca a la mujer y dice:
-Buenos días, señora. ¿Qué está
haciendo?
-Leyendo un libro -responde ella
(pensando '¿No es obvio?')
-Está en zona restringida para pescar -le
informa el.
-Disculpe, oficial, pero no estoy
pescando, estoy leyendo.
-Si, pero tiene todo el equipo, por lo
que veo, podría empezar en cualquier momento, tendré que llevarla y detenerla.
-Si hace eso, lo tendré que acusar de
abuso sexual -dice la mujer.
-¡¡Pero ni siquiera la toqué!! -dice el
guarda.
-Es cierto, pero tiene todo el equipo.
Por lo que veo, podría empezar en cualquier momento.
-Disculpe, que tenga un buen día, “señora”...
Y se fue....
MORALEJA: Nunca discutas con una mujer
que lee. Sabe pensar.
Al
terminar de leerlo y de reírme me quedé pensando en la autenticidad de la
moraleja y eso me dio pie a este post.
La
lectura es una de las actividades más importantes y útiles que el ser humano
realiza a lo largo de su vida. No solo proporciona conocimiento sino que educa
creando hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo, concentración... y recrea,
hace gozar, entretiene y distrae. Es una actividad de gran importancia porque ayuda
al desarrollo del vocabulario y mejora la ortografía, estimula la curiosidad,
relaja el espíritu, nos hace mas libres de juzgar y decidir por nosotros mismos,
a través de ella conocemos más mundos y se nos abren los horizontes a nuevas
culturas.
La
lectura activa la mente e incrementa la inteligencia. Según estudios las personas
que más leen incrementan su densidad neuronal; la lectura también hace que la
mente trabaje más rápido. Leer nos vuelve más veloces de mente y permite que
nuestra experiencia sensorial sea más rica y amplia.
Al
acompañar a Robinson Crusoe en su naufragio, al viajar a Comala de la mano de
Juan Preciado en busca de su padre, Pedro Páramo, o bien, al luchar contra la
invasión de marcianos de H. G. Wells en "La guerra de los mundos"
estamos enriqueciendo el acervo mental y neuronal de nuestro cerebro para poder
procesar otras experiencias y multiplicando nuestra vida por la de aquellos
seres imaginarios que pueblan la historia de la literatura. Sólo basta con ir
tras los pasos de Tom Sawyer y de Huckleberry Finn, o embarcarse junto al
capitán Silver hacia la isla del tesoro o entrar con Alicia en el país de las
maravillas, para ingresar a un mundo mágico y fascinante.
No
puedo olvidar los sentimientos que me embargaban mientras leía (cuando tenía 18
años) El Tábano de Ethel L. Voynich, uno de mis libros preferidos y que
considero impactante. El hilo conductor me atrapó y en dos días devoré el texto,
mientras sufría y reía con las pasiones de los protagonistas. Es imposible no
perderse en la historia, no sentirse parte de ella y no aferrarse al amor-odio
que genera a su alrededor el protagonista. Este libro me dejó tan impresionada
que poco tiempo después lo volví a leer con más calma y pude reafirmar mis
primeras impresiones, por sobre todas las cosas este libro es una muestra de lo
complicada que es la existencia y como las situaciones extremas pueden llevar a
las personas a cambiar de opinión, respecto a casi todo porque con su lectura
descubrí que el amor cuando es verdadero es invariable.
Por
eso cuando veo a una persona mirando extrañada y como si fuera un bicho raro, a
quien está leyendo un libro en un autobús, en un parque, sentado en un muro… me
sonrío del observador no del lector, por supuesto. Porque ese tonto observador
no sabe que esa persona que está leyendo tiene el placer de estar viviendo en
ese momento otras vidas, en otros mundos, que está aprendiendo algo que hasta
el momento desconocía. Cualquier viaje puede convertirse en una gran aventura,
muchos leemos las páginas de los libros ajenos a hurtadillas en el autobús y
muchas veces nos olvidamos que el libro no es nuestro y acabamos en una postura
de contorsionista para ver el título (no pregunten cómo lo sé).
Leer
es un privilegio y siempre será bueno porque aprendemos y crecemos en conocimientos.
Los libros nos enseñan cosas nuevas y nos abren un mundo de nuevas
posibilidades. Una mujer que lee deja de ser la tonta modosita que solo piensa
en satisfacer las necesidades de su familia sin importar lo que ella realmente
quiere o desea. Al irnos llenando de sabiduría las mujeres comenzamos a aspirar
a muchas más cosas dentro de la sociedad y a desarrollar nuestra inteligencia. De
ahí la moraleja de la historia del inicio de este post, muchas personas sobre
todo hombres, por supuesto, le temen a las mujeres que leen. Afortunadamente no
todos los hombres, pero hasta los más audaces tienen mucho cuidado al enfrentarse
a una mujer que lee.
Las
mujeres no podemos pretender ser sólo bellas por fuera, no sirve de nada
comprarse un lindo vestido si a la hora de hablar no dejamos ni transmitimos
nada; porque hasta los que aprecien nuestra belleza exterior pensarán que somos
muy plásticas, huecas, unas muñecas. Hay que ser bellas por fuera y por dentro.
Leer sólo puede engrandecer nuestros conocimientos y ponernos a la altura de
cualquiera, hay que ser bellas pero también inteligentes.
Ahora,
¿qué leemos las mujeres? Pues de todo. Unas consumen lo último que ha aparecido
en las librerías, otras se van por el best seller de los últimos tiempos y se
deleitan con las relaciones sadomasoquistas de Grey. ¡Bien por ellas! Las que
revisan un libro de cocina, las que leen una revista y reflexionan sobre la
realidad económica del país, las que vuelven a su novela preferida, las que
leen la Biblia
todas las noches, las que leen libros de crianza, las que leen biografías de
mujeres u hombres célebres, las que leen textos de filosofía para seguir
indagando el por qué de la vida, las que leen un cuento de niños a su hijo
antes de dormir, y se duermen ellas leyendo…
Las
mujeres leemos señores y leemos bien, a pesar de habernos mantenido por siglos
relegadas a la educación. Las mujeres encontraron en la lectura una manera de romper
la estreches de su mundo, la puerta abierta al conocimiento, la imaginación, el
acceso a otro mundo, un mundo de libertad e independencia y esto les permitió
desarrollarse y adoptar, poco a poco, nuevos roles en la sociedad. Y valemos
para casi todo porque hemos tenido entre las manos algún libro sobre escuchar,
o curar, o de recetas de la abuela, una guía de campo, restaurantes o de viajes
improvisados. Y algo recordaremos, para eso tanta lectura. También hay quienes
olvidan otro detalle y es que por mucho que hablemos ahora de las sombras de
Grey, es muy posible que también hayamos leído el kamasutra. Supongo que para
gustos se hicieron los colores, y que poner una etiqueta es fácil de entrada, y
no cabe duda que si ese es el rasgo característico, leer, es todo un piropo.
Las
mujeres que leemos no prometemos un "para siempre" pero si un día a
día. Sabemos que la alegría está en las cosas más sencillas. En la juventud damos
magia y en nuestra plenitud invitamos a seguir descubriendo lo que nos une. Sabemos
que los personajes se reinventan y que toda historia puede tener una secuela.
¿Cómo
saber cual es la mujer que lee? Es esa, la que siempre al coger un libro
primero lo huele. Enamórate de ella y verás de todo lo que es capaz de darte. Aunque
mejor, enamórate de una mujer que escriba...
Y
esto me acaba de recordar algo buenísimo que me leí hace algún tiempo “Sal con
una chica que lee” de Rosemary Urquico. Voy a buscarlo para ponérselos aquí
para que tengan el placer de disfrutarlo.
¡Ah! Y me he referido a las
mujeres por el cuento pero sepan que nosotras adoramos a un hombre que lee, por
las mismas razones claro está, no es lo mismo conversar o compartir la vida con
un hombre inteligente y culto, que con un alcornoque.
Los quiero.