La
semana pasada me di una escapada a la playa, llevaba un mes sin ver el mar y ya
no podía más. El tiempo no estaba muy bueno y dudé un poquito en hacer el
viaje. Pero la fuerza que me arrastra a estar junto al mar es tan grande que la
duda entre ir y no ir desaparece casi al instante de haber surgido. Y me fui.
Cuando llegué
lloviznaba y había un poco de oleaje, pero al otro día amaneció radiante. Era
como si el supiera que yo estaba ahí, que había llegado para sumergirme en sus
aguas para sentirlo acariciar mi piel, para sentarme en su fina arena a
llenarme con su olor, y dejar que mi vista se pierda en ese espacio de azul
infinito donde se une con el cielo para inundarme de esa paz que él me da. El
mar siempre es una visión fascinante.
Los
cinco sentidos se agudizan en el silencio… Ver, oír, tocar, oler y gustar de
ese sabor a sal que se nota en la garganta… y sólo contemplar la belleza de un
instante tras otro… impregnándome de ella, disfrutando y saboreando cada
momento, dejándome arropar por un sentimiento ascendente, una creciente
sensación de libertad…
Lugar de
mis sueños y anhelos... Muchas veces ignoro el tiempo permanezco allí, sentada
frente al mar. Me gusta su hipnótico movimiento, su fuerza. Me encanta su
sonido y sentir su brisa. Esas aguas azules con aroma a vida, me permiten
olvidar o rescatar recuerdos, enterrar nombres o recordar en sus arenas. El
corazón del mar late por mis venas, me susurra palabras y versos de amor. En la
orilla de una playa puedes ver las mejores salidas y puestas de sol. Es bello
por donde se mire.
Mi mar
tiene magia y misterio… mar de sueños… lo mismo me devuelve al pasado que me
proyecta al futuro. Es etéreo, se entremezcla con el cielo, se confunde con el
viento… Y me invade una sensación de inmensidad, de salvaje y poderosa energía…
Si hay mal tiempo, uffff es increíble observarlo, ver con la rabia que rompen las
olas, es poderoso e implacable. Pero después invariablemente vuelve a la calma.
Y cuando está calmado las olas son casi inexistentes y son como una caricia. En
cualquiera de sus estados cuando lo observo puedo sentir su poder en toda su
magnitud. Me fascina tanto que no soy capaz de vivir lejos de él.
El mar
es testigo mudo de muchos de mis días grises y también de muchos de mis días
felices. Estando junto a él me siento segura de mi misma... y no creo que sea
sólo por lo que me gusta sino porque me identifico con él. Siempre firme,
atento, constante y fiel amigo, nunca me falla... siempre me da lo que
necesito. Puede parecer una tontería, pero así lo siento.
Es una
explosión de belleza, me parece el lugar más hermoso de la tierra y cuando estoy
frente a él hace que me sienta la persona más libre del mundo. Está presente en
cada momento de mí día a día. En cada acción, en cada palabra, en cada
sentimiento, en cada mirada. Es esa puerta abierta a ser el uno mismo que sólo
se puede ser ahí.
Además
de su belleza amo el mar porque puedo viajar con él... porque llega donde lo
llevan mis pensamientos, porque él puede llevar mi mensaje hasta donde no lo
haría nadie... Lugar de encuentro, de roces prohibidos… sus aguas redimen a los
corazones solitarios y arrastran la inmundicia de todos. Nos suma en la lujuria
más lasciva y nos baña en su inercia suave. Mar es un diminutivo de maravilla y
Amar es una extensión del mar.
La
mayoría de las personas lo olvidan en invierno porque sólo lo conciben con sol.
Sin embargo, en mi está presente todos los días del año. Sólo su sonido puede
llegar a embobarme durante horas. Aunque esté lloviendo y con mal tiempo que se
vuelve gris, casi negro, enfurecido y con un oleaje que parece volverse loco
por momentos, yo lo amo. Inmenso, imponente y fiel reflejo de la fascinación
que me provoca, aún en plena tempestad su sola visión logra sosegarme.
Furioso
o calmado, cuando lo contemplo siempre consigo la misma paz y una fuerza
extraña se apodera de mi alma. Y sé que estoy… y qué soy… Sé que vivo… Vivo en
ese mar, mi mar, que es como mi vida… unas veces agitada y salvaje, otras en
calma…
Es
infinito, como la imaginación, estimula la concentración y da alas a la
creatividad. A veces cierro los ojos y respiro profundamente, dejando que mi
respiración se acompase con el ruido de las olas, escucho cómo rompen en la
orilla, como avanzan o se alejan… y cuando por fin visualizo esa inmensidad
azul, la percepción es tan intensa… que una fuerza insólita me impide apartar
la mirada.
El mar
huele a Dios. Es como un gran corazón, tiene vida y late… es pura emoción.
Ronronea suavemente cuando esta calmado y cuando la furia se apodera de él,
ruge como un león. Tiene una energía especial, entraña multitud de significados
y evoca infinidad de sensaciones. Sensaciones de espuma y de sal, que lo
envuelven todo. Me fascina sentarme en cualquier rincón y detener el tiempo
observando como ese sol de tonalidad rojiza se esconde al fondo del mar. O si
es al amanecer ver como la oscuridad desaparece cuando el sol decide empezar a
iluminarnos otro día más.
Me siento
y lo contemplo sin importar el tiempo que transcurra… y siento cómo acuden a mí
de golpe tantos trozos de autenticidad que me dan fuerzas para seguir creyendo…
en esos instantes, les juro que tengo la sensación de estar sentada en el trono
de los dioses. Éstas y muchas otras sensaciones, son un regalo que hace más
llevadera y hermosa la vida. Son momentos que están más allá del bien y el mal.
Sin
dudas fue una muy buena decisión ir, por eso cuando puedo hacerlo no me importa
como esté el tiempo sólo me importa escaparme junto al mar. Una vez más les
dejo besos con sabor a salitre.
Me encanta cuando escribes del mar, me dicen tanto de ti esas maravillosas letras que le dedicas a ese mar enfurecido, poderoso y a veces tranquilo y bello. Un abrazo.
ResponderEliminarUna vez más leyéndote he caminado y me he sentado contigo a la orilla del mar. Las olas de tus palabras llegan a los sentidos con la suavidad de esa espuma marinera e inspiran lo mismo que el mar: positividad, esperanza y vida. Mi querida amiga, estás tocada no solo por esas aguas, también lo estás por la ternura y la pasión que llevas dentro. Tus palabras son un fascinante baño de sensibilidad.
ResponderEliminarHola. Da gusto leer algo así. Acabas relajado como si estuvieras realmente en la orilla del mar.Saludos.
ResponderEliminarYo busco esa paz en el campo. Un beso
ResponderEliminarYo también adoro el mar y lo disfruto mucho, pero es tan bravo que hay que tenerle mucho respeto. No pocos son los que perecen por insensatos. Besitos
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