Bienvenidos a este humilde pero sincero espacio. Aquí escribo mis pensamientos, cosas que me preocupan, algunas vivencias, historias que conozco... lo que me dicta el corazón para compartirlo con otras personas, es una manera de saber que no estamos solos en este mundo virtual y poder hacerlo más real y cercano. Me gusta escribir y me siento bien haciéndolo, ojala estás letras lleguen a ustedes como yo quisiera. Siéntanse libres de comentar lo que deseen. Gracias por estar aquí.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Tu dolor es mi dolor

Una de las cosas más frustrantes que nos puede pasar es ver a un ser querido triste, ver como el sufrimiento se apodera de la persona sin dejarla sonreír. Sobre todo cuando la persona que está triste es nuestra amiga, nuestra hermana.
Mi amiga está mal. Está sufriendo desde que un incidente inesperado la hizo conocer de otra relación que estaba manteniendo su pareja de doce años y por supuesto, esto mando su matrimonio a paseo. Eran felices, estaban enamorados y se llevaban muy bien, tenían muchas cosas en común. Ella es una mujer hecha y derecha, madre responsable, buena profesional, una persona muy inteligente, con un alma buena y un corazón enorme.
No es posible ser indiferente al dolor que causa una traición. Quien inventó las noches oscuras y los silencios moribundos fue alguien con quien jugaron con sus sentimientos. Una ruptura sigue siendo una ruptura más allá de cuáles sean las circunstancias. Es decir, no te recrees en los detalles y piensa que simplemente, es un adiós como cualquier otro. A veces, el destino es tan sabio que un desamor puede conducirte a tu verdadero amor pero tienes que darte la oportunidad a ti de ser feliz. Afortunadamente, el paso del tiempo pone cada sentimiento en su lugar.
Los síntomas de la pérdida amorosa son intensos y diversos. Contener el deseo de llorar no mejora el estado de ánimo, sino que puede llegar a empeorarlo. Desahogarse emocionalmente procura muchas veces un mayor descanso, facilita el sueño y libera tensiones. Cuando de una ruptura de corazón se trata, no existe mejor manera de sentirse mejor que echándolo todo para afuera.
Bien sé que nadie muere de amor, que toda tormenta pasa y luego llega la calma y sale el sol, sé también lo difícil que es comprender eso, cuando uno está sumido en la tristeza. No siempre es fácil para una persona recuperarse después de un duro golpe en materia de amor. La confianza es asesinada siempre por la traición. El amor duele, la traición mata. Mata el corazón y envenena el alma, la traición hiere el amor con estocada mortal y si el amor sobrevive?... nace la desconfianza con pena amarga.
Mi querida amiga, quisiera hallar la manera de ayudarte, de consolarte, porque realmente entiendo por lo que estás pasando y me duele tu dolor... Tu dolor es mi dolor... lo siento en el alma, en mi corazón. Quisiera remediar tus penas y aliviar el mal que te aflige, sé que mis palabras te ayudan, mas siento que hago poco. ¿Qué puedo hacer, qué puedo decir, que realmente te ayude?
Estoy contigo amiga, sé que es difícil lo que ahora estás viviendo, pero no quiero que sigas tan triste, eso te hace daño, aunque sé que no hay nada peor que el vacío y el dolor inmenso que puede ocasionar una traición. Una vez que el amor es traicionado, toda la magia se echa abajo. Pero sé que lo superarás, y cuando pase el tiempo el recuerdo no será doloroso, pero desde luego, salvo que tengas amnesia, no vas a olvidar.
Sufrir por amor es como vivir en la oscuridad, no dejes que eso pase contigo amiga, ante ti tienes la disyuntiva de perdonarlo o dar por terminada definitivamente tu relación, de ser esto último entonces debes superar esta ruptura por más que duela y rehacer tu vida y darte una nueva oportunidad para amar, recuerda que siempre hay una luz al final del túnel.

Sé feliz, te lo mereces, tú tienes un corazón demasiado grande, lleno de amor para dar y compartir con muchas personas.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Te amo tanto que duele

La vida no tiene sentido sin el amor. Hacer el viaje sin enamorarse perdidamente es no haber vivido en absoluto. El amor es alguien sin quien no puedes vivir. Alguien por quien tu mundo se pone de cabeza. A veces se necesita estar lejos de alguien durante un tiempo para darte cuenta de lo mucho que lo necesitas en tu vida… Hay gente con la que pierdo el tiempo… y solo una persona con la que pierdo la noción del tiempo.
La primera vez que te vi quedé hechizada y me fui con tu imagen en mi mente. Desde que nos conocimos no dejaste de decirme lo maravilloso que era pasar el tiempo conmigo, ni desististe de conquistarme nunca. Y desde entonces mis días se divide en dos partes: 16 horas pensando en ti y 8 horas soñando contigo. Cuando sonríes o me dices “Hola” alejas de mí todas las tristezas. Y no importa lo que ocurra, tú siempre regresas a mí. Aunque lo niegues, el amor que sientes por mí, controla tu estado de ánimo.
Que estés fuera de mi vista ahora, no quiere decir que estás fuera de mi mente. En todas partes te oigo, te veo… sé que no estás en todas partes, pero yo te llevo conmigo. Muchas veces mi única razón para dormir, es para soñar con tu regreso. No te vayas a reír, pero cada vez que leo en Facebook: "¿Que estás pensando?..." me dan deseos de escribir tu nombre.
¿Sabes que necesito? Abrazarte. ¿Sabes lo que me jode? No poder. Extrañar no tiene brazos.... pero aprieta muy fuerte al corazón. Te extraño tanto que no puedo evitar sentirme sola aunque este rodeada de gente. Mis días se vuelven sombríos porque me faltan tus labios, tu dulce sonrisa, tus abrazos, tus palabras, tus “te amo”, ese toque tuyo cuando menos me lo espero, el mensaje de buenas noches que me permite dormir tranquila, o ese soñoliento y risueño “buenos días princesa”... Un te quiero sin venir a cuento o un te echaré de menos cuando a lo mejor solo estás a unos metros.
No somos perfectos, solemos cometer errores, discutir por tonterías y enojarnos mucho, pero a la vez nos amamos sin medidas y damos todo el uno por el otro. Y es eso lo que nos mantiene unidos, el equilibrio entre lo bueno y lo no tan bueno, junto al gran amor que sentimos, y lo felices que somos juntos. Sé que no soy fácil y muchas veces soy terca. No se callarme, puedo ser muy molesta y caprichosa pero mi amor por ti es sincero, tanto que por nada del mundo me permitiría perderte.
Sabes… puedo contar todas las estrellas del cielo cuando tú estás a mi lado, pero si no estás me pierdo en el espacio. Vives en mi corazón y en mi alma... tú me haces sentir completa. Eres la persona que me levanta el ánimo cuando estoy triste y que me convence que todo estará bien mañana. Te amo por ser como eres, por ser tan especial, por sorprenderme cuando menos lo espero para decirme que soy la dueña de tu corazón. Gracias por hacer de todos mis días, días especiales.
Para mí el amor lleva tu nombre y sin ti solo me queda la melancolía. Cada caricia que nos damos es sentir un poco del paraíso en mi cuerpo, es una promesa de amor sincero y un loco sueño de ser eternos. Te amo tanto que duele, con un amor infinito que nadie podrá cambiar. Tú eres mi complemento perfecto, la voz de mi corazón, la luz de mi oscuridad… El que me protege y me ama, el que pasa horas y horas mirándome sin decir nada, el que sonríe cuando me enojo, el que simplemente me hace feliz sin hacer nada.
Es imposible no darte un beso cada vez que sonríes; imposible permanecer seria un solo minuto a tu lado; me considero incapaz de no dedicarte una sonrisa cuando me pones esa carita o me agarras la mano, o simplemente cuando te acercas a mi cuello para sacarme de quicio. Me gusta cuando me miras directo al alma, me gusta oler tu perfume en mi ropa después de pasar el día contigo y quiero que seas la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches.
No podría vivir sin ti. De no haberte conocido, te inventaría tal como eres. Cada vez que me dices que me amas siento que todo vale la pena, que todos mis sueños se hicieron realidad. Cada mirada tuya, el tocar tus manos, tu cabello, tu cuerpo… cada momento que paso a tu lado es mágico, tú lo haces mágico.
Tú eres el Capitán de mi barco y dejo que me guíes a puertos de amor, para allí cumplir todas nuestras fantasías, pasiones y deseos. Sé que mi amor ha penetrado muy hondo en tus sentimientos, en tu corazón, en todo tu ser. Yo soy la hoguera de tus más lujuriosos deseos, soy tu luna llena y tú eres mis noches locas y en cada rincón de tu alma pongo los más tiernos besos de mi boca... Fue un beso tuyo el que causó todo este desorden de sentimientos en mí.
Me muero de ganas de verte, amor. Estoy deseando que llegues a casa porque tengo ganas de ti. Así que corre, no te entretengas por el camino, porque estoy ardiendo de deseo. No veo el momento de que llegues una vez más… Pienso en cómo va a recorrerte mi boca, subiendo tu temperatura hasta que estés a punto de estallar. Y volver una y otra vez a sentirte muy dentro, y explotar juntos una vez más después subir y bajar intensamente hasta que todos nuestros músculos digan basta y todo este torrente de pasión se desborde.
Contigo, toda locura tiene sentido. Contigo todo vale la pena. Estas en cada centímetro de mi piel. Cuando sostengo tu mano, me parece que sostengo el mundo. Me enseñaste que el cielo no queda allá arriba, sino aquí a tu lado.

My love, I love you so much.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Escribir: mi mejor terapia

Escribir para muchos es una necesidad. Volcar al papel lo que se siente y volar con la imaginación. Sin duda, terapia positiva de este mundo galopante. Escribir es creación y arte porque las palabras tienen fuerza y música, unen al ser humano brindando mensajes que conmueven a quien los lee.
Hoy he abierto el word y he estado mirando la página en blanco un rato sin escribir ni una palabra, porque de momento no encontré nada, o quizás muchas cosas, que me inspirasen a escribir. Ante la frustración, mientras miraba la pantalla de mi monitor con la página en blanco me he hecho esa pregunta que tantas veces me han hecho otras personas: ¿Por qué escribo? Me quedé pensando en la respuesta y haciendo un poco de memoria…
Era apenas una adolescente cuando comencé a escribir con un diario y en ese entonces solo hablaba de chicos o amigas. Tiempo después, ya en el pre-universitario plasmaba mis reflexiones en papel por puro placer y se las pasaba a mi amiga Amelia para que me diera su punto de vista. A veces eran auténticas locuras y otras temas mucho más serios. Aquellos textos que tantas horas me llevaron escribir sólo los vieron los ojos de mi amiga Amelia aparte de los míos y están ahora guardados en una carpeta bajo muchos libros de donde no sé si volverán a salir alguna vez.
Sin embargo, poco a poco, para mí fue tomando más importancia el relatar acontecimientos de mi vida, sentimientos, reacciones o reflexiones y volví a comenzar a escribir. Algunos de esos textos los he publicado otros no, muchos al pasar del tiempo cuando vuelvo sobre ellos y los analizo me sirven para saber, en el presente, si sigo siendo la misma o he cambiado con respecto a las distintas situaciones y personas.
Lo cierto es que escribo porque lo necesito, escribir es algo que acaba creando adicción. En muchas ocasiones escribo para mí, y después de tener este blog a veces, como hoy, escribo porque siento que se lo debo a ustedes. Este sitio para mí es muy importante, lo he cuidado y mimado viéndolo crecer. Les aseguro que cada vez estoy más satisfecha de ser una bloggera.
Cuando uno escribe deja en cada línea parte de su vida, sus sueños, sus fantasía, sus dudas, sus temores… a una escritora le escuché decir hace años "Soy mis letras", y en aquel entonces no entendí muy bien lo que quiso decir, ahora sí lo hago y pienso igual que ella, y es que cuando escribo por mis letras pasa una marejada de sentimientos, emociones buenas y malas, coherentes e incoherentes… escribir me ayuda a conocerme y reconocerme... es un viaje a mi interior.
Me encanta recrearme en las historias porque lo mismo puedo estar en los brazos de mi gran amor que irme a otros que me están esperando… puedo atravesar océanos, llegar a las estrellas y hablar con la luna. Puedo adentrarme en un mundo mágico, solo mío… puedo hacer florecer mis sueños, librar una batalla contra mis pesadillas y conquistar cualquier destino que pueda imaginar. Algunas cosas que escribo me cuesta mostrarlas porque llevan una dosis de erotismo que algunos critican y por eso lo hago bajo un seudónimo, además decidí que no podía soportar que la gente que me conocía, me llegara a conocer tan bien (valga la redundancia).
Aunque en este sitio me decidido a mostrar algunas y me he sentido mucho mejor y con más ánimo cuando he leído los comentarios de muchos de ustedes. Además me dio más confianza leer las palabras de alguien a quien admiro mucho, y que tengo el inmenso placer de que ha visitado este pequeño sitio un par de veces, me refiero a esa gran periodista y escritora mexicana Celia Gómez Ramos, que un día dijo: "El erotismo me hace una ciudadana más feliz y más equilibrada", y comentó que "escribir sobre erotismo provoca una sensación de liberación”. Eso es cierto porque lo he sentido en carne propia. Gracias Celia por tu maestría y profesionalismo, tus escritos son fabulosos y tus libros ni qué decir. Mi más sincero respeto.
Pensar por qué escribo es tan extraño como pensar por qué respiro o por qué como, es algo que ya se ha quedado conmigo. Escribir es un refugio y una liberación, al transformar los sentimientos en palabras te sientes mejor, a mí me sirve para ordenar mis ideas y en ocasiones hasta me ayuda a tomar decisiones. Y por otra parte esta ese yo que quiero enseñar al resto del mundo. Ya sea en forma de reflexión, relato o novela en este último caso, intento aprender a terminar alguna historia porque empezarla es fácil, decidir su duración o final, ya no tanto.
Mientras escribo no pienso solo cuento cosas que llevo muy dentro. Lo cierto es que cuando tengo ganas de llorar, escribo; cuando no paro de reír, escribo; cuando tengo que dar las gracias, escribo; cuando no sé cómo explicar ese no-sé-qué que llevo dentro, escribo; cuando parece que todo se cae a pedazos, escribo. Pienso que es lo único que queda cuando todo lo demás se va. Escribo porque como dice Jordi Sierra i Fabra, “escribir es un orgasmo continuo”.
Precisamente por ello cuando creé este blog sentí que tenía un rinconcito propio donde plasmar mis pensamientos, emociones, reflexiones, sentimientos… Creí que no serían demasiado los interesados, porque no me considero una escritora, pero seguro que serían más de dos. Además ahí quedarían para siempre, no se perderían en el tiempo ni en una carpeta bajo un montón de libros. También para que cualquier persona pueda encontrarlos y sentirse identificada con ellos. Poco a poco este rincón ha ido creciendo y siento la necesidad de buscar nuevos retos.
Tengo una amiga que cuando algo le gusta mucho me dice “cómo está tu musa”. Yo solo sonrío. En realidad creo que todos tenemos una musa particular. La mía la llevo conmigo todos los días, aunque a veces se enfada y no me quiere hablar.
Para escribir necesito emociones sutiles o abruptas, de sol o de lluvia, de noches negras de desvelo o días de luces que me completan. A veces solo necesito que me digan que soy buena amiga, alguien fácil de querer y que quizás en otra vida nos encontremos, porque en ésta, los fastidios de la cotidianidad, el sabor del cuerpo, mi intensidad, la irreverencia con que digo y hago las cosas son “demasiado” para un simple mortal. Es entonces cuando la musa etérea me visita, ya sea de día o de noche, me asalta donde esté y sopla a mi oído mil palabras. Se viste de azul en los días claros y se torna de negro cuando se enciende mi tristeza. Me inspira rojo ira cuando me enfado o pasión cuando suspiro.
Ahora mismo está a mi lado, siento su sonrisa. Veo su cara de aprobación. Y es que puede que mis escritos no sean los mejores pero cuando la inspiración me asalta las letras se escapan de mis manos que corren sobre el teclado. Las frases surgen de la nada, una por una. La inspiración me llega de muchas formas distintas; a veces es la melodía de una canción, otras su letra, cosas que me pasan en mi día a día, conversaciones, artículos que leo en blogs… Son muchas cosas, supongo que, en cada momento encontramos inspiración en algo diferente; unos la encuentran en la risa de un niño y otros viendo llover.
La musa a veces me llega en la madrugada, después de haber estado horas en la computadora trabajando, cuando estoy cansada, me arden los ojos, y sin embargo… de repente abro el word y vienen las palabras, los recuerdos, las emociones... Escribir es desangrarse, desgarrarse el alma; pero también es un placer, es llegar al orgasmo literario por medio de las letras que se unen, se balancean traspasando sueños electrizantes.
He tenido rachas donde se me acumulan las cosas sobre las que quiero escribir pero no alcanzo a ponerlas todas, y otras donde queriendo escribir no atino a escoger el tema o no tengo tiempo o energías. Pero nunca me he cansado o aburrido, por el contrario en cuanto puedo, vuelvo. No es un vicio, ni una obligación auto impuesta, ni un mirarse el ombligo, es algo mucho más bonito que eso, es escribir dejando en cada letra el corazón deseando que le guste a quienes me lean.
Puedo decir que escribo porque es la forma en la que ordeno los remolinos y marañas que traigo en la cabeza, porque me desahoga y para verle el lado bueno a un fracaso o a un mal momento, porque reflexiono acerca de quién soy, dónde estoy y quién quiero ser. Escribo para expresar lo que hay dentro de mí y si no escribiera muchas veces ni yo me daría cuenta.
Escribir aleja de mí los fantasmas que a veces me rondan y me ayuda a luchar contra mis demonios. Es toda una faena, a veces difícil de lograr, pero siempre descubro que vale la pena. Y es la manera más fácil de expresar lo que siento, de liberar-me de todas las emociones. Soy demasiado tímida para hablar libremente de lo que me pasa, por eso creo que escribir es mi mejor huida y a la vez, sin duda alguna, mi mejor terapia.
Seguiré escribiendo lo que quiera y como quiera, espero que mi musa me siga visitando. Seguiré agradeciéndole a quienes se toman un pedacito de su preciado tiempo para leer lo que escribo y seguiré leyendo lo que comentan porque creo que la opinión de cada persona es muy valiosa. Y bueno, también seguiré soñando que algún día podré vivir de escribir.
A todas las personas que frecuentemente entran a este sitio y leen algo, a los que comentan y a los que guardan sus opiniones para sí mismos, a todos quiero agradecerles de corazón el estar o haber estado. Muchas veces leer sus comentarios o darme cuenta de la cantidad de personas que entran al blog, aun cuando yo desaparezco, es lo que me da fuerzas para seguir escribiendo, porque sé que están ahí.

Un abrazo y un beso a todos, mil gracias por seguir aquí.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Ver a nuestros hijos crecer



Cuando nuestros hijos son pequeños, lo que más deseamos es que crezcan rápido para que no sean tan dependientes de nosotros y podamos tener por lo menos unos minutos respiro. Y creemos que esperar a que crezcan será un largo camino, pero la realidad es que crecen más rápido de lo que uno piensa, y terminamos queriendo que vuelvan a ser niños como antes. 
Todas disfrutamos viendo crecer a nuestros hijos y viendo cómo se hacen cada día más y más independientes. Sin embargo, el sentimiento viene acompañado de otra cara: una sensación de la que no se habla. Nuestros hijos, desde que nacen, se va preparando poco a poco para ir separándose gradualmente de nosotras. Cuando nacen se alimentan a través de nuestro pecho, hasta que un día empiezan a comer alimentos sólidos por sí mismos. Meses después aprenden a andar y ya no necesitan nuestros brazos para desplazarse. 
Cada hito en la vida de nuestros hijos representa un paso en su crecimiento y en su camino hacia la autonomía: empiezan a comer, caminan, dejan los pañales, empiezan el jardín, se atan los cordones de los zapatos, se les caen los dientes de leche, van a la primaria y así sucesivamente en una escalera ascendente de logros que van marcando, para los padres, pequeñas pero grandes despedidas. Todos estos pasos, entonces, tienen dos caras diferentes: el orgullo y la alegría de verlos crecer, y la nostalgia de los tiempos que pasaron y ya no volverán.  
Ver crecer a nuestros hijos nos llena de sentimientos encontrados. Por un lado nos llena de orgullo, y en ocasiones resulta liberador para nosotras, como madres, ver que poco a poco van ganando mayor autonomía y nos demandan menos atención. Pero verles crecer también es doloroso, y exige una gran generosidad por nuestra parte para no entorpecer el proceso. Tenemos que confiar en la fuerza de su alma para hacer su propio camino.
Lo cierto es que un día los miramos y nos damos cuenta de que el tiempo ha pasado muy rápido, que ya no son los niñitos que siempre pretendemos ver y se presentan con problemas normales de su edad. Muchas veces no queremos aceptar que ya quieren tener su propia vida, y se nos hace difícil admitir que alguien entrará en su vida, alguien extraño para nosotros que se convertirá en el centro de su vida y que poco a poco se irán independizando, dejándonos una sensación de vacío. 
Muchas veces me pierdo en mis pensamientos recordando cuando eran pequeños… al llegar la noche, los llevaba a sus cunas, cogía sus manos y me quedaba observando como sus ojos se cerraban mientras su respiración se iba acompasando, hasta que se quedaban profundamente dormidos. Me quedaba contemplándolos un rato y en ocasiones llegaba a sentir envidia de los muñecos que reposaban junto a ellos en la cuna porque durante la noche ellos disfrutaban del calor de sus pequeños cuerpos y estaban al abrigo de esas diminutas manitas.
¡Qué rápido crecen los niños!... El tiempo parece pasar a toda velocidad cuando tenemos hijos. Un día abres los ojos y estás con contracciones de parto, otro día el bebé hace su primer gorgojeo y otro ya le estás acompañando en su primer día de colegio. La crianza es difícil, son tantos los sinsabores como las alegrías y al menos un par de veces llegas a pensar “ojala crezcan pronto”... Y crecen, y de repente entiendes lo mucho que extrañas su preciosa infancia, lo poco que te duró.
Cuando eran adolescentes y los veía dormir a veces me venían a la mente aquellas cunas que al principio parecían inmensas porque sus cuerpecitos se perdían en ellas y como al poco tiempo ya agotan prácticamente su espacio, y cuando menos me lo esperé se le habían quedado pequeñas. La infancia es una época maravillosa, pero pasa deprisa, muy deprisa. Por eso es importante aprovechar cada momento que tengamos con nuestros hijos cuando son pequeños es fundamental no sólo para ellos, sino también para nosotros porque esos recuerdos nos acompañarán por siempre.
Es cierto que muchas veces los niños nos hacen perder la paciencia o nos eleven el nivel de estrés, pero también nos dan momentos tan especiales que son impagables: su primera sonrisa, cuando por primera vez dicen “mamá”, el abrazo de sus pequeños bracitos, sus ocurrencias cómicas, su carita mientras duermen plácidamente...
Cuando mis hijos eran pequeños recuerdo que a veces estaba tan cansada que deseaba que llegara la noche rápido para que al dormir me dejaran descansar un rato. Al llegar la noche con el sueño desaparecían sus risas y llegaba ese silencio tan ansiado a lo largo del día, sentía un alivio porque estaba realmente agotada. Sin embargo ese silencio era extraño, inquietante, porque era el silencio de su ausencia. Y a pesar de que en esos momentos recuperaba mi espacio en el sofá, el control del mando a distancia, volvía a ser dueña de mi tiempo… mientras trataba de disfrutar de esa inusitada libertad a la vez extrañaba esos besos de chocolate o helado, discursos ininteligibles y juguetes voladores.
En la noche tenía una sensación de paz muy extraña porque me faltaba algo. Me faltaban ellos porque dormían y en ausencia de ellos la realidad pierde su magia, ese halo de luz que envuelve todo lo que tocan. En medio de aquel silencio y aquella paz miraba a mí alrededor y solo veía juguetes huérfanos y una casa sin vida. Y entonces no podía evitar desear con ansias la llegada de otro nuevo día.
Hoy han crecido y de los pequeñitos que me alegraban y me hacían sonreír cuando aún los podía sostener en mis brazos, ya no queda ni la sombra. Se han convertido en jóvenes y cuando llega este momento nosotras, las madres, necesitamos soltar esa parte maternal que tiende a ser demasiado protectora, ansiosa, dominante y controladora. Después de todo, tenemos que ser conscientes que esos seres no nos pertenecen… han nacido a través de nuestro cuerpo, pero eso no significa que sean de nuestra propiedad.
¿Qué no es fácil? ya lo sé... a las madres nos cuesta soltar, y como madres nunca dejaremos de luchar por ellos, pero llega un momento donde nuestros hijos necesitan marcharse para hacer su propio camino y tenemos que aprender a “dejarlos ser”, tenemos que confiar en la fuerza y capacidades innatas de sus almas para resolver los asuntos que encontrarán durante su camino por la vida.
Y nosotras continuaremos rememorando, con nostalgia, sus primeras semanas de vida, sus años de infancia, sus travesuras, sus logros… y descubrimos que prácticamente solo recordamos los buenos momentos. ¿Es el miedo a perderlos? ¿El dolor de saber que cada vez somos menos necesarias para ellos? No lo sé a ciencia cierta, lo único que sé es que ver crecer a mis hijos me duele, me llena de orgullo, me da miedo, me hace feliz y me entristece. Y todo ello al mismo tiempo. Es una de las grandes contradicciones de la maternidad. 
Frente a estas sensaciones, a veces sentimos culpa y, por lo general, no las comentamos tanto como cuando se trata de compartir sentimientos positivos. Pero esos sentimientos son absolutamente normales, en la medida en que no se transformen en pensamientos continuos y obsesivos. Además, a estos sentimientos se le suma el hecho de que los hijos funcionan, en muchos sentidos, como espejos para sus padres, porque nos vemos reflejados en ellos, y el crecimiento de unos va aparejado al envejecimiento de los otros.
Lo cierto es que cuando nacen estamos deseando que crezcan un poco para tomarnos un respiro, y cuando han crecido queremos que nos devuelvan a nuestros bebés. Y ese es el gran reto también, conseguir disfrutar de cada etapa sabiendo que no va a volver, y lo que un día echamos de más, algún día lo echaremos de menos. 
Ya mis hijos han crecido, se han convertido en dos jóvenes adorables, inteligentes, buenos seres humanos, trabajadores… vivo orgullosa de ellos, son mi mayor logro pero extraño mucho a mis bebés, a esos niños risueños, alegres, que estaban prendidos a mí todo el tiempo, a veces hasta el punto de enloquecerme. Ahora que ya son adultos no se qué deparará el destino tanto para ellos como para mí.
Aún viven conmigo, pero ya no son niños y como adultos toman sus propias decisiones. En algún momento cogerán su camino y se alejarán de casa a formar sus propias familias. ¿Y qué haré? Pues solo pedir todos los días que Dios los proteja y que mis enseñanzas les sirvan para ir por buen camino, y que tengan conciencia de que mis brazos siempre estarán abiertos para que vengan cuando ellos lo necesiten, con la seguridad de que siempre encontrarán unos brazos amorosos para apoyarlos.
Pero cuando sigan creciendo y un día se marchen en mi vida ya nada será igual, porque como dije antes en ausencia de ellos la realidad pierde su magia. Tendré mucha paz a mí alrededor pero también tendré una casa sin vida. Y ya no esperaré con ansias que llegue nuevamente el día como hacia cuando en la noche ellos dormían, no, entonces mi vida estará pendiente de la puerta para verlos llegar.
Este es el sabor agridulce de ver a nuestros hijos crecer.



viernes, 14 de agosto de 2015

Hoy es uno de esos días…



Hoy es unos de esos días en los que camino sin rumbo por la calle, perdiendo mi mirada entre la gente, sintiendo el roce de cada persona que pasa a mi lado sin saber lo que llevo en mis pensamientos… en mi corazón. Hoy es uno de esos días en los que te busco en la inmensidad del cielo al alzar mis ojos, en la calidez del sol cuando abro mis brazos, en los que busco tu sonrisa en cada flor que regala su perfume...
Amarte a ti es ser yo misma, es tan sencillo como vivir o morir, es tan emocionante como leer o escribir, es la esencia de la vida misma, es mi propia existencia, es tan fácil como respirar, es estremecerme solo de pensar en ti, es perderme en lo profundo de tu mirada y quedarme sumergida en esa caricia sin desear encontrar el camino de vuelta. Amarte a ti es ser yo en todos mis latidos. Me hundo en el abismo de tu ausencia, estoy enloqueciendo a diario ansiando tú regreso.
Hoy es uno de esos días que quiebran la cintura, que me superan. Se van deshaciendo entre mis dedos y me acuerdo de ti estos días, me dan ganas de llamarte y contarte lo que me pasa, lo que hace que se me desajuste el ritmo. Pero no puedo hacerlo. Y me recreo en mis recuerdos para reconstruirte y contártelo aunque no me escuches.
Hoy quisiera cabalgar en tus brazos, remontar el cielo, desbordarme de pasión y lujuria, mientras nuestros sudorosos cuerpos están piel con piel y nuestras lenguas bailan al son de la pasión. Hoy quisiera acariciar tu piel y ver como te enloquezco lentamente llevándote a un lugar sin retorno, donde la vida es muerte y la muerte es vida, y tú te conviertes en mi todo. Te quiero porque te quiero porque decidí quererte así, te tengo y no te tengo, intento aceptarlo así y hay días que no puedo, grito tu nombre en silencio y dejo de ser fuerte, me hundo en esta distancia y es cuando más necesito un abrazo tuyo.
Hoy te pienso, me pasa aunque pase el tiempo. Hoy me acuerdo que me agarraste de improviso y equilibraste mi equilibrio. Hoy a oscuras te extraño tanto… hoy no sale el sol. Quemé las fotos y ahora te voy recreando y buscando por donde se me ocurre.
El hoy me duele, es algo que yo decidí y ahora me pasa factura. Supongo que en el fondo no me lamento de estar así, ni de desearte, aún tanto. Soy la vigilia de una noche que inicia en la ausencia de tu cuerpo y que concluye en la soledad de las palabras calladas por doquier. Eres mi sueño blanco, en el que cada suspiro que se va, es una eternidad que estremece. Me duele la vida sin ti… y tengo ganas de verte, ven y abrázame.
Qué difícil es despertar y tratar de no pensarte, abrazar mi almohada y sentir el vacío, que difícil es comparar tu sonrisa con otras mil sonrisas y sentir de pronto lo diferente que es el mundo cuando no estas conmigo. Se asoman a mi ventana las voces del recuerdo de éste amor que llega hasta el umbral de mi alma, y es que contigo, solo contigo cada día, cada noche yo me vuelvo a enamorar… las fuerzas de siempre serán renovadas en algún peldaño del cosmos, trepando montañas, cruzando mares, quemándote la piel, amándote…
Hoy quiero volar y remontar la cima de la pasión mientras en un ronco grito de agónico éxtasis digo tu nombre. Caer rendida entre tus brazos mientras el mundo gira y lentamente desciendo del paraíso terrenal. Abrir los ojos y ver tu rostro relajado por la liberación. Darnos un beso que raye con la más exquisita de las ternuras mientras me abrazas fuertemente y entre susurros de amor caer rendida a Morfeo a medida que tú vos se desvanece y tus labios dicen TE AMO. Eso es lo que quiero para hoy.
Te quiero junto a mí no importando a que distancia estés cuando leas esto, no importando el día en que lo leas, no importando lo que este pasando entre nosotros en el instante que leas estas palabras. Porque lo importante de estas palabras no es el momento en que las escribí, porque estas palabras son eternas y están escritas en un presente continuo. Así, cuando las leas siempre será lo que estoy pensando en ese instante. Porque hoy, sólo quiero que sepas, que te quiero junto a mí.
Ven y tómame entre tus brazos y roba de mi cada suspiro, quítame el aliento con cada beso… Encuéntrate conmigo en este lecho de ternura y toquemos juntos la luna, hasta que el sol emerja por el horizonte. Espero con ansias tu regreso a mi; porque es donde perteneces, entre mis brazos y mis besos.
El tiempo ya se ha hecho muy largo y pesado. ¡Tiempo! sé justo y dile al hombre que amo, al que lleva el brillo de mi mundo, que busco refugio a ésta distancia, a éste transcurrir de los días, de los meses... ¡Tiempo! pasa deprisa, quiero mi realidad de ensueños, mi corazón no descansará hasta que llegue el día en que vea nuevamente mi reflejo en sus ojos.
Este texto es sencillo, simple, sin giros, tal vez a veces sin sentido, pero quizá en su simpleza se esconda alguna esencia que hasta a mi se me escapa. Seguiré arañando el cielo de la noche para sentir otra vez el tacto entrelazado de tus dedos con los míos.

lunes, 3 de agosto de 2015

Me gusta mi silencio



Yo muchas veces necesito estar a solas, estar callada, estar en silencio, y no quiere decir que esté molesta por algo, no… simplemente a veces necesito eso: silencio. Me gusta el silencio. Por supuesto, decir algo así es una generalización, porque no hay un solo silencio sino muchos y cada uno tiene su particular sabor, su propia textura. También hay silencios de dolor, de vergüenza, de miedo; silencios pesados como losas, angustiosos o interminables. Entonces me corrijo: me gustan algunos silencios. Me doy cuenta de que los busco, los construyo y, a veces, cuando paso tiempo sin ellos, los añoro.
¿No les pasa que en ocasiones se sienten como sumergidos, atrapados en el ruido? Gritos, bocinazos, anuncios, consejos, opiniones, canciones huecas, el hit del momento, la noticia repetida hasta el infinito, las exigencias, el último chiste, el reclamo… Yo sé que es imposible desaparecer del Universo todos los sonidos que no nos gustan, que estorban, que asfixian… pero a veces quisiera que alguien pudiera robarse a mi alrededor todos esos ruidos extraños, sofocantes, artificiales, horripilantes… que caracterizan civilizaciones, costumbres o cotidianidades, y que entorpecen la magia de escuchar crecer las flores.
Yo necesito mi silencio para disfrutar de lo bueno y de lo malo que me da la vida. Encuentro mucho placer en esa "nada auditiva" en la que muy a menudo me veo inmersa dentro de mi mundo propio y solitario. Es tranquilizador, llama a la reflexión y sin duda me agrada mucho. Me imagino que a todas las personas a las que les gusta la música les debe gustar también el silencio. El silencio es el lienzo para los ritmos, es la hoja en blanco para el escritor, es el mar para el navegante. El silencio es el mundo donde sucede todo y nada. Y esa nada incluso puede ser placentera.
Esos momentos de silencio me gustan para encontrarme a mí misma, para pensar qué debo hacer con mi vida, qué debo hacer con mis amigos… intento arreglar lo que veo malo en mi vida, trato de analizar cómo van mis cosas, me pregunto en qué punto de mi vida estoy, qué deseo de mi vida personal y profesional, como mujer… y no crean que siempre lo entiende quien vive cerca de mí. No, absurdamente piensan que estoy enojada, o que me molesta algo…
Mi silencio, aunque parezca vacío, está lleno de significado. Es como la pausa que hace el director entre movimiento y movimiento en una sinfonía. Nadie aplaude. Todos quedan en trance con la melodía anterior para entrar en la siguiente. Mi silencio no es olvido, es atención. Mi silencio es profundo, lleno de reflexiones y sobre todo, lleno de preguntas.
Mi silencio, con una chispa en la mirada, siempre me permite observar, cada vez que quiero, muchas cosas buenas y gratificantes que me han pasado. Tiene también cada uno de los abrazos de mis hijos, porque cada vez que me abrazan, un estremecimiento profundo me asalta por sorpresa, y su ternura me deshace por dentro, dejando sólo un calorcito invencible y una razón poderosa para hacer bueno el futuro.
Me gusta mi silencio en el mar junto al balanceo tenue de las olas pensativas y en la oscuridad de las noches… Es entonces cuando el sosiego ya no me abandona y ya no me importan las angustias del día que pasó. Callo dichosa ante esa inmensidad azul verdosa y en una mirada estelar abarco todo el mundo… el salitre me cubre y la brisa me acaricia mientras en mi silencio me entrego a mis sueños y bajo ese espejismo mágico me extravío por los mares.
Mis silencios los prefiero lineales, un poco ambiguos y muy relajantes. El silencio (el que me gusta y disfruto) puede convertirse en una jungla, una selva, un planeta recóndito e inexplorado, donde el camino de regreso está siempre en mi memoria. Me gusta la gente que entiende mi silencio, que sabe que no siempre me apetece hablar. Los que están sin pedirme explicaciones.
Sí, me gustan esos momentos de silencio, conmigo misma. Otras veces los busco porque me molestan los ruidos que me alejan del sonido de tu risa en la distancia y me despojan del murmullo de tus sueños o del roce de tu mirada cada vez que me descubres. Me gusta la forma que abrazas mi silencio. Creo que si me preguntaras por qué a veces me gusta tanto el silencio no diría ni una palabra. Me gusta y ya. Necesito “escucharlo” para seguir siendo yo, para reencontrarme con mis musas, con mis sueños, con mis dudas, mis recelos, mis recuerdos… No te asombres si un día te confieso las muchas veces que me sorprendo cerrando los ojos para pensarte en el silencio.
No indagues nada, no me interrogues. No te molestes si en ocasiones solo te miro y sonrío sin pronunciar siquiera una palabra. Mi silencio se pierde también en fantasías, imaginando un mundo que nos pertenece, se apoya en las veces que te he sentido cerca y se sonríe al recordar tus palabras. Mi silencio te extraña. No pienses que significa renuncia, no pienses que significa huida. El silencio para mí tiene significados especiales, desde mi silencio poco importa si estás lejos, con solo cerrar un poco los ojos… también seguro podré escucharte.
Me gusta mi silencio, porque es en esos momentos cuando puedo encontrarme conmigo misma, detrás de mi silencio aún veo a una chica a la que le faltan muchas cosas por hacer en esta vida. Y les aseguro que después de mis “permitidos silencios” (porque no siempre los logro tener) salgo más renovada, a veces más herida pero más valiente, y con más ganas de ayudar a quien necesite de mí… (Yo también muchas veces necesito ayuda).
No se confundan con todo lo que les he contado y piensen que no me gustan las palabras, por el contrario las palabras son mágicas y como amante obsesiva de la literatura me gustan mucho. No sólo por su significado sino también por su sonido, su secreta música; el modo como se hilan unas con otras y se transforman y al decir, nos dicen. Pero no se puede amar la palabra sin amar el silencio que la hace posible, que es el fondo en donde se destacan y cobran sentido.
Por eso creo en el silencio que precede a la palabra, que le da sustento y la nutre; y creo también en el silencio que sigue a la palabra, que permite asimilarla, saborearla, volverla mía.
Sin dudas el silencio es uno de mis momentos zen. Y con ello no pretendo cambiar el futuro, ni descubrir la panacea universal, sino llegar a concienciar que cada momento de la vida es único, extraordinario e irrepetible.