“Para mí fue siempre el mar un
confidente, un amigo que absorbe todo lo que le cuentan sin revelar jamás el
secreto confiado y que da el mejor de los consejos: un ruido cuyo significado
cada uno interpreta como puede.”
Che Guevara
En estos últimos meses
he pasado mucho tiempo junto al mar. Y me he sentido feliz, ustedes conocen de
mi amor por esa inmensidad profunda de color verde-azul. Y allí he pasado
muchas horas reflexionando, recordando y hablando conmigo misma. Algo que me
gusta hacer de vez en cuando.
Para los humanos verter sentimientos en los mares es una práctica antigua. Lo hemos hecho a través de pensamientos filosóficos, discursos inspiradores, citas y dichos universales. En pocas palabras, estamos enamorados del mar desde que lo vimos por primera vez.
Para los humanos verter sentimientos en los mares es una práctica antigua. Lo hemos hecho a través de pensamientos filosóficos, discursos inspiradores, citas y dichos universales. En pocas palabras, estamos enamorados del mar desde que lo vimos por primera vez.
A mí me hechiza esa enormidad
azul de horizontes infinitos, aire puro y rumor de olas. Cuando estoy frente al
mar me adentro en sus misterios y silencios, en los secretos que ocultan sus
temblorosas y frescas aguas... Y observando toda su grandeza experimento la
pobreza de la raza humana. Quieto y embrujado me llena de paz, de amor y de
fuerza… es mi riqueza.
El mar es arrullo de
noches estrelladas, es paz encontrada, es la orilla del mundo real y también es
donde empieza la fantasía. Observarlo hace que me adentre a bogar en leyendas,
mitos o cuentos, a imaginar galeones, piratas... en un mundo fascinante.
Me hechiza, pero para
ser sincera me gusta verlo y disfrutarlo desde la orilla, cuando entro en él lo
hago sólo unas brazadas, no más. Las pocas veces que he estado en altamar me he
sentido alucinada, cautiva de esa belleza para toda la vida. Sin embargo siempre
me ha dado un poco de miedo por su inmensidad. Porque sé que, en un momento, cualquier
viento suelto puede convertirlo en una locura imprevista y entonces me
arrastraría con él a la vorágine de un desafío perdido. Lo miro, admiro y
respeto por ello y por miedo porque sé de su locura.
Cuando estoy cerca de
él, se me hace difícil madrugar y es porque me gusta pasear un ratico a su lado,
sin gente, sin ruido… solo con el murmullo de sus aguas que me susurran "Ya
estás en casa". Y con sus olas danzantes acariciándome, me gusta caminar
mientras aguas mansas en la orilla acarician mis pies. Se limita a lamerme,
agradezco el detalle, pero siempre observo desconfiada.
Yo digo que soy una
persona de mar porque valoro el tenerlo cerca como un tesoro increíble. Ser de
mar no es nadar en sus aguas, es sentir que eres la persona más afortunada del
mundo cuando lo tienes cerca. Me gusta escucharlo en sus múltiples lenguajes, a
veces susurra y otras en su bravura nos arremete.
Puede hacer sol o estar
encapotado, puede rugir o susurrar en mis oídos, no importa siempre es mi mar.
Respeto, fuerza y una especie de adicción. Invariablemente me subyuga. Nunca he
sido capaz de pasar demasiado tiempo sin verlo. El mar es muy superior a mi
palabra, es el guardián de mis sueños, confidente de mis secretos, mi consuelo,
mi alegría… Con él tengo una comunicación especial... como si hablara conmigo
misma a un nivel muy profundo… ahí encuentro las mejores respuestas y las más
sabias decisiones. Él nivela mis aguas internas, me contagia su ritmo... Es un
motor que mueve mis interiores a veces dormidos por la vorágine de la ciudad.
Todo el tiempo vivimos tensionados
por el trabajo, los hijos, las dificultades del día a día… tanta tensión
constante nos impide relajarnos, los problemas nos bombardean provocando un
estado de stress que termina pasándonos factura. Sin embargo, pasar al menos
unas horas junto al mar me permite desconectarme de ese entorno caótico, es
como si creara una burbuja a mi alrededor. Tiene un efecto casi hipnótico que me
genera una sensación de tranquilidad y bienestar que me permite recargar
energía.
Decididamente el mar es mi gran amor... unido a mi destino porque vivo en una isla. Pero lejos de sentirme prisionera y exiliada por el Caribe y el Atlántico, siento que me abrazan y me transmiten libertad, aliento, ánimo. Si pierdo la costa, pierdo el humor. Simplemente contemplo el mar y soy el mar. Inexplicable con palabras. Siempre está en mi corazón, por eso el día que me muera, que hundan mis cenizas en mi playa, tras la barra.
Decididamente el mar es mi gran amor... unido a mi destino porque vivo en una isla. Pero lejos de sentirme prisionera y exiliada por el Caribe y el Atlántico, siento que me abrazan y me transmiten libertad, aliento, ánimo. Si pierdo la costa, pierdo el humor. Simplemente contemplo el mar y soy el mar. Inexplicable con palabras. Siempre está en mi corazón, por eso el día que me muera, que hundan mis cenizas en mi playa, tras la barra.
Pasé unos días realmente
placenteros. Una de esas tardes me acosté en la arena sintiendo el ir y venir
de las olas, cerré los ojos disfrutando de esa paz que me da el mar, y tu
imagen se apoderó de mi mente… sonreí y pensé en lo maravilloso que sería si
estuvieras ahí conmigo... pero estás muy lejos, aunque al mismo tiempo muy cerca
porque eres Pi constante en mis pensamientos, vives ahí, en una eterna cadena
de recuerdos y sentimientos siendo parte y el todo, en mi sentir y en mí.
En vez de entristecerme
por la lejanía seguí con los ojos cerrados, para de esa manera estar solo el
mar, tú y yo, como realmente ha ocurrido tantas veces. Sonreí nuevamente
recordando nuestros paseos en la orilla del mar, esos momentos increíbles donde
siempre olvidamos todo, donde solo importamos nosotros.
Los recuerdos me golpearon
fuerte y mis deseos de amarte fueron más grandes que el mismo mar. Entre mis
manos la tarde palpitaba trayendo el olor de tu piel que reverdece y abraza los
silencios de mi desnudez… El amor despeinó la tarde en el horizonte, mientras
tu boca se hizo verbo en mi lengua... Los besos se quedaron con mi feminidad
entre tu hombría. Siento tu presencia tan vívida… que siento el roce de tu
piel, el contacto de tus labios, las manos que acarician… estamos solos frente
al mar, enamorados, con el mismo deseo y objetivo... amarnos hasta el cansancio.
Mi mente sigue jugando
conmigo. Los pensamientos me transportaron a otro día, uno de tantos… Ahí
estaba yo en la arena recostada sobre tu pecho, dejándome llevar, sin
preocupaciones, observando tus ojos clavados en mí… Hablábamos en susurro, sin
dejar de acariciarnos, sin dejar de besarnos… Ya casi teníamos que irnos, era
tarde, pero no queríamos abandonar ese paraíso. Había sido un día magnifico
donde habíamos disfrutado del mar y de nuestros cuerpos sin escatimar.
Y en lugar de tomar
nuestras cosas y terminar de marcharnos, las miradas se hicieron más intensas,
los besos más apasionados y llenos de deseos, ya no había sol, pero en nosotros
la temperatura había subido y el calor era abrazador. Te pusiste en pie y
tomando mi mano tiraste de ella para adentrarnos en el mar.
En el agua nuestras
bocas se buscaron con pasión, nuestras manos se movían con ansiedad como si nos
hubiéramos encontrado después de mucho tiempo, nuestros cuerpos se entrelazaron…
mis manos en tu cuello, mis piernas alrededor de tu cintura… nuestras bocas se
devoraban mientras tu sexo busca el mío con un deseo incontenible. Me sonrío
porque pareces un adolescente y te siento entrar en mí, seguimos besándonos
mientras tu sexo palpitante entra y sale, el movimiento se va haciendo más
rápido, más fuerte, estamos fuera de control, desaforados.
Entre beso y beso, se
escuchan gemidos y palabras de amor, no hay contención ninguna, hay un solo
testigo y no dirá nada porque guarda en sus profundidades muchos secretos. Nos
movemos convulsamente, arriba y abajo, más, más… Hasta que explotamos, volamos
tocando el cielo que ya se está tornando oscuro. Nos quedamos abrazados jugando
tiernamente con nuestros labios, mientras nuestros fluidos van disolviéndose en
el mar.
Salimos del agua tomados
de la mano y de pronto me dices: “Fue explosivo” y sabiendo lo que quieres
decir mis carcajadas irrumpen en aquel silencio donde sólo se escucha el sonido
del mar. Comienzas a reírte también y tiras de mí para abrazarme nuevamente. Me
regodeo entre tus brazos y doy gracias a la vida por tenerte porque todo en ti
me lleva a un mundo de sentimientos, porque llenas de luz mi vida. Volvemos a
besarnos y nos disponemos a marcharnos, ya se ha hecho muy tarde.
Abrí los ojos y regresé
al momento en que me tumbé en la arena, y me río todavía con las sensaciones a
flor de piel como si todo hubiera acabado de ocurrir. Contigo siempre he vivido
momentos intensos y este mar continuamente me invita a revivirlos… esos momentos
donde solo existimos tu y yo, donde nada más importa, donde yo soy tu estrella
y tu mi delfín en la inmensidad. Me levanto, comienzo a caminar y sigo
sonriendo porque me doy cuenta de que eres dueño de mi alma y hasta de mis silencios.
Tengo conmigo el secreto de los días, de las palabras que seducen…
La tarde siguió transcurriendo
contigo de fondo, siempre ahí, como el ruido del mar, incesante, a veces
calmado, a veces tempestuoso, pero siempre sonando. Ya en la noche al acostarme
me dormí con el pensamiento de que en la tarde el mar me regaló el cielo. La
noche me vistió de sus misterios... y en mi sueño me dejé acariciar nuevamente
por el viento, el agua y por ti… y mi mente pervertida se deslizó por el abismo
de la bestia.
Como ven cuando estoy
frente al mar, mi mente sucumbe ante su poder… puedo estar perdiéndolo todo y
ser feliz, puedo estar incluso muriéndome y sentirme flotar en la vida, y saben
por qué precisamente porque el yo pequeño de la mente en esos momentos no puede
dar la lata.
Mis ojos disfrutan de su
belleza sintiendo su superioridad. Lo contemplo extasiada, enamorada, sí, es un
amor verdadero, único, indescriptible e inmenso… amo el romper de sus olas y su
gruñido constante cuando no está tranquilo, y sé con certeza que pase lo que
pase, siempre estará ahí para acomodar mi alma y hacerme sentir completa.
En otras ocasiones lo he
dicho. Existe un affaire entre el mar
y yo. Supongo que lo he sabido desde siempre: estamos ligados por espíritu.
Tratar de negarlo es inútil. Es una relación que se aviva con cada reencuentro.
Nunca puedo separarme de ese mar tan monstruosamente seductor sin una
desconsoladora amargura. Cuando tengo que regresar a casa y me despido de esa
belleza incomparable siempre me siento apesadumbrada.
Pero cuando me marcho de
sus orillas es cierto que me alejo de él, sin embargo realmente no lo dejo
porque es imposible dejar el corazón y llevarse tan solo el cuerpo... conmigo
van sus olas y la furia de sus vientos contrapuestos, su magia y sus misterios,
sus promesas y todos sus silencios, sus colores y el ronroneo incesante de sus
aguas cuando besan las arenas soñadoras de la playa.
“No hay nada más hermoso que la forma
en que el océano se niega a dejar de besar la costa, sin importar cuántas veces
se aleje.”
Sarah Kay
Hay que dejarse mimar por el mar, él sabrá llevarte a buen puerto. Sin dejar de respetarlo claro. Surcar el mar es una dicha inmensa. Como siempre es un placer leerte.
ResponderEliminarEs un mundo maravilloso de seres vivos, de mundos infinitos. De eternas oquedades desconocidas, de secretos inalcanzables y hasta ahora no descubiertos, que encierra en su entrañas bien custodiado, la historia de sus moradores, los tesoros de quienes allá buscaron la paz, el descanso o el reposo de su ajetreada, trágica o dichosa vida.
ResponderEliminarEl mar, cabecera y pie para cientos de sueños y recuerdos que solo se cantan en la intimidad de los pensamientos... que hoy, de la mano de los tuyos... han dado alas a los míos... Me has hecho sentir la presencia de una mujer que ama el mar tanto como tú y me has puesto una sonrisa mientras te leía. Me adentré como tantas otras veces en tu mar y cuando salí estaba vestido de sueños.... me atrapas entre ése cielo y ése mar, dejándome eternamente anclado en tu orilla. Cualquier otro día tendrás a tu amor ahí contigo físicamente porque pienso que el amor que los une los mantiene unidos estén donde estén. Cuidate mucho.
ResponderEliminarMe encantó esa comunión con la orilla del mar. Un beso
ResponderEliminarQue bonitas letras. También yo soy de mar, de ese mar que, en mi tierra, cambia cada día y casi a cada instante. Ese mar que susurra y que te envuelve en nostalgias, esperanzas y alegrías. Un abrazo
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