Hace unos meses me encontré con una
amiga que hacía varios años no veía. Después del saludo y la alegría de
volvernos a encontrar nos sentamos a conversar. Todo fluyo normal, con las
clásicas preguntas de ¿cómo te ha ido?, ¿qué hacen los muchachos?, ¿y tu
marido?… Nosotras siempre nos llevamos bien y confiábamos una en la otra, por
lo que nos contábamos muchas cosas, y eso a pesar del tiempo no cambió, porque después
de un rato hablando, muy apesadumbrada me dijo que no estaba conforme con su
vida, que ya no se reconocía. Eso me preocupó y mientras siguió hablando la
observé detenidamente y realmente no parecía la misma persona. Continuamos
conversando y me dijo que estaba aplastada por la rutina del día a día. Que
ella toda la vida se había levantado con una sonrisa y prometiéndose que el día
sería mejor que el anterior y que ya no sabe desde cuándo no es así.
Yo me sentía consternada por lo que
estaba escuchando. Cabizbaja continuó diciendo que con sus 48 años se siente de
90, que dejó de luchar por sus sueños hace años, que no recuerda ni siquiera en
qué momento ocurrió. Que en los últimos años siempre ha estado desesperada por
el tiempo porque no le alcanza para todo lo que tiene que hacer y por eso comenzó
a dejar de hacer cosas que le gustaban. Primero dejó de ir a la peluquería,
después dejó de hacer ejercicios, dice que no sabe qué tiempo hace que no se
sienta a leer un libro (algo que le apasionaba), también dejó de reunirse con
sus amigas para charlar, pasear o simplemente beberse una cerveza entre risas, en
fin, dejó de hacer innumerables cosas que le encantaban y le daban felicidad.
El dinero lo emplea solo en las cosas de la casa y en los eventos familiares, y
todo su tiempo también.
Yo no pude escuchar más. Perdí la
paciencia, me levanté y le dije casi a gritos “¡Qué te pasa! Porque de vez en
cuando te tomes un tiempo para ti, para hacer lo que te gusta, para reunirte
con tus amigas, para leer un libro, para lo que se te ocurra no significa que
los desatiendes ni que los quieres menos, y la casa tampoco puede llevarse todo
tu tiempo porque le saques un poco el pie no se va a venir abajo. Tus hijos y
tu marido tienen que entenderlo, ellos saben que los amas más que a nada y
abusan, pero ¿cómo te pueden valorar si tú no te valoras a ti misma?”
Callé de repente temiendo haber
lastimado sus sentimientos, pero con la certeza de que había dicho lo que
debía. La rabia me roía por dentro. Hace muchos años la conozco y es cierto que
no es la sombra de lo que era antes. Es cierto que con la adultez vienen
también otras obligaciones, el trabajo, la casa, los hijos. Queremos cumplir
con todo y lo hacemos. El trabajo porque es nuestra realización personal o
simplemente por razones económicas y la familia porque es tan importante en
nuestra vida y los queremos tanto que nos parece poco todo lo que hacemos por ellos.
A nosotras se nos va la mano en
facilitarles la vida. Queremos darles tanto y que no pasen trabajo que en
nuestro día a día solo empieza a haber espacio para sus necesidades y vamos
dejando de lado las nuestras. Los hijos comienzan a abusar y se vuelven egoístas,
sólo les importa lo que quieren y necesitan. Dejan de valorar a esa persona que
les dio la vida y que está dispuesta a sacrificarlo todo por ellos. Y con la
pareja pasa lo mismo, como también está inmersa en su trabajo lo único que le
preocupa es llegar a casa y que todo esté en orden y que los muchachos tengan
todo lo que necesitan. También se le olvida que la persona que trabaja, limpia,
lava, cocina, cuida de los hijos, atiende las tareas, en fin, esa persona que
les hace la vida cómoda y llevadera, tiene derecho a tener un poquito de tiempo
para ella. Y no se dan cuenta cómo se va marchitando a su lado, que ya no es la
misma persona de la que se enamoró sencillamente porque ya no tiene vida propia
vive en función de toda la familia.
Pasó un largo rato sin que ninguna de
las dos dijera una palabra.
Luego continuó diciendo que yo tenía
razón que ya no la consideraban y que ella misma se lo había buscado. Que su
marido muchas veces ni se molestaba en decirle que tenía una reunión y que iba
a llegar un poco más tarde. Que su hijo de 14 años no la obedecía; el de 18
años decía que era ridícula y que la hija de 16 años sólo la busca cuando
necesitaba algo. Todo el tiempo eran solicitudes de sus deseos y quejas de lo
que no había podido hacer. Que ya ella no podía más porque no reconocía en ella
a la mujer que siempre fue llena de sueños, de ilusiones, alegre… Ya no era la
que sonreía sin razón, que contaba chistes para hacer reír a los demás, que
todo el día cantaba aunque no tuviera talento, que hablaba sin miedo, que se
sentía hermosa, feliz, que compartía con sus amigas, que se pasaba horas
leyendo un buen libro… sus alegría y momentos de felicidad ahora se habían
suscrito sólo a los momentos en que ellos eran felices y se sentían
complacidos. Que ninguno de ellos notaba que allí había una mujer que en su
interior gritaba: ¡Socorro!
Ambas volvimos a quedar en silencio. Al
rato le dije que ella tenía que cambiar y reconsiderar algunas cosas porque de
la manera en que estaba no era feliz. Y para poder seguir amando a su familia y
dedicándole su vida, lo primero que necesitaba era sentirse bien consigo misma,
volver a ser una mujer feliz, sin sentirse presionada por todo y por todos.
Estuvo de acuerdo y me dijo que iba a cambiar algunas cosas en su vida, que ya
lo había decidido porque ella amaba a su familia pero no podía seguir sin
existir.
Ha pasado algún tiempo, hemos hablado
en ocasiones por teléfono y hace una semana la volví a ver y les juro que la
mujer que vi ante mí era muy diferente a la de aquel día. Había un brillo
distinto en sus ojos, solo me abrazo y me dijo que ahora era muy feliz, que su
trabajo le costó pero que al final todos entendieron que necesitaban cooperar
en la casa para que ella pudiera tener un tiempo para ella. Y que desde
entonces todo funciona sobre ruedas ella ha vuelto a la peluquería, a hacer
ejercicios en casa, a pasar el domingo unas horas con sus amigas, a tomarse
unas horas para leer un libro…
Amigas, si se han visto reflejadas en
estas líneas, mírense en un espejo y díganse a sí mismas a quien ven. Si de
pronto se encuentran añorando a la mujer que fueron antes y sienten que la
fueron sepultando lentamente, simplemente pregúntense: ¿Les gusta esta mujer que
ven o añoran volver a ser la que eran antes? Nunca es tarde para cambiar; tarde
sería si mueres.
Cuando formamos una familia, nos adentramos
a un mundo lleno de responsabilidades. La pareja, los hijos... El gato, el
perro... La casa, las compras, el trabajo, la limpieza, las camas bien
tendidas, el orden... Podemos ocuparnos de todo, pero entre una cosa y la otra
también dedicarnos un tiempo para nosotras. Está bien ser mujeres responsables,
pero no en exceso. Al menos no tanto que nos acabemos perdiendo nosotras
mismas. Recuerda que te olvidas de ti misma cuando todo el mundo es más
importante que tú: “no importa qué necesites, qué desees, qué quieras, los
demás están primero”.
A veces nos convertimos en una mujer que
se mueve con amor, con sensibilidad, con vocación, pero que dejó lentamente que
todo la supere; y se quedó allí, en ese lugar, viendo pasar la vida de los otros,
que se olvidó de sí misma. Y lo más triste es que los que amamos y por quien lo
hacemos y sacrificamos todo, ni siquiera lo notan.
Reconocemos que ya no somos las mismas
y añoramos a esa mujer que perdía horas arreglándose el cabello y que usaba
mascarillas para lucir espléndidas, maquillajes intensos que mostraban a una
mujer sensual y atractiva, escotes, pantalones ceñidos, tacones que endurecían
nuestras piernas al andar... pero de pronto un día nos encontramos recordando a
aquella mujer y sentimos que la fuimos sepultando lentamente. Presenciamos su
lenta agonía y no hicimos nada para revivirla.
Tenemos que traer de vuelta a esa
mujer y hacer que diga: ¡¡Presente!! Todos los días. Que haga sentir que ella
importa y eso no significa ser egoísta... Intentemos recuperar a esa mujer
bella que nos hacía sentir seguras, desterremos las culpas y si el desayuno, el
almuerzo, la merienda o la cena se demoran un poquito porque estamos
poniéndonos lindas, pensemos que ese cuidado de nosotras mismas, esa
dedicación, ese amor serán la medicina mágica que hará que nuestra autoestima
crezca. Si nuestra autoestima no está bien, nada está bien en nuestra vida, y
por ello dejamos que otros nos desvaloricen o nos desprecien.
Para amar a los demás, primero tienes
que amarte a ti misma, nuestra persona refleja quienes somos y no depende si
tengo un vestido caro o el pantalón de moda, la verdadera esencia se trasmite
desde nuestra alma... de hoy en adelante te invito a quererte un poco más,
tomate unos minutos para ti, ¡TE LO MERECES!!!... Haz lo que te gusta, lo que
te motiva, lo que te hace feliz y de esa manera te levantaras con más ánimo,
con más ganas, con una sonrisa cálida, con ilusiones como antes...
A partir de hoy, todos los días párate
ante un espejo y di: Sí… Tengo otro amor que me llena completamente… Y ese amor
soy yo.
Amigas nunca olviden que nadie nos
amará ni nos valorará, si no nos amamos y valoramos nosotras mismas. Esa
familia a la que tanto amamos y que le damos lo mejor de nosotras, nos verá con
otros ojos, nos considerará y respetará más cuando vea que además de atenderlos
y cuidarlos también somos capaces de tener nuestro propio espacio.
Dejarán su egoísmo para valorarnos y
amarnos mucho más. Y solo entonces seremos verdaderamente felices y capaces de
dar más amor.
Sin lugar a dudas es la verdad muy bonita reflexión. Todas deberíamos reflexionar sobre esto. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanto tengo 41 y esido madre soltera de 5 hijos e trabahado mucho para ellos ahira estan grandes y me alludan ...se que no soy muy grande pero tal vez por tanto trabajo me e enfermado y ya no tengo animo de nada... Pero me a motivado esta reflexion voy a ponerme mas atencion.por mi y mis hijos que Amo mucho...soy muy sentimental y me iso llorar esto !!!no es facil despues de ver sido una mujer con mucha energía de pronto todo se derrumbe...gracias por compartir estos mensajes.
ResponderEliminarWow me parecio una gran lección esta reflexion porq yo si quiero volver a ser yo la que un dia se enamoro de la cual se enamoro mi esposo siempre m pregunto el xk descuide mi personalidad el xk m aleje de mi verdadero yo yo creo nunka es tarde para recuperar mi autoestima gracias bonita q gran mensaje m llego con tu reflexion gracias x compartir
ResponderEliminarComo siempre, genial, es muy cierto todo lo que dices, es una muy buena reflexión para todas las mujeres y también para los hombres, para aquellos que no saben valorar el gran tesoro que tienen a su lado. Pero lo más importante es que las mujeres interioricen que tiene que valorarse y quererse ellas para que lo hagan los demás.
ResponderEliminarEs muy cierto yo vivi hace unos años una situación similar y cuando me di cuenta de lo que estaba ocurriendo fue como un despertar. Después de tanto luchar he conseguido uno de mis objetivos y voy por mas porque aprendí que para que me amen primero debo amarme. Hoy por hoy siento que he retomado mi camino como mujer...
ResponderEliminarCreo que tienes razón. Un saludo
ResponderEliminarGracias x estas palabras
ResponderEliminarDesde ahora primero yo tengo 61 años, ya no tengo obligaciones y me quiero dedicar a mi, a ser y dar felicidad PRIMERO YO XQ SIEMPRE ME PUSE AL ÚLTIMO POR DARLE SU LUGAR A MIS HIJOS Y ME OLVIDE DE VIVIR PSRA MI, SIEMPRE PARA TODOS Y YA ES HORA DE PONERME EN EL LUGAR QUE PERDÍ HACE MUCHOS AÑOS EN ADELANTE PRIMERO YO.
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