A
veces solemos hacer un balance de lo acontecido en nuestras vidas... quizás
depende de nuestro estado de ánimo, no sé, lo cierto es que en estos días he
meditado sobre las cosas que me han tocado vivir... me han pasado cosas malas
como a todo el mundo pero afortunadamente puedo decir que han sido gratamente
compensadas en un número quizás mayor por acontecimientos buenos, que han
permitido que me sobreponga a los momentos difíciles y me han hecho la vida más
agradable, me han dado felicidad.
No
me gusta hacer una recopilación de acontecimientos tristes y cargados de dolor,
como hacen algunas personas cuando piensan en lo que han vivido. Eso es
falsedad o “tragiquismo” (como decimos nosotros los cubanos), porque la vida
está llena de sucesos buenos y malos, la balanza nunca se va de un solo lado,
eso es mentira.
Verdaderamente,
para estar en paz conmigo misma como realmente me gusta, debo decir (o
escribir) con un cien por ciento de honestidad y con la mayor convicción del
mundo, que no me arrepiento de nada de lo que he hecho, aunque en determinados
momentos supe (uno a veces sabe) que habían cosas que no estaban bien, pero
tercamente seguí adelante, y por ello, supongo, pagué con creces las facturas
correspondientes. La vida es eso, aciertos y desaciertos, y cada uno con su
cuota de recompensa, nos guste o no.
Cuando
pasamos por situaciones difíciles debemos ser capaces de sobreponernos y mirar
hacia delante. Aunque siempre creemos que lo que nos sucede a nosotros es lo
más grande del mundo, en realidad no es así y para darnos cuenta hay que mirar
a nuestro lado, entonces veremos que hay otros que pasan por cosas peores. He
visto a personas queridas y muy cercanas a mi pasar momentos muy difíciles, la
vida los ha sacudido duro, a veces pienso que casi sin piedad, sin embargo
cuando pasa la tormenta los he visto respirar hondo, levantar la cabeza y
seguir adelante... eso es vivir.
A
lo largo de los años he recibido lecciones muy grandes, uno nunca termina de
aprender. Yo tomé cada cosa como debía ser (al menos eso creo) es cierto que me
hubiera gustado que algunas se hubieran dado de forma diferente, sin embargo
pienso que es necesario aceptarlas tal como vienen porque creo que nada sucede
por gusto, lo sé por experiencia propia. A veces de pronto y sin explicación
(al menos aparente) se me ha cerrado un camino que yo creía destinado a mí y he
tenido la sensación de quedar parada al borde de un abismo, sin saber qué
hacer... pero como dice un viejo refrán popular "no hay mal que por bien
no venga", también se ha abierto ante mi un nuevo camino, no solo
inesperado sino mejor. Por eso pienso que las cosas no se pueden forzar a
nuestra conveniencia, ni precipitarlas, cuando nos ocurre algo imprevisto es
necesario detenerse a pensar en otras alternativas porque quizás en ellas esté
justamente el camino que espera ser transitado por nosotros.
Es
bueno estar convencidos que no siempre podemos tener todo lo que queremos, es
una lástima pero es la realidad. Por eso debemos llorar las penas y decepciones,
y reír las alegrías... sin reprimir nada de lo que llevamos dentro, todos
tenemos el total y absoluto derecho de hacerlo. Incluso, en ocasiones,
sentirnos tristes y deprimidos nos hará tomar conciencia de lo que nos está
causando daño y aunque parezca imposible eso hará que en determinado momento
seamos capaces de decir "hasta aquí" o "basta, no puedo seguir
así"; y será en ese instante cuando estaremos listos para coger todo lo
que nos lastima y lanzarlo a lo más recóndito del cajón de nuestras vivencias
para dejarlo ahí hasta que carezca de importancia y no nos cause daño desempolvarlo.
También
he aprendido otra lección muy importante y es que cuando una amiga se encuentra
deprimida lo que menos debo hacer es repetir las detestables frases de "todo
estará bien", "no te preocupes", "no te pongas así" o
"ya pasará", porque cuando estamos tristes, abatidos o lastimados por
alguien o algo y escuchas tales palabras (¡díganmelo a mí!) lo que dan ganas es
de mandar al carajo a quien las dice, porque desde afuera las cosas son muy
distintas y no siempre alcanzas a ver hasta donde han lastimado a quien las
vive. Por eso como buena amiga, no debo decir palabras trilladas o tratar de
ahondar en la herida, no, lo único válido en ese instante es que vaya derechito
a comprar una buena bebida y emborracharme junto a ella, y dejarla hablar,
llorar, reír, lo que le venga en gana para que pueda destilar su dolor o
frustración... esa es la mejor muestra de afecto y amistad que le podré dar en
ese momento y definitivamente eso es lo que haré cuando una amiga lo necesite
(otra vez). Después, solo después de que el dolor y la pena mermen podré tratar
de aconsejarla, entenderla o ayudarla a ver la situación desde otra óptica,
para que encuentre el camino de regreso a su tranquilidad y quizás felicidad.
Siempre
soy capaz de disfrutar el tiempo solo con el mero hecho de estar con aquellos
que quiero y aprecio, y me disgusta sobremanera estar con personas que rechazo
por su falsedad, interés y mentiras que siempre soy capaz de percibir e intuir
por mucho que las escondan. Al mismo tiempo detesto cuando las personas, en
concreto los amigos, cambian su conducta en función de quien esté presente, y
hasta intentan volverse más "graciosos" y por tanto a veces
estúpidos.
No
me meto con nadie, ni en la vida de nadie, no soporto que me provoquen. Si me
buscan... me encuentran y entonces todo acaba mal, porque sé que la violencia
aunque sea de palabras no trae consigo vencedores ni vencidos, aunque muchos
piensen lo contrario... esa aparente victoria solo genera dolor y resentimiento.
Me
gusta escuchar lo que me dice mi corazón. Cuando estoy muy atormentada por algo
reunirme con mi mejor amiga y charlar aunque solo sea un rato me relaja, pero
si no está en ese momento prefiero encerrarme en mi soledad y escribir...
porque cuando entre mi teclado y mi corazón se crea ese vínculo indisoluble que
logra sacar mi rabia, mi rencor, mi dolor o aquello que me está lacerando el
alma, me siento mejor, mucho mejor y termino recuperando mi paz interior.
Claro, no solo escribo en esos instantes, también lo hago y lo necesito cuando
estoy feliz, y en ese caso derrocho amor, cariño, amistad y otros muchos
sentimientos positivos.
Si
tuviera que nombrar todas las lecciones aprendidas a raíz de situaciones
vividas creo que estas reflexiones pudieran resultar hasta aburridas. Pero lo
cierto es que he reído, llorado, amado, odiado, disfrutado, detestado, maldecido,
enamorado, en ocasiones he entregado mucho y recibido poco, me he quejado,
gritado, he seducido y me he dejado seducir, coqueteado, complacido y me han
complacido, conquistado, ganado, perdido, insultado, lastimado y me han
lastimado, herido, he estado deprimida, he sido feliz, he sentido emociones
fuertes, me he conmovido ante las cosas simples y tiernas de la vida... ciertamente
creo que ha sido suficiente lo que he tenido, lo que he recibido y lo que he
dado... aunque me queda mucho por vivir y sentir... y sobre todo por aprender.
Para
finalizar solo una cosa más: es importante tener presente que en la vida todo
lo malo pasa, cuando la tristeza nos embarga, cuando de un solo golpe nos
arrancan, pisotean y destruyen nuestro corazón, recordemos que el tiempo
siempre cura el dolor, en algunos casos demora más que en otros, pero pasa, en
la vida todo pasa. Tratemos de ser felices, bebernos la vida y la felicidad, y
no dejar que los golpes nos dañen el alma y nos maten las ganas de vivir. Por
eso les digo, amigos míos, vivamos con intensidad, riamos, amemos... y por
sobre todo no odiemos.
Aún
tengo proyectos personales que espero cristalizar, algunas metas que alcanzar,
mucho que amar, quiero que mi vida sea mejor y lucharé para que sea así.
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