Bienvenidos a este humilde pero sincero espacio. Aquí escribo mis pensamientos, cosas que me preocupan, algunas vivencias, historias que conozco... lo que me dicta el corazón para compartirlo con otras personas, es una manera de saber que no estamos solos en este mundo virtual y poder hacerlo más real y cercano. Me gusta escribir y me siento bien haciéndolo, ojala estás letras lleguen a ustedes como yo quisiera. Siéntanse libres de comentar lo que deseen. Gracias por estar aquí.

miércoles, 4 de enero de 2012

Hacía frío

El frío abrazaba la mañana, me tomé un café recién hecho y todavía estaba temblando. Me asomé a la ventana, aparte del denso aroma del café, olía a viento frío… En la calle la gente caminaba hacia su lugar de destino, marchaban rápidas a sus quehaceres, desde temprano hay un ligero sol que apenas calienta y, desde mi ventana veo vidas que se cruzan y no se encuentran, no se paran como suelen hacer normalmente para contarse sus cosas, hoy solo se saludan deprisa y siguen con la mirada al frente persiguiendo el quehacer diario para regresar al calor del hogar, hace viento y eso baja más la temperatura. Yo también tuve que salir a la calle, mis obligaciones me reclamaban.
Caramba lo único que no me gusta y nunca me gustará de la época de invierno, es el frío que invade el ambiente y congela hasta los huesos; además hay algo que me evita calentarme, no sé que es, pero… no piensen mal no hablo de esa calentura. Estamos hablando del frío y los estragos en el cuerpo humano, hablo de tener las orejas, los dedos, las narices congeladas y que no exista un poder humano que eleve la temperatura corporal a un nivel más placentero. Con este frío ni ganas dan de salirse de la cama.
Seguí caminando y sentí mis dedos muy fríos, no sentía la nariz, tenía que hacer algo imperativamente, no me había percatado pero me estaban temblando las manos, Me detengo frente a un parquecito y me siento en un banco, mi mente comienza a volar junto con el aire frío… Basta acercar mi mano a unos centímetros de la cara para darme cuenta de que huelo a ti, reconocería ese olor a millas y millas de distancia. Incontrolablemente el corazón comienza a galopar a mil por hora, doliendo cuánta más velocidad alcanza, y duele porque sin previo aviso tu perfume se cuela por mis fosas nasales cuando más te echo de menos. Solo con respirar recuerdo cada milésima de segundo que mis dedos han rozado tu cuello, y pienso, solo así pueden oler a ti mis manos. Habiendo estado pegadas a tu nuca con ese pegamento permanente, rindiéndose a esa fuerza magnética del imán que habita en cada poro de tu piel y que empuja a los míos a estar muy pegados. Fuerza magnética que me empuja hasta ti esté a la distancia que esté, imposible de ignorar, como ese motor que mueve mis músculos con el único objetivo de alcanzar tus labios.
La mente es increíble, me estaba muriendo de frío y en lo que pensaba era en mis ganas de que se hicieran realidad esos momentos entre sábanas pegando mis fríos pies contra tus piernas, las cosas que se me ocurren mientras me congelo en este banco viendo cómo por todos lados no hay más que gente caminando deprisa y un fuerte viento que azota mi cara. Pero es que recordarte y sentirte vale la pena hasta tal punto, que es irresistible hacer cualquier esfuerzo. Y cuánto te quiero, cuánto más se enrojece y se enfría mi nariz.
Para evitar morir de frío hay que ingerir muchas calorías que aporten energía pero sobre todo calor al cuerpo humano, ya saben cafecitos, chocolaticos, algún trago y toda clase de porquerías que eleven nuestro calor corporal y nuestros niveles de grasa para que nos protejan de las bajas temperaturas pero nada mejor que… vuelves a mi mente, el recuerdo es tan vívido que ahora tiemblo y no es sólo de frío, te siento recorrer mi cuerpo, languideces mis sentidos con tu simple mirada, con tus labios que me devoran y me provocan. Amo tu aroma de macho en celo, tu locura y tu pasión, la sinrazón del animal que me posee. Adoro tus labios que me llenan de miel, esas horas que se pierden en el túnel del día y la noche mientras cabalgo entre tus caderas cadenciosas. Olvidando hasta mi nombre en el vértigo del placer unísono de los amantes.
Decido levantarme y seguir, pero me detengo nuevamente a mirar a dos enamorados que abrazados se protegen del fuerte aire frío, sonrío y… alguien a mis espaldas me rodea con sus brazos, intento librarme cuando siento su voz en mi oído: “¿Qué estás haciendo aquí?, hay demasiado frío”, cierro los ojos creo que estoy soñando, pero su voz es real, sus brazos, sus besos en mi cuello… sus manos frías se meten bajo mi abrigo buscando acariciar mi piel, abrasándose con el calor de mi cuerpo. Sin dejar de besarme dice: "¿Cómo lo haces? con el frío que hace y estás ardiendo”. Sonrío y me vuelvo entre sus brazos, para antes de besar su boca contestarle: “No, cómo lo haces tú, porque es por tu culpa". Nos fundimos en un beso fuerte, apasionado, lleno de deseos mientras nuestros brazos querían fundir nuestros cuerpos. Instantes después sentimos que el frío seguía arreciando hasta llegar a hacernos tiritar y sonriendo salimos abrazados en busca de un refugio y una cama para compartir en la que yo volviera a sentir que me moría pero esta vez no de frío sino de calor.

3 comentarios:

  1. Amiga, ante todo Feliz año nuevo, como no estaba en casa no os había leído pero ya estoy al día. Teneis razon es increible como perddemos el frío ante semejante contacto, ostias que ardemos con mucha rapidez.

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  2. Si es emocionante y el corazón se quiere salir del pecho cuando encuentras lo que más ansías sin esperarlo, cuando de pronto el destino pone ahí al alcance de tus manos a la persona que amas y a pesar de las cosas dichas no te puedes resistir, necesitas tocarla, abrazarla, besarla... aunque en ello te vaya la vida. Yo sé lo que es eso porque me ha pasado y aun temiendo un rechazo, que no ha ocurrido afortunadamente, me he acercado para envolverla en mis brazos. es cierto no hay frío que valga porque además ella cuando está junto a mi se vuelve fuego.

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  3. ¿De verdad olvidas hasta tu nombre? Entonces aférrate a esa pasión y a la sinrazón del animal que te posee. No lo dejes nunca porque te hace feliz.

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